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Carta al señor Felipe González

Encantadores de serpientes

Fuentes: Rebelión

Sr. González, La verdad es que no deja de llamarme la atención verlo aquí, contribuyendo a incendiar la política regional, en vez de quedarse, ayudando a apagar el fuego en Europa o en su mismo país, donde las cosas también están complicadas. Por aquí andaba antes el Sr. Aznar en esas tareas, parece que ahora […]

Sr. González,

La verdad es que no deja de llamarme la atención verlo aquí, contribuyendo a incendiar la política regional, en vez de quedarse, ayudando a apagar el fuego en Europa o en su mismo país, donde las cosas también están complicadas. Por aquí andaba antes el Sr. Aznar en esas tareas, parece que ahora le toca a Ud. tomar el relevo.

Pero ya que está Ud. aquí y la cita es sobre gobernabilidad democrática, más que su opinión sobre Venezuela me gustaría saber que piensa del Plan B que grupos políticos europeos opuestos a las políticas de austeridad propusieron el pasado fin de semana en Madrid.

Este inicio de un (imposible) diálogo imaginario quizás pudo ser realidad. Bastaba con que hubiese aceptado la convocatoria a la conferencia de prensa que hizo la Fundación Arias, en San José de Costa Rica, el pasado jueves 25 de febrero, sobre «Gobernabilidad Democrática y Participación Ciudadana», que se organizó en coordinación con la Fundación Europea para la Democracia, que fundó Vaclav Havel. En realidad, era para afinar estrategias de apoyo a la oposición venezolana, ahora que vislumbran la posibilidad de poner fin a un régimen que se tambalea.

Estaban el anfitrión, el dos veces presidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz, Oscar Arias; Felipe González; la exgobernadora de Puerto Rico, Sila Calderón. Anunciaron también al expresidente de Bolivia, Jorge Quiroga, al excanciller mexicano, Jorge Castañeda, a opositores cubanos y venezolanos. La reunión fue privada. Sus resultados no pueden, naturalmente, hacerse públicos.

Al final, no fui a la conferencia de prensa. No tenía, en realidad, nada que preguntarles, ni paciencia para oírlos. Los conozco demasiado bien. Son encantadores de serpiente.

Gobernanza democrática o conservadurismo

En Latinoamérica existe una crisis de gobernanza y señalaron a Venezuela como el principal ejemplo, leí después, en los resúmenes de la conferencia de prensa.

¿Y Europa? ¿No es ejemplo? ¿Hace falta venir hasta aquí para hablar de gobernanza democrática? ¿No se trató el tema en una amplísima reunión realizada tan solo el fin de semana anterior a la cita de San José, en la misma Madrid, sobre la que pensé inicialmente preguntar a González? ¿No existe en Estados Unidos, donde una campaña electoral eriza la piel a la misma clase política norteamericana? ¿Por qué asustarse, si después de Reagan, de Bush hijo, ahora sea Trump un posible presidente?

«La maravilla de la democracia, y que todavía no se cree el presidente de Venezuela, no es que uno sea capaz de elegir al mejor gobierno. La maravilla es que uno puede quitar al gobierno cuando no le guste», habría dicho González, refiriéndose a ese país.

Es como la teoría esgrimida una vez por el ex Secretario de Estado Henry Kissinger, cuando preparaba la estrategia para debilitar el gobierno de Allende con el sabotaje económico, con la escasez, mientras financiaba y organizaba el golpe militar (es una maravilla que uno pueda quitar al gobierno cuando no le guste). O Bush, el hijo, cuando decidió cambiar el gobierno de Irak. Y luego decidieron cambiar el gobierno de Libia, o el de Assad, o, en la misma Europa, el de Ucrania. Siempre con el mismo argumento de la libertad y la democracia, siempre con la complicidad europea, con las consecuencias que conocemos, que sufren los sirios, pero también los turcos, los griegos, los ucranianos y toda Europa.

¿No será suficiente comprobar el resultado catastrófico de la maravilla que entusiasma a González para detenerse un momento? ¿Para cambiar de rumbo?

Pero supongo que González no se refería a esos casos, que se refería a Venezuela y a su pueblo, que votó contra el chavismo en las pasadas elecciones parlamentarias.

Antes Arias había dicho que el chavismo destruyó Venezuela y que los diputados de ese país (ahora con amplísima mayoría opositora) deben buscar una salida constitucional al Gobierno de Nicolás Maduro. Pero, prudente, les advirtió que la región «no admitirá un golpe de Estado».

