-M.H.: Como cada dos semanas, estamos en la FM 99.7 Che Barracas y en esta oportunidad con Ricardo Napurí, conocido de algunos de los que tal vez nos estén escuchando hoy, porque Ricardo se ha acercado en varias oportunidades a dar clases especiales al Bachillerato Popular «Darío Santillán». En esta oportunidad lo invitamos para conocer […]
-M.H.: Como cada dos semanas, estamos en la FM 99.7 Che Barracas y en esta oportunidad con Ricardo Napurí, conocido de algunos de los que tal vez nos estén escuchando hoy, porque Ricardo se ha acercado en varias oportunidades a dar clases especiales al Bachillerato Popular «Darío Santillán». En esta oportunidad lo invitamos para conocer un poco su trayectoria, su experiencia como diputado constituyente peruano en 1979 y senador de ese país de 1980 a 1985 y otras actividades que iremos desgranando a lo largo de esta entrevista. Buenas tardes Ricardo.
-R.N.: Buenas tardes para ti y los oyentes.
M.H.: A comienzos de octubre se cumplió un nuevo aniversario de un hecho que de alguna manera marcó tu vida, que fue tu negativa, como miembro de la aviación peruana, a bombardear a militantes de izquierda sublevados contra el gobierno de la época. Me gustaría que nos comentaras en qué consistieron esos hechos.
-R.N.: En Perú después de la Segunda Guerra Mundial, así como en toda Latinoamérica, se habían gestado movimientos democráticos, un amplio ascenso social y bastante lucha antiimperialista, y en ese cuadro de situación, en Perú, el partido Aprista, histórico partido que nació como cuasi marxista, cuasi socialista, antiimperialista y que fue derivando en otra cosa, como ha ocurrido con la mayoría de estos movimientos populares después de la Primera Guerra Mundial.
El APRA gestó un frente amplio para las elecciones del año 1946 y fue el factor principal en ese frente que llevaba como candidato presidencial al Dr. Bustamante Rivero que era un liberal conservador, un jurista notable que después fue presidente de algún tribunal internacional importante.
El gobierno tenía esta contradicción, estaba dirigido por un conservador, apoyado por un partido que había sido de izquierda y que tenía respuestas que dar, por lo menos en el terreno del nacionalismo. Y una situación particular en Latinoamérica que exigía cambios fundamentales, estamos hablando de la postguerra. Pero el partido era conservador y no cumplía en nada con las expectativas populares, entonces como ocurre en la mayoría de estos partidos de frente de clases, que tienen un ala izquierda poderosa, que incluso había trabajado históricamente con las Fuerzas Armadas, sobre todo con los cuadros medios y con la tropa. Entonces esta izquierda aprista le exige al APRA que sea consecuente y que en lugar de hacer política conservadora, aproveche su autoridad, la fuerza y el ascenso social para de alguna manera llevar al gobierno la exigencia de un programa por lo menos nacionalista.
El APRA no lo hizo, entonces la izquierda se rebeló contra la dirección, y como tenían contactos porque el APRA era un partido que había pasado toda su vida en la clandestinidad, tenía un aparato militar clandestino que se había probado en muchos acontecimientos de tipo insurreccional a lo largo de las décadas, entonces el comando civil-militar del APRA decidió provocar una rebelión contra la dirección del partido y el gobierno.
Por eso se produjo la sublevación de este ala del partido aprista el 3 de octubre de 1948. Los cuarteles del ejército, los generales y coroneles que en Perú era tradicional que se comprometieran en un golpe de estado, a última hora se abrieron, pero quedaron los mandos medios de la Marina, los suboficiales y la tropa, de tal manera que toda la escuadra se levantó contra el gobierno, pero quedaron aislados.
Yo era miembro de transportes aéreos militares, pero hacíamos práctica militar armados, y el comando de mi guarnición me pidió, como a otros compañeros, que fuéramos a ver cuál era la actitud de los rebeldes respecto de la aviación y también para que tomáramos fotos, porque se pensaba que después iban a reprimir los aviones que venían de Talar, del Sur. Íbamos a preparar el terreno, yo fui uno de los pilotos que hizo esa tarea y constaté que en las cubiertas de los barcos, unos más importantes que otros, había centenares de civiles y militares que nos saludaban con pañuelos blancos porque les habían dicho que la aviación estaba con ellos, entonces a esos aviones que preparaban una posterior represión, los saludaban como aviones amigos porque obviamente no estábamos armados en ese momento y aparecíamos como que los estábamos saludando.
