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Reseña

Historia del movimiento obrero en América Latina

Fuentes: Rebelión

Algunos historiadores reivindican entre sus héroes a personajes caracterizados por el anticomunismo y la defensa del mujalismo en Cuba, del charrismo sindical en México y de los proyectos organizativos del imperialismo norteamericano en el terreno sindical, así como por descalificar a los levantamientos revolucionarios de los obreros agrícolas y campesinos, a los procesos antimperialistas y a las grandes huelgas obreras de la Patria Grande. Ejemplos típicos de estos profesionales del anticomunismo son Joaquín Maurín, Julián Gorkin y Víctor Alba (Pere Pagès), que ciertos estudiosos ubican en el campo del socialismo «revolucionario».

Es una caracterización de publicistas que está reñida con la realidad. Así, toda la obra de Víctor Alba, después de la guerra civil española, muestra en vivo las concepciones e ideas contrarias a los intereses de los trabajadores y pueblos de Nuestra América. Para ilustrarlo, basta con hacer la reseña en estas líneas de uno de los libros más famosos del conocido propagandista del anticomunismo: Historia del movimiento obrero en América Latina, en el cual explica el nacimiento y desarrollo de los partidos comunistas como consecuencia de las consignas de Moscú, al mismo tiempo que considera que las acciones del movimiento comunista no tienen nada que ver con las condiciones reales de la lucha de clases, sino que son resultado de conspiraciones permanentes. Esta obra fue publicada en México, por primera vez, en 1964.

La masacre de las bananeras, Colombia 1928

EL «SOCIALISTA REVOLUCIONARIO», expone sin preocuparse por la verdad: «…La tropa dispuso con ametralladora: 600 víctimas, de las cuales 200 muertos. Doce mil huelguistas, entonces, forman grupos de acción, desarman a destacamentos militares y se arman con sus pertrechos. Hay combates y más víctimas, entre ellas el líder socialista Erasmo Coronel. La huelga se perdió y su balance fue trágico: 1,004 muertos, 3,680 heridos, 500 detenidos y centenares de años de cárcel impuestos por los tribunales. La huelga, en cuanto los comunistas le dieron carácter insurreccional, se encontró aislada y quedó, por tanto, condenada al fracaso. Pero los comunistas colombianos y el francés Austine pudieron enviar información a Moscú en los cuales detallaban su ‘heroica actividad'». (p. 200)

En este caso, cabe dejarle la palabra a una organización popular colombiana: «Los obreros del enclave imperialista de la United Fruit Co. habían reclamado repetidas veces (1918 y 1924) la mejora de sus condiciones laborales, recibiendo a cambio el desprecio y el desconocimiento por parte del gerente y el Estado colombiano; por esta razón decidieron iniciar una nueva huelga; entre su pliego estaba: Seguro colectivo obligatorio para los empleados y obreros de la Compañía, protección a accidentes de trabajo, habitaciones higiénicas, aumento de salarios, pago por semana vencida, creación de contratos colectivos incluidos en la nómina de la empresa, hospitales dotados de medicamentos e instrumental quirúrgico y asignación de un médico por cada 400 trabajadores y descanso dominical. El gerente de la empresa Thomas Brad Shaw, no recibió la delegación obrera precipitando la huelga el día 12 de noviembre de 1928 a las 6 AM…»

«Los dirigentes de la huelga eran: Alberto Castrillón, Raúl Eduardo Mahecha, Erasmo Coronel, María Cano y en momentos Ignacio Torres Giraldo».

«El 1 de diciembre se leyó el decreto de la Gobernación del Magdalena que consideraba vagos a los que no trabajaran, lo que originó amotinamientos en Orihueca. En la zona hicieron presencia por lo menos 8,000 huelguistas, hombres, mujeres y niños, con poca alimentación y dinero. Grupos de obreros desarmaron varias veces patrullas militares en cercanías a Sevilla. El dirigente de más ascendencia popular casi mística fue Mahecha.

«Estos acontecimientos serán la antesala al fatídico 6 de diciembre de 1928, día que deberá ser recordado por Colombia entera…»

«Carlos Cortés Vargas nombrado por el gobierno como jefe civil y militar de Santa Marta consideró: ‘Que la huelga de trabajadores en esta provincia ha degenerado en asonadas, motines y tumultos que está impidiendo el tráfico de trenes y demás elementos de transporte’, con lo cual justificó la publicación por bando del decreto del 5 de diciembre de 1928 que decía:

«Art. 1º De conformidad con el Decreto Legislativo número 1 de 5 de diciembre de 1928, ordeno perentoriamente la inmediata disolución de toda reunión mayor de tres individuos;

«Art. 2º Ordénase a la fuerza pública que, con las prevenciones legales, dé estricto cumplimiento a este Decreto, disparando sobre la multitud si fuere el caso;

«Art. 3º Ninguna persona podrá transitar después del toque de retreta».