Hay que ser ciego para no ver los errores que facilitaron la derrota electoral del chavismo en las recientes elecciones parlamentarias. Pero hay que ser cínico para no ver el sabotaje económico que, como en el caso de Chile, hace 43 años, contribuyó a ablandar el enemigo.

Al final, como siempre, no son los errores de la izquierda los que mueven la derecha a golpear. Son los aciertos. Los errores solo facilitan el que tengan éxito. Y, cuando triunfan, como también sabemos, no vienen a corregir «errores». Vienen a adueñarse de todo, como lo muestra la insostenible concentración de la riqueza mundial en cada vez menos manos, la expresión más acabada de políticas neoliberales que eran impensables antes su triunfo en lo que se llamó la Guerra Fría.

Habría que ser muy ingenuo para no saber de qué se trata. Lo dijo Jakub Klepal, director ejecutivo del Foro 2000, creado por el mismo Havel. Klepal, citado por agencias de prensa, indicó que en el foro se discutirá sobre «cómo se intenta violar los resultados de las elecciones democráticas, con un Ejecutivo que intenta con medios de dudosa legitimidad impedir el tránsito a otro sistema, a otro Gobierno».

No más muertes

Los reunidos en San José dan muestras de algo decisivo en política: el sentido de oportunidad. Saltar en el momento exacto. Acechar, procurando el animal enfermo, o viejo, para caerle encima. Como leona (o como hiena, o buitre). Saben que, por allá, todo se cae a pedazos, piensan que ha llegado su hora. Quizás tengan razón. Han esperado que los de arriba repitieran la operación del 73, ablandaran el enemigo con muchos golpes al hígado. Y entonces saltan. Ha sido siempre así, desde la época de la revolución sandinista, en los años 80.

Pero ¡hay que evitar más muertos! Arias, quien a mediados de febrero visitó Venezuela y pronunció un discurso en la Asamblea Nacional muy crítico del gobierno de Maduro, afirmó aquí que «lo que todos buscamos es que el desenlace de esto sea sin violencia». «Que no vuelva a ocurrir el derramamiento de sangre cuando murieron 43 personas hace dos años. Los diputados me dijeron que hay seis salidas en la Constitución y serán ellos los que tendrán que escoger la salida preferible con aceptación de la mayoría del Parlamento», declaró.

¿Murieron 43 personas? ¿De qué murieron? ¿Quién las mató? Eran casi todos chavistas. Murieron en una de las asonadas convocadas por el líder opositor Leopoldo López, luego encarcelado y condenado por las responsabilidades que pudo tener en esas muertes. Para Arias, «en Venezuela están irrespetando los derechos humanos, porque los que opinan distinto son penados con cárcel y eso es inaceptable». En San José estaban esperando la esposa de López, que al final no pudo venir, desde República Dominicana, donde se encontraba, por no contar con vacuna contra la fiebre amarilla.

Yo no se si López debe estar preso o no por esos crímenes. Eso lo tienen que resolver los venezolanos. Esas muertes, como es evidente, tienen profundas causas políticas. Y costos. Como advierte Arias, ¡hay que evitar más muertos!

¿Y quiénes son los que acechan, los que esperan para volver al poder? Los mismos que Chávez desalojó hace ya más de diez años, los mismos que habían llevado el país al caos de entonces y que ahora presiden la Asamblea y controlan el parlamento.

¿Es esa la salida?

Soga en casa de ahorcado

«Tenemos un problema que se llama crisis de gobernanza de la democracia representativa y en medio de ese problema muchos líderes que llegan al poder en contra de la reelección, pero que quieren reelegirse», dijo González en la conferencia de prensa.

Menciona soga en casa de ahorcado. En Costa Rica estaba prohibida la reelección presidencial. Solo se podía ser presidente un período, sin reelección en ningún momento. Arias, presidente en el período 82-86, quería volver. Acudió a la Sala Constitucional. Pensaba que le darían la razón, pero perdió. Sacó entonces el conejo de la chistera. Un miembro de la Sala murió, otro se pensionó. Con mayoría en el Congreso, hizo elegir a dos partidarios de sus tesis. Y volvió a presentar el caso a la Sala. Ganó. Pudo reelegirse. Pero, para eso, tuvo que manosear los tres poderes de la República y la constitución. Como lo dije otras veces: si alguien que, en vida, ha tenido tantos privilegios y honores se atreve a manosear la constitución política en beneficio propio, ¿dónde debe detenerse un padre que no tiene para dar de comer a sus hijos? ¿Es esta la lección de gobernanza democrática?

