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Las tomas de terrenos y la rebelión policial simbolizan el fin de la ilusión de un transcurrir tranquilo de la profunda crisis argentina. Un Gobierno más débil, que cedió a un chantaje armado, deberá lidiar con más reclamos y oposición, en el marco de una economía golpeada y una pandemia cuyo final es aún lejano e incierto.