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La herencia colonial que nos habita

Decimotercera conjetura de nuevo orden

Fuentes: Rebelión

La puesta en duda sobre la naturaleza del ser latinoamericano interiorizó durante siglos la idea de inferioridad que sustentó la dominación colonial, las leyes españolas impuestas a sus territorios colonizados en América fueron la base de la estratificación y segregación reflejada en la traza urbana, en la configuración del orden social y en la sobre-explotación […]

La puesta en duda sobre la naturaleza del ser latinoamericano interiorizó durante siglos la idea de inferioridad que sustentó la dominación colonial, las leyes españolas impuestas a sus territorios colonizados en América fueron la base de la estratificación y segregación reflejada en la traza urbana, en la configuración del orden social y en la sobre-explotación de la fuerza de trabajo y la riqueza natural, esas leyes que algunos historiadores e investigadores plantean que no fueron tan opresivas, son el real fundamento del racismo, discriminación y segregación que todavía padecemos, la lógica explicativa del mundo que trajeron consigo los europeos y su auto-reformulación a partir del contacto con América, hizo patente la necesidad de explicarse el mundo a partir del suceso inicial de la historia universal, la existencia de las culturas originarias en el territorio que hoy llamamos América Latina rompió de manera frontal toda la concepción anterior sobre los componentes del orbe que se tenían en Europa, siendo lo que se ha llamado América un resultado más por el hecho de que Occidente inventó un aparato lógico-explicativo para incluirla en el cosmos conocido, tal como lo ha explicado Edmundo O’Gorman en su obra La invención de América (FCE 1995), pero al hacerlo negó completamente la verdadera esencia del mundo original de los habitantes primeros de Nuestra América.

La persecución del pensamiento filosófico y cosmogónico de los pueblos originarios por los conquistadores a través de aparatos represivos como la Santa Inquisición, profundizó la negación de la existencia de ese pensamiento y contribuyó a la sobre posición hegemónica del ideal occidental-capitalista como argumento válido para explicar el mundo, las representaciones simbólicas tanto en el imaginario como en el patrimonio edificado siguen reproduciendo formas de dominación que de manera inconsciente se hacen patentes en contexto específicos y en coyunturas particulares del acontecer nacional y latinoamericano. La propia continuidad de la celebración del llamado día de la raza es una muestra, cuando desde tiempo atrás el concepto de raza fue superado para dar lugar a interpretación más plurales e incluyentes. Las formas reiteradas de la colonialidad y del eurocentrismo subyacen en el seno de las sociedades latinoamericanas y europeas, cuando se habla de la conquista y la colonización no se habla de lo mucho que los pueblos originarios proporcionaron a España y otras potencias europeas, no únicamente en términos económicos, es necesario hablar de las grandes aportaciones culturales que se dieron a raíz del contacto, Europa se enriqueció al grado de que su propia cultura se modificó, el eurocentrismo en el saber a negado estos hechos y ocultado para mantener las ideas de superioridad prevalecientes en la educación y cultura, hechos que no atañen particularmente a México, sino a toda América Latina. Todavía en la actualidad hay quienes niegan la existencia de la filosofía latinoamericana y su valor universal, el saber colonizado rige la producción científica en muchos de los principales centros de investigación y universidades del mundo, la colonia habita en la república en muy diversas formas como advirtiera José Martí en su ensayo fundacional Nuestra América .

Repensar las relaciones que sostienen las naciones en el mundo pasa por el reconocimiento pleno de los componentes históricos y presentes de cada una de ellas, la solicitud de perdón del gobierno mexicano es también para que España reconozca a plenitud a México, es una muestra de dignidad que busca implantar una nueva relación entre países forjada desde la aceptación de esa historia compartida pero desgranando sus particularidades, no como un hecho culposo, sino como una reflexión bilateral que propicie la verdadera hermandad, si bien los pueblos son hermanos desde mucho tiempo atrás, es innegable que continúan en muchos sectores de la sociedad europea ideas y actitudes que muestran lo enraizado del colonialismo haciéndolos sentirse superiores, el desprecio por Latinoamérica es visible. En la sociedad mexicana diversas formas de esos resabios coloniales se manifiestan en el racismo, la xenofobia y la segregación social y étnica, el diálogo entre naciones que debe propiciarse para resarcir la deuda histórica que la humanidad tiene con todos los pueblos del mundo, la opresión colonial es una herida abierta, esto no es rencor acumulado ni nostalgia histórica, es un hecho patente que se ha dejado ver con las reacciones en torno a las cartas enviadas el pasado primero de marzo por el presidente mexicano al rey de España y al Papa Francisco. Todas las formas de colonialidad deben ser superadas y puestas para abajo, dando lugar a sociedades críticas y emancipadas de dominaciones y opresiones simbólicas, conceptuales y materiales. Reconocer los agravios es para evitar su continuidad, hablarlos, discutirlos y ponerlos a la luz de este siglo XXI, es para que a partir de esas evidencias históricas construyamos sociedades más justas, igualitarias y equitativas, donde la explotación, la dominación neocolonial y la opresión clasista dejen su lugar a la libertad, autodeterminación y soberanía de todos los pueblos del mundo.

Cristóbal León Campos es integrante del Colectivo Disyuntivas

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.