A la vuelta yo comuniqué, mis otros compañeros habrán hecho lo mismo, este hecho a mis mandos y ellos habrán consultado con la superioridad, ya que los aviones que iban a reprimir llegaban dos días después, porque había que prepararlos y estaban a 1800 kilómetros. Entonces decidieron atacar de sorpresa, es decir, ya que están desarmados y creían que éramos amigos, «vamos a echarles bala».
Como los aviones armados estaban ahí, me mandaron a subir a una patrulla y a sorprenderlos y yo dije que no. Ahora, ¿por qué? Primero porque era una carnicería, segundo porque era un acto canallesco porque esa gente sorprendida no iba a disparar contra los aviones, no era una pelea leal de un insurrecto y otro que reprime, estaban engañados, con alevosía íbamos a volar cabezas y cuerpos, ante ese hecho yo dije que no, pero mis compañeros aceptaron.
Esto era inaudito en la vida militar porque hay que cumplir las órdenes sin dudas ni murmuraciones, pero es bueno decirlo porque tiene que ver con el sentido de tu pregunta, yo no era politizado en ese momento, no es que yo fuera un hombre de izquierda o que había tomado partido, era solamente un joven piloto que por su origen social tenía sensibilidad humana y social, nada más, entonces entraba en contradicción, porque al haber entrado a la aviación yo sabía que en caso de una guerra sí podía uno reprimir o matar, pero la cosa no era matar civiles o militares desarmados.
A pesar de mi despolitización y que no tenía gran cultura en estos menesteres operó mi sensibilidad humana: yo no mato con alevosía ni mato por matar. Me sancionaron, estuve preso un tiempo, y después me expulsaron de la Fuerza Aérea y me echaron del país por haberme negado a cumplir una orden, pero una orden miserable. Lo que después se llamó «obediencia debida» que afirma que el inferior tiene que cumplir una orden, cualquiera sea su naturaleza, sin tener derecho a discriminar si esa orden significa sacarle los ojos o los testículos a alguien o violar una mujer, lo cual es muy conocido por los argentinos a través de las dictaduras militares.
Esas son las razones y los elementos que contribuyeron a este incidente que me han hecho tempranamente una especie de opositor al principio de obediencia debida y es un gesto que conservo con orgullo en mi mochila, porque es un gesto digno y un capital político en estos tiempos de genocidio y barbarie.
-M.H.: Esa situación te deposita en nuestro país. ¿Qué sucede en tu vida desde ese momento?
-R.N.: Primero tengo que decirles, porque lo político no desdice lo humano, que mi madre es argentina, yo soy un poco binacional, tengo la mitad de mi familia en Argentina y la otra mitad en Perú, por eso vine a la Argentina, porque a mí me pusieron en la frontera, yo podría haberme ido a cualquier otro país pero escogí la Argentina porque era el país de mi madre. Yo no conocía, no sabía lo que me esperaba. Cruzando Bolivia, que es un tema que si quieres tocamos más adelante, porque he realizado tareas políticas importantes en Bolivia por décadas, llegué a Argentina. Cuando yo era oficial de aviación en Perú, clandestinamente, sin que los mandos superiores supieran, yo estudiaba Letras, que era la antesala para entrar a Derecho, en la histórica Universidad de San Marcos, de tal manera que cuando llegué acá, 3 o 4 días después, fui a la Facultad de Derecho para ver si era posible hacer algo que me permitiera ingresar, teniendo en cuenta que tenía dos años cursados en Perú. Pero no fue posible porque solo cuando estás graduado podés ratificar tu título, pero no cuando solo has hecho algunas materias.
Mientras tanto, mi caso había salido en los diarios de Perú por dos razones, por la rebelión del APRA y porque 27 días después se levantó en Arequipa un General de ultra derecha y terminó lo que no pudieron hacer los apristas, el General Odría que estableció una dictadura feroz que duró ocho años.
-M.H.: A la que hace referencia «Conversación en la Catedral» de Vargas Llosa, ¿Verdad?
-R.N.: Sí. En ese marco es que salí expulsado, lo cual había salido en los diarios, y lo extraño aquí era ver a un uniformado peruano. Primero, no era algo común ver a un uniformado aquí y, por otro lado, yo no sabía que las universidades eran anti peronistas en general. Cuando ellos me vieron haciendo trámites uniformado me preguntaron quién era, yo les respondí sinceramente, les conté mi versión a 30 alumnos y a la salida violentamente me toman tres tipos y me meten a un auto y me llevan a la seccional de la Policía Federal Argentina en la calle Urquiza frente al Hospital Ramos Mejía, sección importante, donde ya habían torturado a un estudiante y aplicaban la picana eléctrica, durante el primer gobierno de Perón.
