Existe un lenguaje no verbal que solamente pocas personas, debidamente entrenadas, sobre todo por el dominio de las técnicas de investigación del comportamiento humano, son capaces de percibir. Y en la interpretación de esas señales se entienden mensajes bastante importantes, sobre todo cuando se trata de gobernantes o autoridades públicas, representantes de gremios, empresas, grupos […]
Existe un lenguaje no verbal que solamente pocas personas, debidamente entrenadas, sobre todo por el dominio de las técnicas de investigación del comportamiento humano, son capaces de percibir. Y en la interpretación de esas señales se entienden mensajes bastante importantes, sobre todo cuando se trata de gobernantes o autoridades públicas, representantes de gremios, empresas, grupos religiosos y otros.
Durante los primeros días de gobierno del PAC hemos percibido señales que parecen indicaciones claras de lo que posiblemente sucederá durante este período.
Por ejemplo, no hubo Te Deum en la catedral metropolitana, resabio de antiquísimas tradiciones de la edad media, cuando los reyes y emperadores se arrodillaban ante el clero; tampoco hubo visita a la «negrita» de Cartago, tradición costarricense que indica claramente la connivencia del clero con el gobierno de turno; no hubo oración del arzobispo de San José durante la ceremonia de traspaso, y las jerarquías católicas, al igual que las de otras confesiones religiosas, ocuparon su lugar: las de un invitado más, sin distinciones especiales. ¿Será esto señal de que la separación de la Iglesia y el Estado, por fin se realizará? ¿Será señal de que durante este gobierno, al fin, tendremos un Estado Laico, mediante la modificación de la Constitución en este arcaico componente? ¿Será señal de que, por fin, dejaremos de financiar a la curia católica con las millonadas que les traspasan del presupuesto gubernamental, para disfrute de quienes se benefician, además, de la exención de impuestos sobre las innumerables propiedades inmuebles que poseen en nuestro país?
Otro, durante la entrada de los ministros designados y otras autoridades a la ceremonia de traspaso, así como se presentaron con sus esposas, hermosamente ataviadas pero con sencillez (nada de las «pasarelas» al estilo PUSC), el Ministro de Turismo se presentó con su «compañero» de 19 años de relación, elegantísimos los dos, representando una bofetada en el rostro a todos aquellos que adversan la diversidad sexual. Acto público, oficial, televisado, radiado, fotografiado, transmitido incluso al extranjero. ¡Bien por Costa Rica! ¿Será esto señal de que durante este gobierno, por fin, se solucionará el problema del no reconocimiento de los derechos humanos de aquellos que practican la diversidad sexual? Y estamos hablando de cosas simples, como el poder visitar a su pareja en los hospitales de la CCSS, por ejemplo. No estamos hablando de equiparar «sociedades de convivencia» con matrimonio, que eso es otra cosa bien distinta.
Finalmente, el señor Presidente de la República llega a la Casa Presidencial con la Primera Dama conduciendo su propio automóvil personal, que no es nada lujoso. Y declara que los carros oficiales son para uso de funcionarios en actividades «oficiales». ¿Será esto señal de que, por fin se eliminará el uso discrecional de automóviles oficiales para uso personal, como ha sido la costumbre en todos los gobiernos anteriores? Y llegando a su oficina, se quita el saco y queda en mangas de camisa, como diciéndonos: ¡aquí vine a trabajar! No a disfrutar de las mieles del poder. Ojalá los demás funcionarios, nombrados ahora o ya existentes, tomaran este ejemplo y lo imitaran. Pero va a ser necesario una disposición legal, como un decreto, por ejemplo, eliminando en toda la administración pública el uso discrecional de automóviles pagados por los dineros del pueblo.
Las atenciones a los invitados extranjeros, tanto de parte de la ex presidente saliente como la del presidente entrante, se caracterizaron por su brevedad, sobriedad y la ausencia de menús exquisitos, elaborados por especialistas de la cocina, a precios astronómicos, sino por platos típicos, sencillos pero sabrosos, y la ausencia de los excesos de licor de antes. ¿Será esto señal de que implementarán en las instituciones públicas la sobriedad de los agasajos y la eliminación de bebidas alcohólicas?
Se han dado más señales. Como el buen gusto del traspaso del poder, con su formalidad y sobriedad. ¡Qué diferencia a las carretas con bueyes, los bailes típicos, y el paseo del «murciélago de la paz» en su entrada al recinto, como personaje popular de película de horror. El que el pabellón nacional lo llevaran niños y no un grupo de miembros de la guardia civil, disfrazados de militares. El que fueran los niños los principales protagonistas de los actos culturales: la orquesta sinfónica, el coro de poesía, la bandera nacional formada por niños y jóvenes frente a la tarima.
También resulta una señal interesante, y muy apegada a nuestra forma de ser, lo anunciado a la modificación del DIS, (Departamento de Investigación y Seguridad adscrito al Ministerio de la Presidencia), que tiene una triste historia en los últimos años y un presupuesto desproporcionado. Para transformarlo de una «policía política» dedicada a espiar y perseguir enemigos, adversarios o personas incómodas porque tienen acceso a los medios de comunicación y denuncian las barbaridades de los funcionarios de gobierno, en una dependencia con funciones transparentes que colaboren, no solamente con la seguridad del Presidente y la Nación, sino como investigador de denuncias sobre actos de corrupción, para trasladar las denuncias al Poder Judicial.
Estas pueden ser señales, y esperamos que sí, pero hay que darles tiempo a los nuevos gobernantes. Por ello me parece improcedente que los profesores y maestros se lanzaran a la Casa Presidencial, en el primer día de gobierno, a exigir la solución de un problema que se viene arrastrando desde hace años: el atraso en el pago de sus salarios. Sin embargo recibieron a sus representantes, dialogaron y aunque no existe una solución rápida e inmediata, expresaron su mejor intención de solventar este doloroso problema.
Son solamente días desde la ascensión al poder de Luis Guillermo Solís. A quien voy a llamar «el jardinero» por dos razones: haber sabido sembrar en este hermoso jardín que es Costa Rica las semillas de la fe y la esperanza del buen gobierno en los ciudadanos, y por haber enviado a cortar los laureles de la india que tapaban a la casa presidencial, como una señal de la transparencia que prometió y esperamos que cumpla. No solamente él, sino los funcionarios por él designados, que es más importante.
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