El legítimo proceso electoral de Nicaragua, realizado el domingo 06 de noviembre reciente, derrotó no sólo a la fragmentada y debilitada oposición política que por todos los medios llamó al abstencionismo electoral, sino también evidenció y venció las mentiras del pelotón de medios masivos de desinformación nacional e internacional en pie de guerra en contra […]
El legítimo proceso electoral de Nicaragua, realizado el domingo 06 de noviembre reciente, derrotó no sólo a la fragmentada y debilitada oposición política que por todos los medios llamó al abstencionismo electoral, sino también evidenció y venció las mentiras del pelotón de medios masivos de desinformación nacional e internacional en pie de guerra en contra de este atrevido país centroamericano que emprende su historia.
Diarios españoles, guatemaltecos, hondureños, etc., antes y durante la campaña electoral, repitieron consignas como: «Nicaragua, el país más pobre, bajo la dictadura de Ortega», «Nicaragua en descomposición sociopolítica», «Nicaragua en el abismo con el binomio Ortega-Murillo»…
Los argumentos que utilizaron y utilizan para desprestigiar el reciente proceso electoral nicaragüense fueron: «La ausencia de la alternancia electoral», «el parentesco existente entre Daniel Ortega (candidato a la presidencia) y su esposa Rosario Murillo (candidata a la vicepresidencia)», «ausencia de una fuerza política opositora unificada», entre otros.
Diarios como El País de España dedicaron páginas enteras para desinformar y hablar de lo «malo y dictatorial» que era el gobierno de Daniel Ortega, pero sin mencionar ni una sola palabra de los logros de la reciente década del gobierno de éste. Mucho menos, las razones del por qué este «dictador», que gana elecciones consecutivas, tiene tanto respaldo y legitimidad en el pueblo nicaragüense.
Las editoriales y contenidos de los diarios de Guatemala y Honduras, incluso se atrevieron a convocar al abstencionismo electoral, a desconocer, por anticipado, los resultados de las urnas si ganaba por tercera vez consecutivo Daniel Ortega.
¿En qué se diferencia Nicaragua actual de sus hermanas siamesas de Guatemala y Honduras?
Hace 10 años atrás, Nicaragua era el país más empobrecido y atrasado de Centroamérica. Por debajo de Honduras y Guatemala. Con porcentajes de desnutrición infantil y analfabetismo por encima de estos dos países centroamericanos.
El pueblo nicaragüense, en 2006, decidió dar el quiebre histórico (dejar de ser el patito feo de la región). Eligió por segunda vez al ex comandante guerrillero, Daniel Ortega, como su Presidente. Y éste vilipendiado y «resentido social», lidiando con toda la guerra mediática en su contra, logró sacar a flote a la Nicaragua predestinada a un «eterno» nefasto destino.
En la década del gobierno de Ortega, la pobreza en Nicaragua retrocedió del 48% que era en 2006, al 29.6% para el 2015. Según informes oficiales, en Guatemala y Honduras, la pobreza, para el 2015, bordea el 60% del total de la población en cada uno de estos dos países.
En otras palabras, mientras la década de la «dictadura» de Daniel Ortega convertía a más de un millón de nicaragüenses pobres en nuevos miembros de la clase media, los «democráticos» gobiernos corruptos neoliberales de Honduras y Guatemala hundían a cerca de dos millones de hondureños y guatemaltecos en situación de nuevos pobres.
De la pestilente situación de empobrecimiento, desempleo y miseria que carcome a la actual España neoliberal, ¡ni hablar!.
El «dictador» Ortega no sólo hizo retroceder el nivel de pobreza de su país. También abrió los ojos a cientos de miles de nicaragüenses analfabetos y liberó de la desnutrición a los niños «millonarios de lombrices». ¿Será que por lo menos hicieron algo de esto los gobiernos «democráticos» de Honduras y Guatemala, cuyos infantes, en más del 60%, sufren desnutrición crónica en la actualidad?
Mientras Honduras y Guatemala subsisten en una sangrienta descomposición social, bajo la tiranía de la violencia, Nicaragua es declarada por estudios internacionales como uno de los países más seguro de la región.
Mientras para el 2015, en Honduras se cometían 60 asesinatos violentos por cada cien mil habitantes, y en Guatemala 30; en Nicaragua se registraba apenas 8 asesinatos por cada cien mil habitantes.
Honduras y Guatemala, junto a México neoliberal, están catalogados como estados fallidos, con unidades territoriales bajo el control total del narcotráfico y crimen organizado. Asesinatos impunes de defensores de derechos humanos y periodistas, son cotidianos. ¿Ocurre algo parecido en la actual «dictadura» de Nicaragua?
Las oligarquías hondureñas y guatemaltecas, quienes tanto critican al envidiable proceso de cambio nicaragüense, bajo el gobierno de Ortega, convirtieron a aquellos dos países en pordioseros de la cooperación norteamericana, campeonas y subcampeonas en la corrupción pública, en territorios libres para el tráfico de drogas y blanqueo de dinero. ¿Será que no tienen vergüenza de criticar el pujante proceso de cambio nicaragüense?
El camino que emprende Nicaragua no es perfecto. Pero, de allí, que los ventrílocuos de las oligarquías en España, Honduras o Guatemala quieran desmerecer los logros de este país centroamericano, en la última década, es como que intenten tratarnos de idiotas los estúpidos.
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