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El pájaro cantó

¡Victoria en Nuestra América!

Fuentes: Rebelión

Este 14 de abril, toda América Latina ha recibido una Buena Nueva: Hay revolución para rato. Nicolás Maduro es el presidente de la República Bolivariana de Venezuela y eso garantizará que continúen las transformaciones en nuestro continente. La alegría incluso se siente más lejos, compartida por los pueblos en África, Asia, Oceanía, Europa y Norteamérica. […]

Este 14 de abril, toda América Latina ha recibido una Buena Nueva: Hay revolución para rato. Nicolás Maduro es el presidente de la República Bolivariana de Venezuela y eso garantizará que continúen las transformaciones en nuestro continente. La alegría incluso se siente más lejos, compartida por los pueblos en África, Asia, Oceanía, Europa y Norteamérica. Los izquierdistas lo entendemos así, lo sabemos porque conocemos lo que pasa «allá abajo», donde los pobres tienen ahora la voz y el voto, donde se construye el poder popular. Y nuestra alegría habla el lenguaje de la solidaridad.

Sin embargo, dicen algunos salvadoreños que las elecciones en Venezuela no deberían importarnos. Seguramente lo dirán también en Honduras, en México o en Perú, incluso en Bolivia o en Ecuador. ¡No debe extrañarnos! Los desinformados, la derecha y los que tienen alma de lacayo no escasean en ningún lado, se reproducen, pululan y medran, aferrados a su ignorancia, a sus planes siniestros o al cheque que les tienden sus amos.

La desinformación sobre lo bueno que pasa en el mundo es especialmente grave entre los más jóvenes. De tanto ver al Norte muchos perdieron la perspectiva y se han quedado sin horizonte. Hay un Sur al que deberíamos ver más seguido, pero parece que no basta con enchufarse al Facebook. Y en las universidades somos un poco responsables de eso. ¿Cuántos análisis realizamos sobre lo que viene pasando en Venezuela, desde 1998? ¿Cuánta reflexión hacemos sobre el significado de Evo, líder Aimara en la hermana Bolivia? ¿Cuánto sabemos sobre Correa y la revolución ciudadana? Es cierto que tampoco podemos ostentar conocimiento suficiente del Big Brother norteño, pero esa no es ninguna excusa.

Con la derecha y sus lacayos el problema es una mixtura de ignorancia e ideologización. La esencia de la derecha salvadoreña podría ilustrarse muy bien con aquellas imágenes de soldados disparando a tontas y locas durante la Ofensiva hasta el tope: una mezcla de «no lo sé» con mucho de «dispara y después pregunta». Su posición frente a todo lo que huela a bolivariano es sintomático: un temor enfermizo ante la ALBA, alergia a Petrocaribe (aun cuando países con gobiernos de derecha han recibido sus incontestables beneficios), una cacofonía patética de informaciones demenciales sobre el supuesto «populismo» y «autoritarismo» de Hugo Chávez… y mejor paro de contar.

Tomando en cuenta lo anterior, ¿debería extrañarnos que generadores de opinión (periodistas, analistas, todólogos) repitan como loras desatinos como estos y otros incluso más idiosincrásicos? A mí no me extraña, para nada. Sin embargo, tampoco hay que restarle importancia. Es fundamental reconocer qué hacemos mal desde la izquierda cuando se trata de analizar, reflexionar y opinar sobre los procesos venezolano, boliviano y ecuatoriano. No podemos darnos el lujo de decir sandeces o repetir mentiras. Solo así mereceremos que nos llamen solidarios, y que nuestros gestos sean apoyo auténtico y efectivo.

Carlos Molina Velásquez. Académico salvadoreño, columnista del periódico digital ContraPunto y colaborador de Rebelión.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.