Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Tal vez llegue el día en el podamos apreciar mejor retrospectivamente este período en Haití. En medio de la tragedia histórica a escala mundial de muerte y sufrimiento del terremoto de enero del año pasado, los haitianos por lo menos no han tenido que sufrir el grado de violencia gubernamental que ha marcado gran parte del pasado de su nación (a pesar de los ataques contra personas desplazadas en el interior [4] durante desalojos forzosos, y ocasionalmente contra manifestantes en las calles [5])
Puede que eso cambie para peor bajo Michel Martelly, el próximo presidente. Para comenzar, quiere volver a establecer el ejército que el ex presidente Jean-Bertrand Aristide desmanteló en 1995. Como Haití ya tiene una fuerza policial para mantener el orden público y no se espera que el país vaya a la guerra, Martelly solo puede tener un objetivo al restablecer las fuerzas armadas: recuperar el instrumento utilizado por antiguos presidentes para fortalecer su poder mediante la violenta represión del disenso y de los posibles competidores.
Ya hay fuerzas que se preparan para la violencia que probablemente se ejercerá a través del ejército y las pandillas. La periodista Isabeau Doucet publicó este relato de primera mano [6] el pasado mes: «Durante más de un año, en una ladera al sur de Puerto Príncipe, unos 100 ex soldados y jóvenes reclutas se entrenan tres veces por semana. Afirman que tienen una red de campos en todo el país en los que los haitianos se reúnen y entrenan, aprenden protocolos militares y artes marciales y reciben entrenamiento básico… La bandera negra y roja del partido de Jean-Claude Duvalier cuelga en su vestuario de lona impermeable… Alguien paga por esto, aunque ellos afirman que todo es voluntario y el actual gobierno hace la vista gorda, si no da apoyo tácito.»
Una pregunta es cómo se podrían aliar las fuerzas de la violencia con diversos patrocinadores -una cierta combinación de Martelly y de los que rodean al retornado ex dictador Jean-Claude Duvalier [7]. Otra es hasta qué punto podrían tiranizar a un movimiento ciudadano que demanda soluciones a la falta de vivienda generalizada, el desempleo y la extrema pobreza. Dos grupos basados en EE.UU., que apoyan la organización comunitaria en Haití ya preparan reacciones de emergencia en caso de que estalle una violencia política de importancia.
Más allá de los planes de Martelly respecto a un ejército, sus asociaciones del pasado suscitan preocupaciones sobre el tipo de políticas que puede llevar a cabo su gobierno. Martelly [8] hizo público su apoyo [9] a los regímenes amigos de los escuadrones de la muerte que existieron después de golpes de Estado contra Aristide (1991 y 2004). Más recientemente, Martelly ha hecho declaraciones públicas [10] como: «Yo mataría a Aristide… meterle una polla en su culo».
Martelly ganó en una segunda vuelta electoral [11] en la que menos de una cuarta parte de los votantes registrados se tomó la molestia de participar, lo que significa que fue apoyado por un 16,7% de los votantes registrados. Si esto suena terriblemente poco para un mandato, es alto comparado con el 4,6% que se cree que apoyó a Martelly en la primera vuelta. Nadie sabe exactamente la cifra, porque la elección fue tan fraudulenta que incluso el Consejo Electoral Provisional del gobierno se negó a ratificarla [12] por un voto de mayoría. Aunque legalmente esto debería haber anulado la primera vuelta, la Organización de Estados Americanos (OEA) y el gobierno de EE.UU. presionaron intensivamente [13] al gobierno haitiano para que aprobara las elecciones y enviara a Martelly a la segunda vuelta. La secretaria de Estado Hillary Clinton incluso viajó a Haití para asegurar esos resultados.
Después de que se proclamó presidente a Martelly, Clinton dijo [14]: «Ahora tiene una oportunidad de dirigir y nosotros lo respaldamos. Está comprometido a obtener resultados. Quiere cumplir con el pueblo haitiano. Y nosotros estamos comprometidos a ayudarle a lograrlo.»
Otras malas noticias acosan a Haití. Las vidas de los que quedaron desplazados por el terremoto se hacen más, no menos, vulnerables, contrariamente a lo que se podría esperar por el paso del tiempo y los muchos miles de millones de dólares de la ayuda que circulan.
Un riesgo primordial es el cólera, que probablemente aumentará cuando comience la inminente estación de las lluvias, porque las tormentas casi diarias dejarán agua estancada y barro en la mayoría de los campamentos. Los campamentos ya son una incubadora perfecta de esta enfermedad de la pobreza [15], con sus poblaciones abarrotadas que frecuentemente son débiles y están enfermas, carecen a menudo de agua -no sólo de agua potable sino frecuentemente de cualquier tipo de agua- y sufren una escasez de opciones higiénicas y de atención médica. Un estudio reciente [16] en la revista médica The Lancet predijo 779.000 casos y 11.100 muertes de cólera hasta finales de noviembre.
