Miguel Ángel Ferrer

Artículos

Parafraseando al clásico podríamos decir: transformación que cede, transformación que se suicida.

Para cambiar o para refrendar el rumbo seguido por México desde la llegada de López Obrador a la Presidencia de la República solamente hay un camino: la vía electoral. Y esta ruta sólo podrá ser andada en junio de 2024, fecha de la próxima elección presidencial.

Uno de los propósitos fundamentales de la ciencia económica ha sido desde mediados del siglo XVIII la redistribución de la renta nacional, es decir, de la riqueza social. Y desde esos lejanos ayeres la tarea quedó a cargo de la política fiscal.

De cara a las elecciones presidenciales de 2024, en México el panorama político es muy claro. Habrán de contender dos proyectos nítidamente definidos.

Finalmente y a sólo unos cuantos días de la Cumbre de las Américas en la ciudad de Los Ángeles, California, pase lo que pase, el gobierno del Presidente López Obrador habrá conseguido una sonora victoria política.

Durante muchos decenios la tasa anual de inflación en México fue del diez por ciento. Pero en el primer gobierno neoliberal, entre 1982 y 1988, la tasa inflacionaria fue de algo más del diez mil por ciento. Y la razón era muy simple.

Durante las varios decenios que perduró el dominio absoluto del régimen priista, los ideólogos, voceros y beneficiarios de ese sistema político solían decir: “En México los votos no se cuentan; se pesan”.

Es obvio que en el proceso político que culminó con el rechazo en el Congreso de la Unión de la reforma eléctrica obradorista la fuerzas de la derecha mostraron con crudeza su talante conservador, antinacional, pro empresarial y pro imperialista.

Hasta para el más superficial observador de la cosa pública mexicana es evidente que la llegada de López Obrador a Palacio Nacional significó el fin del ciclo perverso de las privatizaciones de los bienes públicos.

En vísperas del 19 de febrero, Día del Ejército, el Presidente de la República afirmó que no hay en México intentos de golpe de Estado. Y tiene razón. Actualmente no se vislumbran aprestos de un cuartelazo.

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