
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
La pandemia del COVID-19 suspendió la coyuntura política más importante abierta en Chile desde el fin de la dictadura. A partir del 18 de octubre de 2019, millones de personas ocuparon las calles y los territorios del oasis neoliberal latinoamericano buscando cambiar un ordenamiento constitucional que ha perpetuado los intereses del imperialismo en el país del sur. El ¨milagro chileno¨, como llamó Friedman a las reformas de liberalización económica adoptadas durante el régimen militar, no tardó en sacralizar la desigualdad social como norma divina y a las clases dominantes como sus sacerdotes. De esta manera, la crisis pandémica que actualmente azota al mundo se superpuso a la crisis del modelo chileno, dejando al descubierto su verdadero motor: la mercantilización total de la vida social.
A tres meses del impacto de la pandemia, la situación se agrava en Ecuador con la supuesta “nueva normalidad” y las decisiones gubernamentales que debilitan aún más al sistema de Salud y generan más crisis con los recortes presupuestarios, leyes y ajustes de corte neoliberal que implican despidos masivos, desempleo, hambre y miseria.
El conflicto afgano ha continuado evolucionando tras el humo informativo de la pandemia. Tras casi cuatro décadas de violencia, Afganistán se asoma a una nueva situación que podría encaminar al país hacia una paz duradera, aunque son muchas las voces que mantienen el pesimismo.
Más del 80 % de las personas encuestadas apoyan medidas como la restricción de entrada de coches en las ciudades o un reparto del espacio público más favorable a viandantes, ciclistas y transporte público. Las medidas higiénicas son un punto clave para recuperar el uso del transporte público, al que volverían el 86 % de personas encuestadas.
La pandemia global expuso un sistema cuya “normalidad” llevó a que 265 millones de personas quden en riesgo de hambruna y que cada día 800 millones se vayan a dormir con hambre. Una “normalidad» donde Naciones Unidas denuncia el agotamiento del planeta para 2050 y la concentración de las riquezas quedan en manos del 1% de la población.