«Eduardo Mahecha, comentó en una entrevista en 1929 que: durante las últimas horas del 5 de diciembre de 1928 y las primeras del 6 de diciembre de 1928, un grupo de aproximadamente trescientos soldados se enfilaban hacia la estación del ferrocarril en Ciénaga armados con equipos de artillería, llegaron a la una y veinte de la madrugada del día 6 comandados por el general Carlos Cortés Vargas, quien dio la orden del toque de la corneta que conminaba a la inmediata retirada de los huelguistas, pero estos últimos respondieron con arengas no obedeciendo la señal, al segundo toque los soldados apuntaron las armas para el ataque, ante esto los manifestantes no se amedrentaron sino que siguieron lanzando proclamas de ‘¡Abajo los traidores y el imperialismo yanqui!’ Posteriormente al sonido del último toque de corneta, la multitud unida gritaba un viva a la huelga que fue enmudecida por las balas que venían de parte de los soldados, quienes derramaron la sangre de sus compatriotas en lugar de velar por los derechos y el bien común del pueblo y no por los intereses estadounidenses disfrazados en ‘inversión económica’ para el país.

«En el lugar de la masacre no sólo se encontraban obreros sino que también estaban allí presentes niños, mujeres y ancianos que fueron alcanzados por las balas.

«Según Eduardo Mahecha: ‘Este fuego mortífero de fusilería y ametralladoras, duró 15 minutos, dando el resultado de la muerte de 207 obreros y 32 heridos’.

«Luego de ver la cantidad de cadáveres después de las dos de la madrugada del 6 de diciembre los soldados buscaron la manera de ocultar el cuadro espantoso que acababan de realizar. Para esto obligaron a los sobrevivientes a llevar los cuerpos, algunos de ellos aún con vida en camiones y carros de basura para después ser sepultados en fosas comunes, algunas de éstas en los cementerios y otras irónicamente cavadas en las plantaciones de la United donde ellos habían trabajado. Los conductores que transportaron las víctimas, al terminar su labor a eso de las cuatro y media fueron asesinados y sepultados en una fosa común. Posteriormente los militares saquearon y asesinaron a más gente en Ciénaga y otras poblaciones cercanas.

«Algunos de los sobrevivientes reaccionaron contra las tropas iniciando pequeños combates en poblaciones cercanas como en Río Frío y Orihueca, también en la población de Sevilla se originó una lucha más prolongada de aproximadamente siete horas en las cuales las masas huelguistas se vieron derrotadas por los soldados y norteamericanos al servicio de la United Fruit Co. que los superaban en armamento. Como resultado de ese combate se encontraron heridos y muertos de ambos bandos, algunos de los cadáveres de soldados, policías y oficiales fueron arrojados al río Sevilla, otros fueron enterrados entre las plantaciones con el fin de ocultarlos y no mostrar las bajas del gobierno. Las masas enardecidas levantaron tramos de la red de ferrocarril, picaron las líneas de telégrafo, destruyeron puentes, atacaron comisarías y asaltaron haciendas, hubo saqueos e incendios en Río Frío, Orihuela, Guacamogal y Sevilla y, espantaron las recuas de mulas de carga de la Compañía. Al final de esa persecución sanguinaria y de los encarcelamientos, el gobierno anunciaba, que ‘había dominado el movimiento revolucionario del Magdalena’ y que ‘la región bananera había vuelto a la tranquilidad’. El dirigente Erasmo Coronel murió en los combates de Sevilla.

«La masacre de las bananeras dejó como resultado más de mil muertos según una carta de la delegación de los Estados Unidos en Bogotá dirigida al Secretario de Estado americano, miles de heridos y cientos de huelguistas encarcelados que fueron condenados por un gobierno que los juzgó mediante consejos de guerra sin darles el derecho de defenderse: ‘nadie sabía de qué se les acusaba ni quién los defendería’. Castrillón fue encarcelado y Mahecha logró huir.

«A pesar de la masacre y la represión posterior implantada por el régimen, los trabajadores del banano no desistieron de su empeño de organizarse y seguir resistiendo, a partir de 1930 vuelven a organizarse en sindicatos mejor estructurados y en 1934 realizaron otra huelga en la cual triunfaron». (1)

En un discurso, Jorge Eliécer Gaitán explicaba: «Los muertos son luego transportados en camiones para arrojarlos al mar y otros son enterrados en fosas previamente abiertas. Pero digo mal, se entierra también a los vivos que estaban heridos. No basta su imploración para que no se les entierre vivos. Estos monstruos ebrios de sangre, estos fugados de la selva no tienen compasión; para ellos la humanidad no existe. Existe sólo la necesidad de complacer el oro americano…» (2)