Yo no sabía en qué me había metido, pero los tipos me apremiaron y me preguntaron qué hacía yo con los enemigos del régimen, uniformado, porque un poco la lógica militar dice que es extraño que un uniformado extranjero le dé una charla a opositores del gobierno, eso solamente, dentro de esa lógica, lo hace un espía o un comunista. La imaginación policial se enriquece a través de la obligación que tienen de crear estas cosas porque necesitan ascender o por querer justificar su vida represiva.
Yo les dije mi verdad, también trajeron a mi hermana presa y los dos decíamos lo mismo. Fueron a la Embajada de Perú y ahí les dijeron que al día siguiente les iban a dar una respuesta sobre mí. Y les dicen que ese Teniente estaba en Perú, que era un impostor. Lo que había ocurrido era que no me habían dado la baja formal, porque como había habido una situación con una especie de vacío de poder, donde un gobierno se iba derrotado y otro llegaba, que no se había instalado formalmente, yo aparecía en mi base, entonces les dijeron que era un impostor y que hicieran conmigo lo que quisieran.
Ahí vino la tortura, los golpes, las acusaciones de espía internacional, etc. A mi hermana la dejaron en libertad y fue al estudio del Dr. Arturo Frondizi y no lo encontró porque era Diputado, su hermano Silvio, que era socio le dijo que él se encargaba, porque además de ser maestro universitario y dirigente político de un grupo llamado Praxis, se dedicaba a la lucha por los derechos humanos y a apoyar a los perseguidos políticos.
Me sacó de la prisión, pero antes de salir, como cuento en mi libro «Pensar América Latina», cuando ya se constató la verdad, porque Silvio logró demostrar que era cierto lo que yo decía, entonces ellos se encontraron con un oficial de aviación o un ex oficial encerrado.
En la comisaría hubo una fiesta de 20 personas y vienen dos norteamericanos alcoholizados y se presentan como miembros del FBI o de la CIA, que seguramente ya tenían datos míos y me cuentan que ellos mantenían económica y políticamente a esa sección, como lo hacían en todos los organismos represivos de América Latina, donde les permitían los gobiernos, que era más importante para el gobierno de Estados Unidos, el vínculo para reprimir a los comunistas y subversivos que el apoyo que les podían dar a las Fuerzas Armadas. Eso me contaron y yo escuchaba porque no sabía nada de esas cosas, después en mi vida política lo comprobaría. Ellos mismos me contaron que esa sección reconocía más la autoridad del gobierno de los Estados Unidos a través de sus agentes y a la gente de la Embajada que estaba vinculada con ellos.
Pasando a otra cosa, porque esta es una anécdota importante de contenido político, Silvio después de escucharme, me dijo que me había metido en la boca del lobo porque las Universidades eran anti peronistas, y al ver mi sinceridad cuando le dije que había venido como en paracaídas y que no tenía destino, me ofreció su apoyo personal y me pidió que me uniera a su grupo político, Praxis, que era un grupo marxista en formación, para que me forme por mi origen y por los gestos que había tenido en mi vida y avanzara políticamente como militante revolucionario.
De esta forma, con estos incidentes políticos yo entro a la Argentina privilegiadamente, porque obviamente salgo de la cárcel e ingreso no solamente a la relación personal con Silvio Frondizi sino también a su grupo familiar, entonces un tipo que no tenía ni ropa para vestirse, termina no solamente teniendo la oportunidad de formarse políticamente, lo cual es un privilegio con un maestro calificado, sino también el apoyo de un grupo familiar destacado que está en la historia de la Argentina, un privilegio absoluto. Son elementos contradictorios que da la vida.
El Che me dijo que tenía la obligación de sumarme a su proyecto
-M.H.: Aclaremos que Arturo Frondizi fue Presidente de la Nación entre 1958-62 y Risieri Frondizi, otro hermano de Silvio, rector de la Universidad de Buenos Aires.
Siguiendo en la etapa argentina, de formación política dentro del grupo Praxis con Silvio Frondizi y producto de esa formación, en el año 1959 Ricardo Napurí tiene la oportunidad de viajar a Cuba, podríamos decir en el inicio mismo de la Revolución Cubana, acompañando a la madre de Ernesto Che Guevara en un avión fletado por Camilo Cienfuegos. ¿Qué día llegaste a La Habana?
-R.N.: Llegué el 9 de enero de 1959, al día siguiente que Fidel Castro entrara a La Habana con los miles de hombres que había reclutado desde Santiago de Cuba. Y puedo decir por qué. El 26 de Julio era un movimiento que se había gestado alrededor de los jóvenes que desembarcaron en 1956 del Granma y no tenía un gran desarrollo político sino que estaban localizados en Santiago de Cuba, que era la provincia del oriente cerca de La Sierra Maestra.
