Miguel Ángel Ferrer

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La derecha mexicana le acaba de entregar al Presidente López Obrador una inestimable bandera política: una nueva y descarada intervención extranjera, esta vez por cuenta de la dupla Estados Unidos-Canadá.

Con respecto a los comicios del próximo año, 2023, para elegir gobernador en el Estado de México y en el estado de Coahuila una cosa es segura: no habrá fraude electoral institucional. Ganará el partido o la coalición de partidos que obtenga más sufragios.

A cuatro años del triunfo de López Obrador el panorama electoral es básicamente el mismo de entonces. La oposición conservadora mantiene un tercio del electorado, en tanto que el obradorismo cuenta con los dos tercios restantes.

La derecha mexicana ha emprendido una nueva campaña mediática contra el gobierno del Presidente López Obrador.

Ricardo Monreal ha dicho y repetido que buscará que su nombre aparezca en la boleta electoral como candidato a la Presidencia de la República en los comicios generales de 2024.

Parafraseando al clásico podríamos decir: transformación que cede, transformación que se suicida.

Para cambiar o para refrendar el rumbo seguido por México desde la llegada de López Obrador a la Presidencia de la República solamente hay un camino: la vía electoral. Y esta ruta sólo podrá ser andada en junio de 2024, fecha de la próxima elección presidencial.

Uno de los propósitos fundamentales de la ciencia económica ha sido desde mediados del siglo XVIII la redistribución de la renta nacional, es decir, de la riqueza social. Y desde esos lejanos ayeres la tarea quedó a cargo de la política fiscal.

De cara a las elecciones presidenciales de 2024, en México el panorama político es muy claro. Habrán de contender dos proyectos nítidamente definidos.

Finalmente y a sólo unos cuantos días de la Cumbre de las Américas en la ciudad de Los Ángeles, California, pase lo que pase, el gobierno del Presidente López Obrador habrá conseguido una sonora victoria política.

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