El 1 de julio de 1929, el general genocida Carlos Cortés Vargas se quejaba en una carta: «Mi situación en estos momentos es de lo más aflictiva, expulsado del ejército, sin a dónde volver los ojos, sin un peso, despreciado por mis compañeros de ayer, perseguido por el pueblo y por los estudiantes que me gritan ‘¡Asesino, asesino!’ Si es para volverse loco el más guapo, mis pobres hijos no han podido volver al colegio, ¡pues allí los insultan! Recluido en mi casa, solo y despreciado, escribo el informe sobre mi actuación; ese informe lo estoy haciendo imprimir en la imprenta de la Luz por mi cuenta, les resto el pan a mis hijos para defenderles su única heredad: el honor de su padre». (3)

Los responsables de la masacre, según el poumista de derecha, no fueron el gobierno oligárquico de Colombia y la empresa imperialista «mamita Yunái», sino los dirigentes de la huelga y, en especial, los comunistas. Es la lógica de lo que utilizan su pluma para calumniar y denigrar a los que combaten contra el imperialismo norteamericano, el capital nacional y los latifundistas.

La insurrección de 1932 en El Salvador

CON UN DESCARO rayano en el cinismo, el historiador indica: «…En 1932, los campesinos de El Salvador, que vivían bajo un régimen feudal de tenencias de la tierra y bajo un dictador brutal, se sublevaron, instigados por el Partido Comunista; la rebelión costó millares de vidas, pues la represión fue feroz; sin embargo, La Correspondencia Internacional elogió la acción de los comunistas salvadoreños, porque gracias a ella, en la próxima etapa de la lucha, con un Partido Comunista más poderoso, se crearán ligas campesinas y sindicatos obreros». (p. 213)

Otra es la versión de dos doctores en Ciencias Históricas: «…En el país surgió una situación próxima a la insurrección popular. Los comunistas consideraban que la acción no organizada sería fácilmente aplastada y resolvieron llamar a la población a la huelga general. Pero el elemento de la indignación popular había llegado al punto de que se producían refriegas diarias con la policía y el ejército, actos de rebeldía. El PCS llegó a la decisión de comenzar la insurrección armada, fijada para el 22 de enero de 1932. Pero el 19 de enero la guardia nacional detuvo al núcleo principal de la dirección del PCS y de su comisión militar: Farabundo Martí, Alfonso Luna, Mario Zapata y otros.

«Una ola de represiones se descargó sobre los nudos centrales de la sublevación, antes de que terminaran los preparativos para ella. Los destacamentos de obreros, soldados y campesinos que, pese a todo, se alzaron a combatir, fueron derrotados y eliminados por el enemigo, ya presto para ello. Por todo el país comenzó la masacre. En varias horas fueron muertos más de 30,000 hombres, fusilados los dirigentes del PCS, entre ellos, Farabundo Martí». (4)

Mella, el PC, los sindicatos y la Revolución cubanos

SOBRE EL ASESINATO de Julio Antonio Mella, Pere Pagès apunta: «El 10 de enero de 1929, Mella salió con Tina Modotti del local de la CSUM -la central comunista y del Socorro Rojo Internacional, instalado en Isabel la Católica, 89. Deja a la mujer y se dirige a una cita con un cubano llamado José Magriña (del cual, luego, se supo que era, a la vez, agente de Machado y de un ‘consejero’ comunista llamado Sormenti. Suenan unos tiros: Mella cae. Tiene tiempo de decir a unos transeúntes que el responsable del atentado es Machado. Después de ser operado, muere. Años después, a la caída de Machado, Magriña fue arrastrado por las calles de La Habana. Esto impidió conocer sus relaciones con uno de los personajes más siniestros del comunismo en América Latina: Sormenti». (pp. 216-217)

La CSUM, como lo sabe cualquier historiador del movimiento obrero mexicano, se fundó después de la muerte de Mella y éste fue nombrado presidente honorario de la misma, por lo que es imposible que saliera del local de la Sindical Unitaria. En cuanto al cuento de que en enero de 1929, años antes de los procesos de Moscú, el stalinismo pudiera recurrir al asesinato de camaradas discrepantes es un disparate que no lo creerían ni Amadeo Bordiga ni J. Posadas, aunque hay aficionados a las leyendas antistalinistas que sostienen semejante «tesis».

Uno de los estudiosos de la obra y la acción de Julio Antonio Mella, esclarece los hechos: «También hay documentos y testimonios de la época y sólidas investigaciones de los historiadores cubanos Froilán González y Adys Cupull, que prueban de manera irrebatible que Julio Antonio Mella, fue asesinado por órdenes y con el financiamiento del dictador de turno Gerardo Machado, con la connivencia de varias autoridades mexicanas de la época, y la segura anuencia y colaboración de los entonces incipientes servicios de inteligencia de los Estados Unidos. Para dar cualquier otra versión, hay que probar que los documentos que existen son apócrifos, que los atestados policiales y los testimonios de quienes sí vivieron los acontecimientos son falsos. ¿Cómo puede rebatirse todo el grueso expediente documental y los sólidos razonamientos que desde éstos se sustentan, con hechos fortuitos y especulaciones? ¿Por qué sumarse al acoso que ya en el propio México de la época vivió la maravillosa militante comunista italiana Tina Modotti?

