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América Latina, ¡qué «capocidad»!

Fuentes: Rebelión

Qué casualidad, ¿o causalidad?, que cuando el magnate Donald Trump, ofende a viva voz a los mexicanos y con ello se lleva de encuentro a toda la comunidad latinoamericana que vive en los Estados Unidos, al estilo Indiana Jones, Joaquín, alias «El Chapo» Guzmán, escapa de la cárcel de máxima seguridad de México dejando en […]

Qué casualidad, ¿o causalidad?, que cuando el magnate Donald Trump, ofende a viva voz a los mexicanos y con ello se lleva de encuentro a toda la comunidad latinoamericana que vive en los Estados Unidos, al estilo Indiana Jones, Joaquín, alias «El Chapo» Guzmán, escapa de la cárcel de máxima seguridad de México dejando en total humillación al máximo representante de Washington en México, hasta como gendarme de inmigración contra los centroamericanos, Enrique Peña Nieto, y, de paso, como quien no quiere la cosa, le estalla en el rostro a Donald Trump el ingenio y la capocidad de hacer cosas tan maravillosas que superan al propio Hollywood.

Entonces vendría bien preguntarse: ¿Por qué México y mucho de America Latina, por no decir un tan alto tanto por ciento que casi toca el cien, está a favor del capo Guzmán y lo ve como un héroe y no como un villano? ¿No será que en el subconsciente colectivo se ve peor a un capo de la política que a un capo de la droga?

Aquí viene bien preguntarse, como lo dice un anuncio de la cadena Telemundo: «El señor de los cielos, nuestro criminal favorito». Y es verdad, Aurelio Casillas, protagonizado por Rafael Amaya, tiene más seguidores que los políticos, incluidos los «presidentes». No obstante, pasando de la ficción a la vida real o viceversa, pues se llega a un túnel de confusión, cuando el narco es un político (aun cuando se le llame «presidente») es abominable para los espectadores. Algo extraño hay en todo esto, y no falta quienes teoricen que el problema de los narcos es cuando se involucraron con los «políticos» (el entrecomillado es porque no deja de haber políticos buenos), e incluso de eso se resiente mucha gente de la actuación de Pablo Escobar, pues al parecer de cantidad de gente, estaría vivito y coleando si no le pica el virus del poder político.

En todo esto hay algo raro: ¿por qué los Estados Unidos hace el Triángulo Norte con dos gobiernos perrunos fieles a muerte a sus intereses (Honduras, Guatemala), pero de paso involucran a un país aún hoy en proceso de revolución como lo es El Salvador? El Triángulo Norte en realidad, ¿no debería de ser de sus títeres garantizados (México, Guatemala, Honduras, en orden descendente geografía no de corrupción)? Pero no, EEUU involucra al Pulgarcito de América, El Salvador, por estrategia política, para ponerlos a la par de los ultra corruptos Guatemala y Honduras y así desnaturalizar su revolución. De allí que el mandadero de lujo, Thomas Shannon, al hablar de la CICI en Centro America, de entrada comienza con El Salvador.

La idea es neutralizar políticamente el área, lo de la droga es un telón de fondo que nadie con un poquito de más de dos dedos de frente, como decía mi abuela, se lo cree. Y por ello vemos a un Daniel Ortega sorteándoselas entre revolucionario y cristiano; entre hablar a veces un poquito alto y otras recibir a un delincuente como Juan Orlando Hernández y presentarlo como presidente. Ni el propio Ortega cree en ello, eso sí, tan listo curtido por la experiencia, que sabe que es mejor dorarle la píldora a un fraudulento como Hernández, que ganarse la afrenta directa de Washington.

Pero pese a todos los «equilibrios» propuestos desde Washington, la verdad desmorona a estos «gobiernos» edificados a terror y mentira. Y en una época electoral, cuando los republicanos han llevado a la picota el tema de la inmigración (de forma racista y cercanía fronteriza latinoamericana), tanto para los propios republicanos como demócratas, la estabilidad de las fronteras cercanas es prioridad, pues en caso contrario la masiva inmigración es inminente, casi un derecho humano, de continuar deteriorándose las economías de estos países por fuerza de la corrupción.

Y se sospecha que el escape del Chapo Guzman tiene su firmeza en la capacidad económica, pero, a su vez, delata la corrupción de las autoridades y, aun así, no deja de deslumbrar la alta tecnología y la capocidad e ingenio de quienes actúan al margen de la ley, siguiendo el ejemplo que le dan esos «gobiernos» sin leyes que solo favorecen un país de leyes un poco más arriba, más al norte.

Y en este sentido vale la pena respaldar a Paulina Vega, Miss Universo (Colombia), a quien Donald Trump llamó hipócrita porque no renuncia a la corona. Y no debe de renunciar, ella se la ganó y tiene derecho a la libertad de expresión y de cuestionar y estar en desacuerdo con el candidato del pelucón (ni modo que le ponga la corona a él), no Paulina, tú tranquila (yo nervioso), mejor léete uno de mis libros, Big Banana, para que disfrutes las andanzas de una belleza colombiana en Nueva York.

La pregunta queda abierta: ¿Por qué en America Latina se es indulgente con los capos de la droga y no con los capos de la política?

Roberto Quesada: Escritor y periodista hondureño, diplomático ante las Naciones Unidas, autor de Big Banana, Nunca entres por Miami, Los barcos, etc. Disponibles en Amazon.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.