Los guerrilleros no eran más de mil, entonces Fidel Castro, que una de sus cualidades es su genialidad política, se dio cuenta de la maniobra que estaba haciendo el imperialismo a través de su embajada que consiguió que algunos partidos políticos, no sé si inclusive el Partido Comunista, que ya había apoyado a Batista antes y no era tan consecuente con la guerrilla, ya que inicialmente se había opuesto. No sé si hubo una disidencia, pero yo encontré en las calles un volante que decía que el Partido Comunista apoyaba esta iniciativa, que era un gobierno de unidad nacional presidido por un Coronel Cantilo, con apoyo norteamericano.
Obviamente le querían birlar la victoria a los guerrilleros, la maniobra final, con el pretexto de un gobierno de unidad nacional regido por Estados Unidos. Fidel, que conocía la maniobra estaba todavía en la provincia de Oriente, porque Camilo Cienfuegos y el Che ya habían entrado el 30 a La Habana y estaban en La Fortaleza esperando su llegada, no habían entrado formalmente a la ciudad sino que estaban atrincherados ahí.
Entonces Fidel demora esos días, desde que se va Batista en la noche del 31 de diciembre hasta el 8 de enero que llega a La Habana, reclutando gente, primero movilizando a todo el pueblo contra la dictadura que se había ido pero no se sabía qué iba a ocurrir después. Entonces Fidel ingresa con 20 o 30.000 personas que no eran combatientes, sino reclutados en el camino. Además, decreta una huelga general por tiempo indefinido, otro rasgo de genialidad política, entonces paraliza el país.
Los presuntos demócratas se encontraron entre una huelga general y las miles de personas que venían rebeladas desde las provincias entonces, naturalmente, capitularon de su proyecto. Esto hay que decirlo porque es educativo en muchos sentidos. Las historias de los procesos tienen sus peculiaridades, y ahí se juegan un montón de factores que tienen que ver con el poder, no te olvides que en mi libro está resaltado el hecho de que antes de ser el «Che», el joven Ernesto Guevara, yendo de Guatemala a México, se encuentra con Fortuny, secretario general del partido dominante del gobierno guatemalteco y le pregunta a este hombre importante, por qué se habían ido del gobierno, por qué habían capitulado, por qué el Coronel Jacobo Arbenz no había peleado, esto lo cuenta Hilda Gadea en su libro y yo lo reproduzco en el mío, y le responde que las cosas habían salido mal y que era mejor entregar el poder al enemigo para después enfrentarse desde la oposición. Una barbaridad. El Che que todavía no era «el Che», que se estaba formando, tenía convicciones políticas elementales pero firmes, le dijo que no, que lo que había que hacer era pelear porque si el Coronel Arbenz no se va a las sierras con algunas miles de personas, siendo el presidente constitucional la cosa se resolvía, que había que pelear. Arbenz huyó porque había decidido no pelear.
Esto lo cito porque en el caso de Fidel, como se dio cuenta de que le querían birlar el poder, sabía que la situación se resolvía por relaciones de poder, y que esas relaciones eran favorables porque ya tenía a los trabajadores con la huelga general, el país paralizado y él mismo, que había derrotado al ejército, entonces la relación de fuerzas estaba en su favor. Digo esto porque es rico para contarlo, muchas veces ni la historia ni las biografías cuentan detalladamente estos aspectos.
Yo llego al día siguiente que entra Fidel Castro a La Habana con una ventaja porque nos alojan a todos en lo que después se llamó el Hotel Habana Libre, que en ese momento se llamaba Hotel Habana Hilton, el hotel más «pituco». Todos estábamos en el mismo piso, yo estaba con la madre del Che que era amiga mía y como el Che iba a cada rato a ver a su mamá, en un momento le dije a Celia que le dijera que quería comprometerme en alguna medida con la Revolución Cubana. Yo era en ese momento dirigente del sindicato de prensa y secretario general de la comisión interna del diario La Razón. Mi idea era hacer propaganda por la Revolución Cubana, esa era mi idea de colaboración, entonces el Che me dio la entrevista, como consta en la foto que tú conoces, que estamos los dos solos sentados en el hotel.
Yo me presento, le digo quién soy, él me escucha y me dice que después me iba a dar una respuesta. En la segunda entrevista, el Che ya traía su proyecto, y me dijo que si yo me había formado con Silvio Frondizi, si era marxista, aunque ellos aún no lo eran, ni socialistas, estaban combatiendo contra el imperialismo, que él sí tenía un proyecto socialista aunque no lo tuviera todavía Fidel Castro y la realidad no los empujara. Me dijo que yo tenía la obligación de sumarme a lo que él pensaba, que había que impulsar procesos revolucionarios en América Latina, entonces que volviera a mi país para hacerlo.
