
A partir del 7 de abril de 1994, en un intervalo de menos de tres meses, cerca de un millón de ruandeses —la cifra exacta queda por determinar— fueron exterminados porque eran tutsis o se suponía que lo eran. Pero también hay que agregar el asesinato de decenas de miles de hutus moderados. Por supuesto, hubo un genocidio, es decir, la destrucción planificada de una colectividad entera por el asesinato masivo, cuyo objetivo era impedir su reproducción biológica y social.