«La investigadora alemana Christhine Hatzky, ha realizado una minuciosa constatación de cada tesis, sin importarle que tan seria o disparatara fuera, hurgó de nuevo en archivos -incluido el de la Internacional en Moscú–, y llegó a la conclusión de la no existencia de ‘ningún indicio nuevo referido a las sospecha de que Mella hubiera sido asesinado por sus propios camaradas’.

Entre «estalinistas» y «trotskistas»

«Mella murió defendiendo su militancia en el Partido Comunista Mexicano, sección de la Internacional Comunista, y este dato basta para entender su opción y mensaje. Pero tal militancia está lejos de ser un parte aguas». (5)

En referencia a la escisión del movimiento sindical cubano, que coincidió con la charrificación del movimiento obrero mexicano y la división de la CTAL, la Federación Sindical Mundial y los sindicatos franceses e italianos, el especialista en combatir a los comunistas «aclara»: «…En la primavera de 1947 se reunió el V Congreso de la CTC. Los ‘auténticos’ se negaron a aceptar que los comunistas continuaran antidemocráticamente en la dirección. Como resultado de ello, se celebraron dos congresos de la CTC. El gobierno reconoció como legal el de los ‘auténticos’ e independientes y a finales de 1947 los comunistas habían perdido el dominio de los sindicatos».

Y agrega muy orondo: «Aunque se dividió en 1949, cuando su secretario general, Ángel Cofiño, se retiró un pequeño grupo, la CTC de los ‘auténticos’, dirigida por Eusebio Mujal, reunía a la inmensa mayoría de los trabajadores, situación que se reforzó aún durante el gobierno de Carlos Prío Socarrás, favorable en general a los sindicatos». (p. 425)

De acuerdo con la lógica del historiador anticomunista: «Grau y luego Prío Socarrás tuvieron que contar con la oposición comunista, lo cual, sin duda, los indujo a ayudar a Eusebio Mujal a desplazar a los comunistas de la dirección de la CTC…» (p. 245)

Para establecer la verdad, es útil recurrir a los historiadores cubanos que ponen en claro los acontecimientos comentados: «El Congreso se celebró, en definitiva, del 4 al 9 de mayo. De poco más de 1,200 sindicatos existentes, participaron en él cerca de 900. A fin de no dar pretextos legalistas al gobierno para que impidiera el desarrollo normal del evento, la dirección de la CTC acordó excluir a los 183 sindicatos impugnados por los mujalistas. Además, se negaron a concurrir los sindicatos adictos a Mujal y a Cofiño –éste último se pasaba así abiertamente al lado de los mujalistas y otras organizaciones influenciadas por ellos, que en total no llegaban a 200 sindicatos. Asistieron 1,403 delegados.

«Los había sin filiación política determinada y de otros partidos y corrientes, incluyendo un crecido número de afiliados al Partido Revolucionario Cubano (Auténtico). Uno de ellos, Rogelio García Hagrenot, dirigente obrero ferroviario y concejal por el PRC (A) en Camagüey, expresó poco antes del congreso: ‘Cerca de 300 delegados de militancia auténtica hemos venido a votar por Lázaro Peña, con el fin de salvar al movimiento obrero de los pandilleros de una titulada Comisión Obrera». (6)

Con respecto al congreso mujalista, los historiadores cubanos indican: «El desarrollo de la ofensiva antiobrera. El gobierno de Grau San Martín negó validez legal al V Congreso y convocó ilegalmente a un evento homólogo, organizado por la camarilla mujalista, el que se celebró los días 6, 7 y 8 de julio del mismo año. A este apócrifo V Congreso asistió una pequeña parte de los sindicatos -los que respondieron a Mujal y Cofiño o sindicatos fabricados sin obreros e inscriptos en el Ministerio del Trabajo-, así como un apreciable número de ‘delegados’, reclutados entre las pandillas de gangsters, sargentos políticos, empleados del gobierno y diversos elementos pagados para desempeñar ese papel, y también algunos dirigentes oportunistas que se plegaron a Mujal. De acuerdo con lo pactado entre la CON y el CONI, Ángel Cofiño fue designado secretario general del engendro que comenzaron a llamar CTC, usurpando el nombre de la legítima central sindical del proletariado cubano. (La aguda ironía popular bautizó enseguida a esa CTC paralela con el apodo de CTK, en el que esta última sigla alude a los fondos estatales del célebre inciso K con que se nutrían los pandilleros mujalistas.

