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En el fondo de las montañas de los colindantes estados mexicanos de Puebla, Oaxaca y Guerrero se pinta el arcoíris con la lluvia que sopla el viento del sur. Ahí, entre el colorido de la vestimenta de las mujeres ñuu savi (mixteca) y la música tradicional se forma el espiral de la lengua tu’un savi de un pueblo que se niega a morir.
Mientras no haya intérpretes y traductores en lenguas indígenas en los juzgados y hospitales de México, difícilmente podemos hablar de inclusión en un país racista y clasista que prefiere discriminar antes de reconocerse diverso y plurilingüe.