
La corrupción en nuestra sociedad actual, especialmente en un mundo capitalista globalizado, constituye un universo en sí mismo. Es decir, tiene sus propias características fenomenológicas, pero esto no quiere decir nunca que se explica por sí misma ni que es ajena a todo el mundo de la política y de la economía. De hecho, hay una economía política de la corrupción que funciona según sus propias leyes correspondientes tanto a las de naturaleza económica como a las de naturaleza política.