«Pocos días después, avanzando rápidamente por el camino de la arbitrariedad, la policía, amparada en una resolución del Ministerio del Trabajo, asaltó el Palacio de los Trabajadores y desalojó de éste a la legítima dirección de la CTC. (El edificio fue entregado posteriormente a la camarilla mujalista)». (7)

Para explicar el tránsito de la revolución popular antimperialista a la revolución socialista, Pere Pagès «teoriza»: «Castro, pues, no sólo abandonó y desvirtuó la Revolución cubana, sino que hizo abortar las posibilidades de dar un empuje definitivo a la revolución latinoamericana. Este doble fracaso fue, en fin de cuentas, lo que condujo a entregarse a los comunistas, para que éstos lo halagaran, protegieran y justificaran teóricamente sus fracasos». (p. 263)

De conformidad con cuatro historiadores soviéticos, la Revolución cubana democrática y popular antimperialista se transformó en revolución socialista por los siguientes pasos emprendidos por la dirección revolucionaria, la clase obrera y el pueblo cubanos: «La expropiación de los medios fundamentales de producción a la burguesía fue el límite que marcó la transformación de la Revolución en socialista.

«El 13 de octubre de 1960 fue promulgada la Ley N. 890 sobre la nacionalización por medio de expropiación forzosa de los centrales azucareros, las fábricas y los ferrocarriles, las empresas industriales y comerciales.

«Con el fin de defender la economía nacional y teniendo en cuenta que el ‘desarrollo no puede lograrse sino mediante la planificación adecuada de la economía, el aumento y racionalización progresiva de la producción y el control nacional de las industrias básicas del país’, el gobierno adoptó medidas definitorias nacionalizando 382 empresas, incluyendo 105 centrales azucareros, fábricas, ferrocarriles, empresas eléctricas, bancos privados, grandes almacenes, tiendas y otras empresas pertenecientes a la gran burguesía local.

«Al mismo tiempo, mediante la Ley N. 891 fueron nacionalizados todos los bancos cubanos y los restantes bancos extranjeros».

«Un proceso análogo se produjo en el campo de la industria y el comercio. La abolición de la propiedad imperialista, comenzada en 1959, concluye el 24 de octubre de 1960 con la nacionalización de todas las empresas comerciales e industriales restantes».

«El país entró en una nueva fase de sus desarrollo, en el período de transición del capitalismo al socialismo, cuyo contenido fundamental está dado por la construcción de la nueva sociedad socialista». (8)

La Revolución guatemalteca

EL PERIODISTA CATALÁN nos describe elementos de la Revolución guatemalteca, recurriendo a la tergiversación de los hechos: «…Los comunistas dominaban la Confederación Nacional Campesina, desgajada años antes de la CGT y aliada ahora de la CGTG. A partir de 1952, no hay sindicatos independientes y quienes intentan oponerse al dominio comunista en la CGTG, son perseguidos, apaleados y exiliados». (p. 416)

«La acción del coronel Carlos Castillo Armas, en 1954, la escapada de Arbenz, la nula combatividad mostrada por las masas encuadradas por los comunistas, acabaron con el régimen frentista en Guatemala, sirvió, no para resolver los problemas del país, sino para organizar una provocación a Washington, a costa de los aliados de los comunistas, que hubieron de marchar al exilio y del pueblo guatemalteco». (p. 242)

La Revolución guatemalteca era una revolución democrático-burguesa que, en el apogeo de la guerra fría, enfrentaba con sus medidas de transformación a los monopolios y el gobierno norteamericanos. En una publicación se asienta: » [Jacobo Arbenz] formó parte del grupo de jóvenes oficiales que en 1944 forzó la renuncia de Federico Ponce, sucesor del presidente Jorge Ubico (1931-1944). Puso en marcha una ambiciosa reforma agraria, (1952) inspirada en la mexicana, con la que pretendía dotar de tierras a los campesinos pobres. Con este fin, expropió las tierras baldías para ser repartidas entre los campesinos. Su empeño con la Reforma Agraria era liquidar la propiedad feudal y las relaciones de producción que la originan; desarrollar los métodos capitalistas de producción en la agricultura, y sentar las bases de la industrialización.

«Llevó adelante un programa de construcción de carreteras y ferrocarriles que rompía el monopolio que en este sector tenían compañías filiales de la estadounidense. Construyó la Carretera al Atlántico. Proyectó la Hidroeléctrica Jurum-Marinalá para desprenderse del monopolio eléctrico en manos de los gringos. Inició un proceso de recuperación de los derechos de los pueblos originarios.

«Febrero de 1954: Expropia las tierras de la United Fruit a lo largo de la línea del ferrocarril e instauró un modesto impuesto a las exportaciones de banana para financiar programas sociales.

«Afectada la United Fruit por la reforma agraria arbencista, la CIA construyó un enemigo en Guatemala: el comunismo internacional y la excusa para derrocar al gobierno de Arbenz.

«Hasta su renuncia (junio de 1954), Arbenz firmó expropiaciones de medio millón de hectáreas ociosas, lo que significó que 500 mil campesinos se vieran beneficiados, otorgándoseles (para fomento del mercado interno) créditos por 18 millones de dólares. El producto bruto, el consumo personal y la importación de maquinarias (tres rubros en ascenso), demostraban la eficacia del plan.