Si bien yo me había formado, era un aprendiz de revolucionario y sabía que en algún momento me iba a tropezar con una revolución o algún proceso de ese tipo, me encontré con este dilema, porque el Che te decía que te fueras a tu país pero que él te iba a apoyar, y eso significaba que te daba armas, dinero, apoyo logístico, todo. Cuba se convirtió en un centro de poder, una especie de Internacional embrionaria, sui generis. Eso me obligó a horas de meditación, porque yo estaba formado en la idea clásica de formar un partido, ganar a la clase obrera, su vanguardia y hacer una revolución casi de tipo leninista, a pesar de las peculiaridades, era más o menos la línea semi ortodoxa que manejábamos.
Pero los cubanos habían triunfado con especificidades múltiples y jóvenes que no eran ni marxistas ni socialistas se encontraron luchando contra el imperialismo y luego, como hemos visto, expropiando el capital.
Yo tenía que aprender de la realidad, que no era como en los libros, tenía que resolverlo yo solo porque el Che me planteó un dilema, «te vas a ayudar a realizar un proyecto revolucionario con nuestro apoyo o vuelves a tu país». No volví a la Argentina, a pesar de que yo era secretario general del sindicato del diario La Razón, apareció como que hice abandono del puesto de trabajo. No volví, me comprometí a impulsar el proceso revolucionario con el Che, que ya es otro tema, pero es lindo el incidente porque no solamente tiene esta connotación personal, sino que yo le he agregado los elementos políticos que tienen que ver con la educación respecto de cómo se dan los procesos, que nunca son iguales, siempre son peculiares y también así las respuestas de los hombres a ellos.
Hay un libro que habla del papel del individuo en la historia, en el caso cubano es bien marcado, porque estos jóvenes simples, Fidel con sus intuiciones, el Che que no sabía qué hacer con su vida pero quería hacer algo importante, que no habían tenido el proceso de educación marxista anterior que era lo clásico en ese sentido, a través de hechos particulares se encuentran con una revolución triunfante a 90 millas de Estados Unidos, lo cual es inaudito, porque Estados Unidos se mete en cualquier rincón del mundo como hemos visto y se le coló una revolución a 90 millas sin darse cuenta, eso es excepcional.
Hay mucho que aprender de esa realidad, sobre todo esas personas que son escépticas y piensan que nada puede cambiar, que no hay alternativa. La realidad permite, en cualquier tiempo, peculiaridades de este tipo, todo depende de cómo las clases, los hombres, los grupos humanos dan respuestas a una oportunidad como ésta. Ese es el lindo incidente de mi encuentro y mi compromiso con el Che.
Le dije al Che, que no conocía revoluciones en las que un tipo caía con un paracaídas a un país y armaba una
-M.H.: El Che tiene en cuenta algo que vos mencionaste al comienzo de la entrevista, que es la existencia de una izquierda aprista poderosa en Perú, dentro de este proceso de desarrollo de una guerrilla en Perú, que tiene que ver con un plan más general. Me gustaría que nos comentes un poco el proyecto del Che del cual vos formaste parte.
-R.N.: El Che no tenía ningún proyecto para Perú, en ese momento lo descansó en mí. Para que no se crea que yo me estoy mandando la parte, después el Che complejiza la relación, porque se suman otros elementos, se incorporan otros hombres, pero en un primer momento era yo solo, entonces le dije al Che, que no conocía revoluciones en las que un tipo caía con un paracaídas a un país y armaba una revolución. Me defendí porque en ese sentido él era de un optimismo infernal, no te olvides que el Che, que era un genio en muchas cosas, nunca cambió, su lema era que 40 hombres podían desencadenar un proceso revolucionario en cualquier país, por eso su concepción foquista.
Yo me defendí y me dijo que vaya a buscar las organizaciones que en Perú podían comprometerse con este proyecto, que él estaba conmigo en el proceso. Entonces marché a Perú y aprovechó para encargarme algo inusitado, que le dijera a su mujer legal, Hilda Gadea, que estaba en Perú con su hijita, que no fuera a Cuba porque tenía otra mujer, porque el Che, que era un pibe como cualquier otro, tenía complejo de culpa por esta nueva relación que creo que hasta estaba embarazada, y se iba a casar con Aleida March su nueva pareja. Él podía haber agarrado el teléfono, pero me mandó a mí de intermediario aprovechando de mi tarea política. Otra historia es cómo me fue en esa rara tarea intermediaria de ir en nombre del Che a decirle a su mujer que no fuera a Cuba porque tenía otra mujer. Pero es otra historia, de esas lindas para ver que son seres humanos, bien humanos, y que solamente la mitología los presenta como imantados por Dios y no, son seres bien concretos, con sus pasiones, sus miserias y sus grandezas.
