1. El establecimiento de relaciones diplomáticas y la normalización de las relaciones comerciales, políticas y culturales con China eran una necesidad para la República de Panamá desde hace tiempo. La decisión se retrasó por los manejos corruptos entre los políticos panameños y Taiwán, y por el veto de Estados Unidos a cuyas órdenes se viene […]
1. El establecimiento de relaciones diplomáticas y la normalización de las relaciones comerciales, políticas y culturales con China eran una necesidad para la República de Panamá desde hace tiempo. La decisión se retrasó por los manejos corruptos entre los políticos panameños y Taiwán, y por el veto de Estados Unidos a cuyas órdenes se viene sometiendo la política exterior panameña. Al parecer, nuevos acuerdos entre Trump y Xi Jinping, permitieron al gobierno de Varela concretar estos acuerdos. Las Relaciones con China eran necesarias por tratarse de una de las principales potencias económicas del mundo, cuyos productos utilizan la Zona Libre de Colón para reexportación y es el segundo usuario del Canal de Panamá después de los Estados Unidos.
2. NO debemos idealizar a China, ni tener la visión distorsionada que algunos mercaderes intentan vender de un supuesto país benefactor de Panamá. Que el partido gobernante en China se autotitule «comunista» no quiere decir que ese país lo sea. Por el contrario, China es un país capitalista escondido bajo el rótulo de «socialismo de mercado». Un país donde los trabajadores son sometidos a duras condiciones de explotación con bajos salarios. Un país que, en la arena internacional, actúa como una potencia capitalista con intereses geopolíticos, a veces contrapuestos con Estados Unidos, y a veces en concordancia con ese imperio. En países de África donde ha hecho grandes inversiones en obras públicas ha obtenido a cambio la propiedad sobre grandes extensiones de tierra, monopolio de productos agrícolas y mineros a costa de la prosperidad de los pueblos africanos.
3. No deben hacerse falsas ilusiones quienes pretenden que los 19 acuerdos comerciales firmados por el presidente Juan Carlos Varela con autoridades chinas, van a constituir una panacea para los males económicos y sociales que sufre Panamá. Por el contrario, los acuerdos refuerzan todo lo negativo de la estructura económica panameña: transitismo a ultranza; uso de nuestra posición geográfica en favor de intereses capitalistas extranjeros, los cuales se llevarán grandes ganancias, dejando muy poco en el país, gracias a las exoneraciones de impuestos; zonas especiales en las que no rige el Código de Trabajo, donde los trabajadores carecerán de derechos iguales al resto del país, etc. El Tratado de Libre Comercio, que empezará a negociarse, tendrá los mismos efectos negativos contra la agricultura y la industria nacionales que han tenido acuerdos similares firmados con Estados Unidos y la Unión Europea.
4. Por ese motivo, exhortamos a la clase trabajadora y los movimientos populares panameños a centrarse sobre estos problemas, que son los que en verdad importan. Debemos exigir que los acuerdos comerciales, con China y/o cualquier otra potencia, no deban ni puedan ejecutarse a costa de los derechos de la clase trabajadora; no se puede, ni se debe seguir permitiendo continuar con el modelo transitista, por el cual, desde la época colonial, el Istmo de Panamá es usado «promundi beneficio» por intereses foráneos dejando sólo migajas al pueblo panameño; hay que exigir que se acaben las exoneraciones para todo el sector logístico y la carga de impuestos para la clase asalariada panameña.
5. La comitiva empresarial, representante de la oligarquía criolla que estratégicamente acompañó al presidente Varela a China, vinculados históricamente a la corrupción y a hacer negocios a costa del estado, demuestra que el objetivo de este gobierno, y la burguesía que lo sostiene, es continuar lucrando y «vendiendo» al país. Varela pretenderá usar la inversión china y las mega obras para tratar de reencauchar su desprestigiado gobierno con miras a las elecciones de 2019. Hoy, más que antes, se hace necesario construir un proyecto político alternativo, que unifique a los sectores populares, sindicales y excluidos, en torno a un modelo social, económico y político, basado en la democracia participativa, la justicia social y la soberanía nacional.
¡No a los cuentos chinos de la oligarquía!
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