José Natanson

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Quemando en el camino manuales de ciencia política, la recta final hacia las PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) está demostrando lo que parecía imposible: que polarización y apatía pueden convivir en la misma elección.

Nacidos entre fines del siglo XIX y principios del XX como expresión de la pequeña burguesía que surgía en el marco de la modernización económica, en general laicistas, de talante reformista y cultores de un racionalismo que era heredero directo de la Ilustración, los partidos radicales tenían como objetivo la separación Iglesia-Estado, la integración social de los sectores medios emergentes y, sobre todo, la conquista del sufragio universal.

Creada a comienzos de los años 70 en la localidad santafecina de San Carlos Centro por los hermanos Benvenutti, la pelopincho innovaba respecto de las viejas piletas de tela de algodón encerada, que se empapaban, resultaban difíciles de limpiar y desteñían, lo que hacía que los bañistas salieran coloreados del tono del estampado.

¿A quién vacunar primero? Aunque en apariencia el criterio es simple (exposición y riesgo), una mirada más profunda advierte algunas cuestiones delicadas, como la exclusión de la lista de prioridades de las personas con Certificado Único de Discapacidad, los casos de personal de salud no afectado a la lucha contra la Covid (psicólogos que atienden por Zoom) que se inmunizan antes, e incluso la cuestión de los docentes y los policías. ¿Un maestro de 25 años debe inmunizarse antes que un jubilado?, se pregunta José Natanson en esta nota, que busca abrir un debate sobre la forma más justa de construir la fila del vacunatorio.

Totalmente justificada en la primera etapa de la pandemia, el “momento zombie” en el que no se sabía cuánto tiempo duraría el virus ni cuáles serían sus efectos, la decisión del Gobierno Nacional y la mayoría de los gobernadores de cerrar las escuelas se fue estirando como un chicle, en un proceso análogo al de la cuarentena.

Pandemia y juventud

La curva de contagios por coronavirus crece y las miradas apuntan a los jóvenes, considerados “irresponsables” por los medios de comunicación. Sin embargo, la transgresión de los jóvenes es resultado de una gestión adulto-céntrica de la pandemia, que no tuvo en cuenta sus necesidades específicas. Luego de media docena de banderazos, el acto del 17 de octubre, el velorio de Maradona y las marchas a favor y en contra del aborto, responsabilizar a los jóvenes por el rebrote parece exagerado.

La pregunta por el gobierno de Alberto Fernández, sus éxitos y fracasos, es la pregunta por las posibilidades de la moderación política en Argentina.

Si el agente que origina la pandemia, el virus, es biológico, el modo en el que se propaga es social, resultado del contexto en el que se inserta, de las condiciones que le ofrecen la economía y la política; es consecuencia de un “sistema complejo” e históricamente situado que articula sociedad, instituciones y cultura.

Más por imperio de las circunstancias que por propia voluntad, el gobierno de Alberto Fernández estuvo condenado desde el comienzo a ser un gobierno monotemático.

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