Fui a Perú, y aquí viene otra idea para enriquecer la comprensión de los oyentes, todos estos partidos populares, que les llaman hoy, son de frente de clases, sobre todo en nuestros países donde las masas, estudiantes, campesinos, obreros y, sobre todo, la pequeña burguesía estudiantil o intelectuales, forman un frente, son partidos meso-clasistas, que les llaman a los frentes de clases que son típicos, como el Peronismo y otros similares. Todos estos partidos tienen siempre una izquierda, como reciben presiones, porque son partidos nacionalistas, revolucionarios, contestatarios, son anti oligárquicos, porque son progresivos, todos desarrollan una izquierda, y como expliqué antes, el APRA tenía una izquierda que se llamó «APRA Rebelde» al ser expulsados del partido.
Entonces, yo me encontré con ellos, que se enteran de la revolución cubana y se prenden a ella, sobre todo cuando la comprometo a la mujer del Che, Hilda Gadea, que después de arreglar cuentas con él se puso a trabajar para el mismo proyecto. Entonces lo llevo a De la Puente a Cuba, que era la figura más importante de esta izquierda del APRA, para pactar con el Che. Eso determina un hecho particular, que él iba a ser el jefe político porque tenía el nombre, el prestigio y la tradición del partido aprista, yo no tenía ninguna tradición porque me había formado en la Argentina, en Perú nadie sabía que existía, salvo los que estaba enterados de que me habían echado de las Fuerzas Armadas en 1948. Era natural que yo fuera el jefe militar y él el jefe político del proceso, en esa forma fue que arreglamos todos los asuntos con Cuba para desatar un proceso, que no fue guerrillero inicialmente.
Ese fue otro problema, porque De la Puente estaba formado bajo la tradición de un partido político de masas, que había trabajado en todos los frentes sociales, él era campesinista porque era hijo de una madre que se había casado con un oligarca de la tierra, entonces como era muy religioso, él por paternalismo religioso se hizo campesinista. Tal es así que desarrolló un proyecto de reforma agraria después y por religioso, como ocurre con los cristianos de izquierda, él se hizo protector de los indígenas, por lo menos de la hacienda donde su padrastro era el oligarca. Era un tipo interesante, había estado en las cárceles, con esta particularidad, era religioso, casi beato.
Con De la Puente en Cuba pactamos, pero después el problema es mío porque De la Puente se quedó y yo me vine por Brasil y Bolivia para entrar clandestinamente a Perú como pre insurrecto. El se quedó arreglando todos los asuntos en Cuba.
Personalmente de Perú no sabía nada políticamente hablando y, según él que como religioso era fabulador, contó un cuento lindo, que tenía mucha gente que apenas se supiera que la izquierda aprista estaba con Cuba, miles de obreros, miles de estudiantes, miles de campesinos iban a venir. Por eso es que hay un hecho que no ha sido resaltado por nadie, el Che no iba a venir primero a Bolivia sino a Perú, porque más allá de lo que decía De la Puente, él sabía de la izquierda aprista y de esa referencia histórica, que ese partido había cubierto 50 años de la escena política del país, y De la Puente le ofreció miles de hombres. Además, en Perú hay una tradición que viene de los indígenas, de las comunidades campesinas, de ocupación de tierras y también un movimiento obrero, un partido. La idea era que la guerrilla fuera parte de todo eso y el Che se convenció ante esta realidad que tenía visos de ser efectivamente lo que De la Puente decía. Yo lo escuchaba porque estaba en las mismas condiciones que el Che, no sabía nada de Perú. Lo convenció, a pesar del foquismo orgánico del Che.
Lo que ocurrió, con lo que me encontré cuando llegué antes que De la Puente, porque como dije se quedó en Cuba, fue que era un cuento, un cuento sincero, porque había 200 muchachos desperdigados por ahí, otros por allá, pero todos sentados esperando a Cuba, que como daba ayuda económica, estaban a la espera. Toda gente formada en el APRA, formados como un partido nacionalista que nada tenía que ver con la Revolución Cubana, cómo se había gestado y su dinámica de revolución socialista. Se prendieron a la idea socialista de la revolución, pero ellos orgánicamente se habían formado como anti marxistas, anti comunistas, entonces había una contradicción. Yo que me había formado como marxista me encontré con gente que teóricamente eran revolucionarios pero eran anti marxistas y anti comunistas. Cuando llegué como presunto jefe militar me rechazaron, me tomaron de comunista. Ahí viene el drama mío, me había metido en la boca del lobo, como dijo Silvio la vez anterior, pero esta vez fue más terrible porque al menos la otra no era armada, acá los tipos ya estaban poseídos del fundamentalismo castrista y tenían armas, de tal manera que vino una cosa terrible para mí.
