Juan C. Varela, Isabel de Saint Malo y Luis M. Hincapié acaban de tomar una decisión que los hace corresponsables de las muertes por ahogamiento de cientos de migrantes africanos, árabes y de otros países que intentan cruzar el Mediterráneo en frágiles botes para escapar del hambre y las guerras alcanzando las costas de Europa, […]
Juan C. Varela, Isabel de Saint Malo y Luis M. Hincapié acaban de tomar una decisión que los hace corresponsables de las muertes por ahogamiento de cientos de migrantes africanos, árabes y de otros países que intentan cruzar el Mediterráneo en frágiles botes para escapar del hambre y las guerras alcanzando las costas de Europa, que creen que les proveerán de asilo y empleo con el que mantener a las familias que dejaron atrás.
Los responsables de la política exterior panameña acaban de quitar el abanderamiento de nuestro país al barco Aquarius, administrado por SOS Méditerranée y Médicos Sin Fronteras, dos ONGs de incuestionable labor humanitaria. Este barco, junto con otros, realiza la tarea de rescatar del mar centenares de migrantes cuyos botes han naufragado y que de no ser por esta intervención morirían ahogados. Un cálculo modesto, estima en 12,000 las personas ahogadas en esta travesía desde 2014 a 2018.
Varela, Saint Malo e Hincapié han claudicado ante un pedido de desabanderar el barco para impedirle atracar en puertos europeos con su carga humana. Pedido realizado por el gobierno xenófobo, racista y facistoide que hoy tiene Italia. Gobierno que, al igual que otros derechistas europeos, pretende cerrar sus fronteras a los migrantes, especialmente si son negros africanos, cuyas vidas les importa un bledo.
El objetivo del gobierno italiano es que dejen de operar los barcos que hacen salvamento marítimo en favor de estos desvalidos, condenando a la muerte por ahogamiento a miles de personas. La derecha europea, de claras connotaciones fascistas, heredera de Mussolini y Hitler, a veces en secreto, pero cada vez más desembozadamente, ahora culpa de la crisis mundial de la globalización capitalista a los migrantes de los países del sur, que a su vez han sido víctimas históricas del saqueo de sus recursos naturales por las transnacionales europeas y norteamericanas. En la década del 30 el chivo expiatorio eran los judíos y comunistas, hoy son los musulmanes y africanos.
Este acto deleznable de Varela y su Ministerio de Relaciones Exteriores, los convierte en cómplices de la muerte de miles de personas que perecerán en el Mediterráneo. Algún día, un Tribunal Penal Internacional o un Juicio de Nuremberg deberá juzgar a estos responsables europeos y panameños de este crimen de lesa humanidad. Este acto ha sido realizado por un gobierno que pretende disfrazarse de «cristiano», y traer al Papa a un evento con jóvenes en pocos meses. ¡Qué vergüenza!
Desde que Juan C. Varela asumió la responsabilidad de la política exterior panameña, siendo vicepresidente de Ricardo Martinelli, nuestro país se ha sumido en una serie de actos y declaraciones cada vez más indignos. Desde visitas a Israel en medio de una masacre en Gaza hasta ser copartícipe del «Grupo de Lima» claramente intervencionista en los asuntos internos de Venezuela.
La penúltima escena fue el lamentable discurso en Naciones Unidas donde optó por arrodillarse ante el imperialismo norteamericano, endiosando a James Carter como supuesto «benefactor» de Panamá, ignorando olímpicamente, no sólo el papel de Omar Torrijos en los Tratados de 1977, sino lo que es peor: la lucha generacional heroica y el martirio del pueblo panameño por su soberanía, en especial de los jóvenes caídos el 9, 10 y 11 de enero de 1964, a quienes en verdad se debe el final de la Zona del Canal. ¡Qué vergüenza!
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