Pero ahí estaba Arias, sentado al lado de González, mientras oía el regaño. Quizás no se dio por aludido.

¿Y para qué quería Arias volver al poder? Para resolver una disputa enconada, una resistencia formidable que solo en Costa Rica se dio, contra el tratado de libre comercio entre los países centroamericanos, República Dominicana y Estados Unidos. En Costa Rica, estaba en juego también la privatización del negocio de telecomunicaciones y los seguros, hasta en entonces en manos del Estado. Convocado un referendo, al final ganó Arias, por cerca de tres puntos, en una de las campañas políticas más sórdidas de que se tenga memoria en el país.

La estrategia, pergeñada en un memorando firmado por su entonces vicepresidente de la República y por un diputado, primo suyo, quedó conocida como la «Estrategia del miedo».

La filtración del documento le costó el cargo al vicepresidente, que tuvo que renunciar. Luego lo acomodaron en un puesto clave en la Organización de Estados Americanos (OEA). Al diputado terminaron nombrándolo embajador en el Vaticano.

Luego Arias dice que «en 200 años de vida independiente no hay un solo país que haya logrado convertirse en un país del primer mundo en América Latina y eso significa que algo hemos hecho mal». Lo dice como si en esos 200 años no hubiesen gobernado siempre él y los suyos. Como si la solución fuera privatizar lo que aun quede, convencernos de que entregando la salud, la educación, las carreteras, a manos privadas, entraremos al primer mundo.

Además del tratado de libre comercio, la privatización de las telecomunicaciones y los seguros, su otro sueño es la ley de concesión de obras públicas, presentando como ejemplo de modernidad algo que a lo que más se parece es a la Edad Media, cuando había que pagar peaje para cruzar las tierras de los señores.

Y quizás el fin del Seguro Social, al que cargó cerca de diez mil puestos de trabajo innecesarios e insostenibles que amenazan con implosionarlo, mientras crecen los servicios privados, a los que la mayoría no tiene acceso.

Nada de lo que digo avala los errores de los nuestros

Dije que son encantadores de serpientes. Lo digo por las razones esgrimidas arriba. No puedo estar de acuerdo con políticas que han llevado el mundo a los extremos en que está.

En América Latina y ahora en Europa, crece la resistencia. Frédéric Lordón, economista, autor de varios libros sobre el tema, habló en París sobre el «Plan B» contra las políticas de austeridad europeas que luego se discutió en Madrid.

«La construcción europea es un terrible fracaso. Jamás se habían visto tantas tensiones políticas de todo tipo, y tan cerca del punto crítico: la extrema derecha nacionalista a las puertas del poder, separatismo endémico, pueblos que se levantan unos contra otros, etcétera, etcétera», afirmó.

Es lo que nos quieren recetar aquí. Refiriéndose a Europa, señaló: «hasta hace poco, el neoliberalismo era la tendencia general de todos los Estados miembros. ¡Y luego vino Syriza! Y Podemos, y la coalición portuguesa, alternativas un tanto balbuceantes…» Estaba hablando de las políticas monetarias europeas. Pero también del carácter internacional de estas luchas.

En América Latina no hemos parado de buscar alternativas a una política neoliberal cuyos resultados es la creciente polarización de la sociedad. Se intentó en Cuba, desde hace más de medio siglo, en circunstancias muy distintas a las actuales. Y desde entonces no se ha parado de buscar alternativas, en Chile, en Brasil, en Uruguay, en Argentina, en Venezuela, en Ecuador, en Bolivia. No se trata de buscar recetas, cada país tiene que encontrar su propio camino. Todas enfrentan la enorme resistencia conservadora, además de problemas internos, bien conocidos en cada caso. Errores propios, pero también el enconado sabotaje.

El problema de esa oposición conservadora es que, hasta hace algunos años, tenía una ilusión que vender. Hoy, atenazada por una crisis que el caos europeo hace evidente, tiene muy poco que ofrecer.

Los que intentan el cambio no tienen más que seguir intentando, aprendiendo, uniéndose, corrigiendo errores, que no entregando el poder a estos encantadores de serpiente que nos han llevado a la crisis actual.

Es indispensable mirar a Europa nuevamente, vernos cara a cara, unir esfuerzos. Deberíamos asomarnos, de ese Plan B algo tenemos también que aprender. ¡Y enseñar!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.