A pesar de que todas las agencias humanitarias e internacionales en Haití son conscientes del horrendo riesgo de esta enfermedad, que puede causar la muerte en sólo unas horas después de la infección, un 39% de los «refugios transitorios» [17] todavía no reciben agua o servicios higiénicos básicos. Michelle Karshan, estadounidense involucrada en acciones contra el cólera, informó: «Hay una escasez letal de suministros disponibles para la prevención y el tratamiento del cólera. Y la prevención más importante contra la transmisión del cólera -la creación de la infraestructura de sistemas para que el agua tratada esté ampliamente disponible- todavía no funciona, mientras la distribución de agua sigue llegando sólo a una cantidad ínfima de campamentos. La mayoría de los campamentos pobres en recursos son abandonados a que se las arreglen solos» [1] El Llamado de la ONU por el Cólera [16] para Haití sólo ha recibido un 45% de los fondos que necesita.
La peor preocupación es por qué, cuando hay hasta 1,5 millones de personas que siguen sin vivienda después de 16 meses, se sigue hablando de tabletas de purificación de agua y retretes portátiles como si fueran una solución. La única manera de proteger a la gente contra esta enfermedad es reubicarla en viviendas decentes. Sin embargo ni la comunidad internacional ni el gobierno haitiano tienen todavía algún plan factible. El gobierno aún no ha invocado su derecho constitucional a declarar dominio eminente y reclamar grandes áreas de tierra privada no utilizada a fin de reubicar a la gente. La ayuda internacional todavía no se ha empleado signiticativamente en la eliminación de escombros. Todavía queda un 80% [16], lo que hace que gran parte de Puerto Príncipe sea inhabitable.
Otro peligro al que enfrentan las personas desplazadas en el interior es a que las expulsen de sus campamentos, quedando en una precariedad aún mayor. Según la Organización Internacional de la Migración, 820.000 de los habitantes desplazados -más de la mitad- han abandonado los campamentos, pero no porque hayan encontrado una situación mejor. Solo un 4,7% se ha ido a viviendas nuevas o reparadas. El resto, como informa la Organización Internacional de la Migración [18] y como han confirmado numerosos grupos de control comunitario en Haití, ha huido por dos motivos. Uno es una reacción de que más vale irse a otra parte que permanecer en esas condiciones, que ha llevado a que las familias se hayan escapado hacia estructuras peligrosamente dañadas por el terremoto, barracas, habitaciones abarrotadas, o lo que puedan encontrar. A otras las han desalojado en una creciente ola de expulsiones -algunas violentas, muchas ilegales- las instituciones gubernamentales y los terratenientes privados.
Como han hecho desde el terremoto, las coaliciones de ONG progresistas, grupos comunitarios, y comités de campamentos tratan de presionar para lograr progresos en una agenda de amplia base que incluye la participación democrática y derechos socioeconómicos. Las estrategias predominantes incluyen la educación popular, el apoyo legal para los residentes de los campamentos, planes de acción política y movilización desde la base. Una instantánea de algunas de las actividades de los grupos en el período de tres semanas que cubre este artículo incluye: una movilización de tres días del Día del Trabajo por los derechos de los trabajadores; una conferencia de tres días de crítica del capitalismo del desastre: «¿Qué financiamiento para qué reconstrucción?» y un intercambio de tres días para fortalecer esfuerzos por imponer el reasentamiento de las personas desplazadas: «Foro Internacional por el Derecho a la Vivienda».
Estos movimientos carecen actualmente de financiamiento y cohesión. En muchos puntos de la historia haitiana, sin embargo, la presión desde abajo ha demostrado ser una variable crítica en la imposición del cambio. Ante el decepcionante historial de la comunidad internacional y de la industria del desarrollo, y las perspectivas de mal agüero de la presidencia de Martelly, podría representar la mejor esperanza de Haití.
[1] Email de Michelle Karshan a Beverly Bell, 27 de abril de 2011.
Enlaces:
[1] http://www.truthout.org/print/
[2] http://www.truthout.org/
[4] http://www.
[6] http://www.indypendent.org/
[8] http://www.miaminewtimes.com/
[9] http://www.
[10] http://www.youtube.com/watch?
[12] http://www.lenouvelliste.com/
13] http://www.businessweek.com/
[15] http://www.pih.org/news/entry/
[16] http://www.un.org/News/Press/
[17] http://reliefweb.int/sites/
[18] http://www.nytimes.com/2011/
[19] http://www.
[21] http://www.truthout.org/
[22] http://org2.democracyinaction.
[23] http://www.truthout.org/user
[24] http://www.truthout.org/user/
[25] http://www.truthout.org/?q=
Beverly Bell ha trabajado con movimientos sociales haitianos durante más de 30 años. También es autora del libro Walking on Fire: Haitian Women’s Stories of Survival and Resistance. Coordina Other Worlds, www.otherworldsarepossible.org [19], que promueve alternativas sociales y económicas. También es miembro asociado del Institute for Policy Studies.
Fuente: http://www.truthout.org/haiti-
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