David Brooks

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Las cúpulas de ambos partidos son cómplices en llevar a esta república a una crisis existencial con graves consecuencias para el planeta. Sólo en estos últimos días, los legisladores suspendieron labores sin aprobar asistencia básica para decenas de millones que están enfrentando a la crisis económica en medio de la peste, pero sí avanzaron en aprobar un presupuesto militar de 740 mil millones de dólares.

A 100 días de lo que algunos sabios aseguran es la elección más importante en la historia de Estados Unidos, cuyas consecuencias no se limitarán a este lado de los muros fronterizos y las costas, el futuro depende de la resistencia popular contra las políticas y fuerzas antidemocráticas del régimen en Washington y sus cómplices.

Trump denunció, sin ocultar sus motivos partidistas electorales, que “todas las ciudades con problemas están gobernadas por… demócratas de izquierda radical”.

Según algunos cálculos, 32 por ciento de los hogares en el país no lograron pagar por completo sus rentas o sus mensualidades de sus hipotecas, reporta CNBC. Al mismo tiempo, se esperan centenas de miles de posibles desalojos al vencerse las moratorias.

El movimiento Black Lives Matter es posiblemente la movilización de protesta social más grande de la historia de Estados Unidos, la cual está rescatando el futuro de su país al recordar su historia real.

Por todo el país los movimientos exigen mejoras sociales. «Urge prepararse para la represión neofascista», alerta el activista y académico Cornel West.

El sistema estadunidense está en crisis en un momento de implosión o de transformación.

Estatuas, retratos, bustos, monumentos y otros símbolos de figuras y políticas opresoras –esclavistas, imperialistas, conquistadores– caen por todo el país, muchas derribadas por manifestantes y activistas y otras retiradas por órdenes oficiales como intentos para reconocer las demandas del movimiento contra el racismo sistémico que estalló hace un mes.

Estados Unidos está en el precipicio entre lo que se llama democracia y algún tipo de estado autoritario con tintes fascistas. Eso advierten generales y almirantes, ex altos funcionarios, líderes religiosos, figuras públicas e intelectuales progresistas y conservadores, un coro que tal vez no comparte otra cosa más que la necesidad urgente de sonar la alarma.

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