«Es derrocado por un Golpe de Estado financiado por la CIA en julio de 1954». (9)

Para presentar el programa de la contrarrevolución en Guatemala, pagada por el imperialismo norteamericano y organizada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), es suficiente con citar el famoso Decreto 48, del 10 de agosto de 1954: «Artículo 1º Se declaran disueltas, por ser integrantes activas del frente comunista, las siguientes organizaciones:

«a) La Confederación General de Trabajadores de Guatemala;

«b) La Confederación Nacional Campesina;

«c) La Federación Sindical de Guatemala;

«d) El Sindicato de Acción y Mejoramiento Ferrocarrilero;

«e) El Sindicato de Trabajadores de la Educación;

«f) El Sindicato de Trabajadores de la United Fruit Company;

«g) El Sindicato de la Compañía Agrícola de Guatemala;

«h) La Alianza de la Juventud Democrática;

«i) La Alianza Femenina Guatemalteca;

«j) El Grupo Saker-Ti;

«k) El Frente Universitario Democrático (FUD);

«l) El Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT);

«m) El Partido de la Revolución Guatemalteca;

«n) El Partido Acción Revolucionaria (PAR);

«ñ) El Partido Renovación Nacional (PRN); y

«o) Cualesquiera otros partidos políticos o agrupaciones o asociaciones que hayan sido inspiración arévalo-arbencista o que hubiesen figurado al servicio de la causa comunista». (10)

El PCM y los sindicatos

CON UNA CRASA ignorancia desde el punto de vista fáctico, Víctor Alba pasa a historiar al Partido Comunista Mexicano. Acerca de Manabendra Nath Roy, escribe que «en 1922 Zinóviev decide que regrese a México. La Revolución mexicana no se conoce en Moscú, más que a través de informaciones de prensa. Se cree que podrá ser transformada en una ‘revolución democrático-socialista’. Roy es el encargado de ello. Ya en México, entra en contacto con sus amigos de la primera visita, da conferencias, organiza núcleos de simpatizantes. Aparece siempre bajo la capa de nacionalista indio, pero no disimula su simpatía por la URSS. Se crea el Partido Comunista…» (pp. 183-184)

La cita no se compadece con los hechos, por lo que es indispensable escribir lo que ocurrió y nada más. Roy abandonó México para asistir como delegado del PCM al II Congreso de la Internacional Comunista, verificado entre julio y agosto de 1920. El dirigente indio, que llegó a polemizar con Lenin, jamás regresó a nuestro país, sino que realizó diversas actividades en Europa y China. A finales de la década de los años 20, fue expulsado de la IC.

El PCM no se fundó en 1922, sino en noviembre de 1919, y, naturalmente, jamás la Comintern planteó la transformación de revolución alguna en revolución democrático-socialista, ni en México ni en ninguna otra parte del mundo. La IC y sus secciones plantearon en los países coloniales, semicoloniales y dependientes la transformación de la revolución democrático-burguesa en revolución socialista. La formulación de revolución democrático-socialista fue obra del Bloque Obrero y Campesino y el Partido Obrero de Unificación Marxista, de España, que, por cierto, el PCM hizo suya en su XVI Congreso Nacional Ordinario, en 1973. Dicha formulación fue sometida a crítica por León Trotsky. (11)

Es conveniente, asimismo, precisar que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se constituyó el 30 de diciembre de 1922, por lo cual es imposible que antes de esa fecha alguien pudiera hacer propaganda a favor de la URSS, entidad entonces inexistente.

En cuanto a la Confederación Sindical Unitaria de México y el Bloque Obrero y Campesino, Alba plantea: «…En 1928 los comunistas crearon una central sindical propia, adherida a la Internacional Sindical Roja, la CSUM (Confederación Sindical Unitaria Mexicana), que tuvo escaso peso y vida lánguida. Lo mismo ocurrió con el Bloque de Obreros y Campesinos, que presidía el pintor Diego Rivera. El 15 de agosto de 1929 se reúne un Congreso de Trabajadores, con aspiraciones a unificar las centrales sindicales, convocado por la Alianza de Artes Gráficas…» (p. 446)

De entrada hay que señalar que los nombres completos de la CSUM, el BOC y la AUSAG están escritos en forma errónea. Referente a la fecha de creación de la CSUM el autor de esta reseña, informa: » Del 26 al 30 de enero [de 1929] tuvo verificativo la Asamblea Nacional de Unificación Obrera y Campesina, en el salón Tokio, sito en Uruguay 25. Según el comunicado de la reunión concurrieron 397 delegaciones en representación directa de otras tantas federaciones, confederaciones, sindicatos y comunidades agrarias; 102 sindicatos más, enviaron telegráficamente o por carta, su adhesión a la asamblea, debido a que por razones de orden económico no pudieron enviar delegaciones; el número de representados obreros fue de 116,000 y de 300,000 campesinos y obreros agrícolas de casi todos los estados de la República.