Los ’60 fueron una etapa de ascenso político y la idea de un post mariateguismo cuajaba bien
-M.H.: Estamos hablando de comienzos de los años ´60 en Perú, donde también hay otra experiencia muy importante en Cuzco dirigida por Hugo Blanco.
Ricardo, te presenté como ex senador peruano, que lo has sido entre los años ´80/´85, y en calidad de senador peruano inclusive representaste a tu país en oportunidad de la Guerra de Malvinas, creo que en algún momento este hecho fue comentado o reivindicado oficialmente por el gobierno argentino, tu presencia en medio del conflicto de Malvinas, y también uno de los redactores como Diputado constituyente en 1979 de la Constitución peruana que se redactó a la salida del régimen político del General Velazco y luego del General Bermúdez. Ahora bien, cuando hacía referencia a estos «títulos» vos dijiste que más importante fue ser uno de los fundadores de la Central Obrera Peruana, que es un capítulo posterior a esto que estamos hablando del compromiso con Cuba, porque en algún momento tenés diferencias con el Che, lo que te lleva a un alejamiento, no de la vida política pero sí del proyecto cubano. Explicanos un poco cuáles son los motivos que llevan a alejarte y en qué contexto participás de la fundación de la Central Obrera Peruana.
-R.N.: Después del fracaso del movimiento guerrillero en Perú, el problema era qué hacer, así yo incursiono en la vida política del país. Tomé la iniciativa de reunir a todos los grupos o personas que yo había contactado a partir de mi actividad como castrista, pero que también tenían disidencias u otros que habían hecho otro tipo de experiencia personal.
En ese momento existía la idea de una nueva izquierda en Perú, como en muchos países de América Latina. Yo rescaté las posiciones fundamentales de Silvio Frondizi, incluso recorrí universidades, barrios, movimientos obreros, y logré reunir varios grupos políticos, muchos militantes y pre militantes, con la idea de forjar una nueva organización que fuera alternativa a las existentes.
El maoísmo era muy fuerte, la Revolución Cultural China cuajaba hondo y hasta ahora la tienen arraigada. El nacionalismo del APRA tenía secuelas importantes porque estaba localizado en los frentes estudiantiles y obreros, estaba la tradición mariateguista tomada por los partidos comunistas, incluso por Sendero Luminoso. Era muy pretencioso querer armar una nueva izquierda influyente, generar en medio de una relación política y de fuerzas desfavorables, una nueva izquierda era complicado, sin embargo, intenté eso y sorprendentemente nos fue bien, porque reunimos algunos centenares de compañeros con la idea de una alternativa al trotskismo, al estalinismo y, por supuesto, el nacionalismo progresivo y reformista quedó en el camino porque era un problema entre los marxistas. Con esas posiciones impulsé la formación de Vanguardia Revolucionaria (VR) que sorprendentemente en poco tiempo cuajó. Nacimos con influencia de masas, lo cual es inusitado, porque los grupos fundacionales a veces están años dando vueltas y les cuesta mucho insertarse en la vida política real porque son rechazados incluso por el sentido conservador de quienes deben ser el objeto de su interés político. A nosotros nos fue bien porque era una etapa de ascenso político y la idea de un post mariateguismo cuajaba bien.
-M.H.: Una duda que tengo desde hace muchos años, VR no era un grupo estalinista, no era trotskista, no era guevarista, tampoco era maoísta ¿qué era?
-R.N.: Yo tenía la obligación de definir qué íbamos a hacer, esa respuesta no es a priori. Sí teníamos elementos, por ejemplo, si denunciabas al estalinismo estabas denunciando al maoísmo, porque el maoísmo peruano se reclamaba estalinista más que los de Moscú. Tenías toda la tradición, no era que tenías que pensar. Ya el trotskismo y otras corrientes habían servido al anti estalinismo. Con el reformismo no había problema porque la social democracia nunca cuajó en estos países y menos en Perú. El nacionalismo sí porque el APRA había fracasado y era la corriente más importante de América Latina y ya había capitulado, y como existía la fuente que había provisto Mariátegui, y allí estaban las bases para analizar la realidad y la particularidad peruanas de un marxismo diferente, tal es así, que Mariátegui entre todas las cosas lindas que dijo, sostuvo que el socialismo no puede ser ni calco ni copia. Decirlo en ese momento era toda una posición política porque el dogma era que tenías que imitar a la revolución maoísta o a la social democracia o la revolución rusa.
