Artículos
La otra pregunta podría ser “¿Cuánta unidad de España puede consentir la democracia?” pero esto significaría que las urnas son las que consienten o no, es decir, mandan. Una ilusión siempre interrumpida, según la historia.
Ayer tuvimos pan, hoy solo podemos luz, se dijeron entre ellos, un día más, los dos.
Imagine usted un mitin electoral en un instituto de Medford, ciudad imaginaria situada en el Estado de Texas donde el alumnado cursa lo que aquí llamamos bachillerato. Se trata de elegir al delegado de los estudiantes.
Ayer hizo un mes que se celebraron las últimas elecciones autonómicas, cuya fecha fue ordenada por el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya.
Como el paraíso no existe, lo mejor es siempre relativo. En cambio, los países que han vivido el infierno de la dictadura ejercida durante décadas por autores de crímenes contra la humanidad saben que lo peor nunca termina de morir.
España está proporcionando al mundo el impagable espectáculo de un idioma al que se le han acabado los insultos para calificar las tropelías cometidas por su jefe del Estado, pero donde incluso a los chistes les cuesta convertirse en el teatro necesario para superar la vergüenza colectiva que nos tiene dominados.