» Estaban representadas las izquierdas de la CROM de Puebla y Veracruz. Independientemente de que las cifras pudieran estar algo o muy infladas, lo cierto es que los trabajadores representados superaban con creces a cualquier organización sindical que en el futuro organizara el PCM como fuerza hegemónica». (12)

En cuanto a la reunión citada por la AUSAG no fue ningún congreso, sino como señala en otro texto el que esto escribe: «En agosto de 1929 tuvo lugar la Convención Pro Ley del Trabajo en el Centro Cívico ‘Álvaro Obregón’, por convocatoria de la Alianza de Uniones y Sindicatos de Artes Gráficas. La mayoría era desfavorable al proyecto gubernamental. Participaron la Alianza de Obreros y Empleados de la Compañía de Tranvías de México, la CROM , la CSUM , la CTC, la Federación Nacional de Maestros y otras organizaciones». (13)

En torno al fusilamiento de José Guadalupe Rodríguez Favela, el socialista «revolucionario» afirma: «América Latina fue escenario de varias tentativas comunistas destinadas a salvar al prestigio de un dirigente o a disimular una derrota. La huelga de los bananeros de Santa Marta, en Colombia, de la que ya hablamos, fue una de ellas. La orden de establecer soviets en las regiones norteñas de México –que costaría la vida al líder José Guadalupe Rodríguez, en Durango, durante el cuartelazo de marzo de 1929–, constituyó otra de las tentativas, realizada por iniciativa de los comunistas mexicanos, temerosos de que Moscú volviera a criticarlos, si, en un momento de peligro para el gobierno, lo apoyaban no por sí mismo sino para dar jaque a las fuerzas reaccionarias…» (p. 210)

El párrafo que antecede conjuga mentiras con calumnias. Nadie en marzo-mayo de 1929 llamó a constituir soviets en México. Ésa es una calumnia del señor Víctor Alba, especialista en inventar situaciones inexistentes y en dar explicaciones propias de los órganos de seguridad del Estado y de la teoría de la conspiración, recursos muy manidos de los historiadores derechistas del movimiento obrero y campesino. A José Guadalupe Rodríguez se le fusiló, junto con Salvador Gómez, por perseverar en el armamento de los campesinos, por combatir a los alzados con la movilización de las masas y por ajustar cuentas con latifundistas y líderes derechistas. (14)

El historiador que algunos llaman socialista «revolucionario», sostiene que «…la CGOCM [Confederación General de Obreros y Campesinos de México] formó el Comité Nacional de Defensa Proletaria, para apoyar al régimen del general Lázaro Cárdenas…» (p. 447)

Las dos afirmaciones son inexactas. El organismo que convocó a las organizaciones obreras para responder a la intentona golpista de Plutarco Elías Calles, fue el Sindicato Mexicano de Electricistas, respondiendo positivamente a esta convocatoria la CGOCM, la CSUM, el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana, el Sindicato Industrial de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana y otros sindicatos, federaciones y centrales, que el 15 de junio de 1935 constituirían el CNDP para amenazar a Calles y compañía con la huelga general en caso de que hubiera el peligro real de la instauración de una dictadura fascista. El CNDP no se creó para apoyar al gobierno de Cárdenas, aunque finalmente se produjo el apoyo a éste. (15)

Sobre el desarrollo del PCM, Pere Pagès anota: «La escisión más antigua es la de México. El Partido Comunista se formó en 1921 [en otra parte dice que en 1922]. En 1940, los principales dirigentes fueron expulsados (Campa, Laborde) y formaron el Partido Obrero y Campesino. En 1947 Lombardo Toledano organizó su propio partido, (el Partido Popular), con una serie de exmiembros del Partido Comunista, como Diego Rivera, o comunistas notorios, como Narciso Bassols…» (p. 235)

La tesis no se puede mantener en pie. Es de sobra conocido que partidos comunistas como los de Argentina y de Venezuela sufrieron escisiones que dieron origen a otros partidos, que o desaparecieron o volvieron a fundirse con el partido principal. El POCM se fundaría hasta 1950, con los compañeros expulsados en 1940, 1943 y 1948. Narciso Bassols nunca fue comunista, y entre los fundadores del PP había no sólo excomunistas, socialistas y nacionalistas, sino incluso anticomunistas como Octavio Véjar Vázquez, el jefe de la era de terror en el sindicalismo magisterial cuando fue titular de la Secretaría de Educación Pública. El PP se fundó en 1948, no en 1947.