El problema era cómo lo aplicabas a la realidad, porque una cosa es cómo hacés tus argumentos y cómo elaborás la parte de la lucha por un programa inicial y otra cosa es cómo lo resolvés en la vida, porque tenías que luchar contra la dictadura, contra los gobiernos hostiles, contra la hostilidad de las otras corrientes que no te dejaban funcionar porque te rechazaban porque venías a quitarles el espacio que era de su propiedad.
Solamente porque había un ascenso social y porque existía la posibilidad de que gente de las universidades o de los sindicatos estaban listos para hacer una aventura política es que funcionó, todo lo demás dependía de cómo te iba con eso, como es siempre en la vida política, que nadie tiene una cosa dogmática ni un férreo programa o asimilación de ideas.
Como rápidamente tuvimos inserción social, llegamos a tener la mitad del movimiento estudiantil, formamos federaciones sindicales, la Federación Campesina, yo habré dado 400 charlas en universidades en 15 años, para poder hacer eso tenés que tener una inserción particular en el ambiente y que los estudiantes peruanos se habían radicalizado porque eran plebeyos. El 80% de los estudiantes eran hijos de obreros y de gente humilde, de tal manera que las universidades te proveían de militantes radicalizados, si les dabas instrumentos ideológicos y políticos se daba ya la conjunción de militantes. Por eso es que con esa fuerza, cuando en 1965 se tomó la iniciativa en el Partido Comunista de formar una Central Obrera, tuvimos el 30% de los votos, inusitado. Fuimos miembros de la dirección nacional de la nueva Central creada en 1968, por esa razón, porque existíamos, es una de las pocas realidades de organizaciones políticas que a pocos años de haber nacido pudo ayudar a la conformación de una Central Obrera.
-M.H.: ¿En qué medida te sirvió la relación política y teórica con Silvio Frondizi?
-R.N.: Yo le doy más importancia a mi relación con Silvio que a Mariátegui, porque a Mariátegui no lo tuve físicamente porque como saben murió joven, en 1930 ya había fallecido, quedaban sus textos. Pero con Silvio estuve diez años y en Praxis yo tuve todas las iniciativas políticas posibles, porque nos ligamos al movimiento estudiantil que era muy fuerte y yo fui siempre candidato en los frentes estudiantiles, sobre todo en la Federación de Estudiantes Universitarios.
Si bien no nos ligamos al movimiento obrero, resulté el dirigente sindical más universal de Praxis porque fui dirigente sindical del gremio de prensa durante 8 años, inusitado para un extranjero y desde Praxis que no tenía inserción sindical. Decirlo es muy importante, porque nosotros pertenecíamos a las organizaciones sindicales del Partido Comunista, que luchábamos contra las 62 organizaciones que te daban palos. De mi tiempo son los grandes dirigentes sindicales que no te castigaban con la palabra linda y, además, la clase obrera te rechazaba.
-M.H.: Estamos hablando de la etapa del vandorismo.
-R.N.: Te decían: «viejito, déjanos ser peronistas y vuelve en 10 o 15 años cuando sean dulces los obreros» y cuando jodías mucho te daban palos de todos lados y, sin embargo, en esas condiciones pude hacer una linda experiencia. Por eso te digo que la experiencia con Silvio Frondizi es el comienzo de mi aprendizaje como militante, me armé teóricamente lo más que pude, nunca se acaba uno de formar políticamente porque nunca es un marxista acabado, siempre somos aprendices y ese bagaje cultural se podía aprender, tal es así, que yo que venía de la ignorancia suprema, escribí dos libros en la época de Silvio: «La realidad peruana» y «El APRA ensayo y liquidación» y colaboré en un capítulo importante de América Latina del libro de Silvio Frondizi «La realidad Argentina», o sea, me elevé políticamente porque Praxis lo permitía, hice una experiencia compleja, estudiantil, universitaria internacional y me encargaron de las relaciones internacionales.
Muy pocas personas saben que vino por el estudio Allende cuando no era presidente. Se sentaron ahí Juan Lechín, Paz Estenssoro, tres veces presidente de Bolivia, todos los dirigentes apristas importantes, y como yo era el encargado de las relaciones exteriores tuve el privilegio de encargarme de la relación con ellos, por eso tuve el vínculo con Allende.
De tal manera que mi paso por Praxis es fundamental en mi formación, lo de Mariátegui es cultural, es otra cosa, que incorpora cosas como el «sujeto olvidado», que era el sujeto social campesino que Mariátegui rescataba porque creía en un socialismo agrario, campesino, ligado por supuesto a los trabajadores, que es otro cuento.
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