Más adelante, agrega el autor citado: «La CTM expulsa a Lombardo Toledano en 1947, y los escindidos forman la CUT [Confederación Única de Trabajadores de México], adherida a la CTAL [Confederación de Trabajadores de América Latina], y pronto sustituida por la UGOC…» (p. 449)

La CUT no fue fundada por Lombardo, sino por el STFRM y otros importantes sindicatos bajo la dirección de Luis Gómez Z. y Valentín Campa, siendo creada en marzo de 1947. Los tres miembros lombardistas del Comité Nacional de la CTM son expulsados en octubre de ese año. A propósito, Lombardo Toledano combatió la fundación de la CUT. Otro tanto hizo Dionisio Encina, secretario general del PCM. Para no quedar sin representación en México, Lombardo solicitó al STFRM, el STPRM, el SITMMSRM y la CUT que formaran parte de la CTAL, cosa que hicieron con mucho gusto. La Unión General de Obreros y Campesinos de México se constituyó en 1949.

No está de más decir que Víctor Alba es un defensor de la Confederación Obrera Panamericana y de la Confederación Interamericana de Trabajadores. En cambio, a los dirigentes obreros comunistas como Raúl Eduardo Mahecha (Colombia), Enrique Rodríguez (Uruguay), Juan Vargas Puebla (Chile), Pedro Saad (Ecuador) y otros los presenta como partidarios de acciones programadas fuera de su patria, aventureros y enemigos de la democracia y la independencia sindicales. Es un historiador claramente al servicio del imperialismo y enemigo de las fuerzas avanzadas de nuestro subcontinente. A propósito, Pere Pagès fue conocido en México por sus colaboraciones en la revista Siempre!, que se caracterizaban por enfocar sus baterías contra las fuerzas de izquierda y a favor de la «democracia occidental». Terminó exactamente igual que Julián Gorkin y Joaquín Maurín: al servicio de los monopolios y gobiernos de Estados Unidos.

Víctor Alba indica que los partidos comunistas de América Latina eran reconocidos por el Kominform, cuando es un secreto a voces que este buró incluía solamente a los partidos comunistas de la Unión Soviética, Polonia, Yugoslavia (hasta 1948), Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, Francia e Italia, quedando fuera partidos comunistas tan importantes como los de China, India, Japón, Finlandia y Chile. Incluso se excluyó al partido albanés.

Para mejor comprender las limitaciones del texto albista, quizá no sobre transcribir una confesión del socialista «revolucionario»: «…el autor ha tenido que valerse, no pocas veces, de su experiencia personal y de información recogida de protagonistas de algunos de los episodios de esta historia». (p. 179) Esto, traducido al buen romance, significa que el historiador poumista escribió acerca de los comunistas latinoamericanos por sus conocimientos empíricos y porque… ¡le platicaron chismes e invenciones! ¡Vaya forma de escribir la historia!

El contenido del libro incluye los puntos que se citan a continuación: I. Los antecedentes. Escenario y protagonistas, antecesores e ideas. II. Los movimientos políticos obreros: anarcosindicalismo, socialismo, comunismo, populismo y otros; caracterización del sindicalismo latinoamericano; los movimientos sindicales en Argentina, Uruguay y Paraguay, Chile, Brasil, países andinos, Colombia y Venezuela, Centro América, Antillas, México, y organizaciones sindicales continentales. Estadísticas e índice analítico.

En la obra no hay ninguna investigación de archivo. Alba no consultó ni siquiera los archivos de México. Tampoco hay ninguna investigación hemerográfica, salvo contados artículos o ensayos en revistas especializadas y periódicos políticos de algunos países hermanos. No hay rastros de pesquisas en La Internacional (Buenos Aires), Justicia (Uruguay), La Protesta (Buenos Aires), El Despertar de los Trabajadores (Chile), La Internacional Comunista, El Machete (México), El Libertador (México), Bandera Roja (nombre común a publicaciones de Bolivia, México y otros países), La Correspondencia Sudamericana (Buenos Aires), Amauta (Lima), El Trabajador Latinoamericano (Montevideo), Labor (Lima), La Correspondencia Internacional, Hoz y Martillo (Perú), El Comunista (del Buró del Caribe de la IC), Tierra (Colombia), Trabajo (Costa Rica) El Luchador del Caribe, El Obrero del Caribe, Hoy (La Habana), La Hora (Argentina), El Siglo (Santiago de Chile), Dialéctica (La Habana), La Voz de México, Fundamentos (La Habana), Teoría (México), Liberación (México), ¡Por una paz duradera, por una democracia popular! (órgano del Kominform), Noticiero de la CTAL, El movimiento sindical mundial (FSM), Tiempos Nuevos (Moscú), Noticiero Obrero Interamericano (CIOSL) y Mundo de Trabajo (ORIT).

En la bibliografía, que es extensa, se mencionan entre otros autores y títulos: Robert J. Alexander, Reseña del movimiento obrero en América Latina; Jorge Amado, Vida de Luis Carlos Prestes; Felipe Cossío del Pomar, Víctor Raúl; Bajo la bandera de la CSLA; Congreso Obrero Latinoamericano; CTAL, Resoluciones de sus asambleas. 1938-1948; Dardo Cúneo, Juan B. Justo y las luchas sociales en la Argentina; Luis Chávez Orozco, Prehistoria del socialismo en México; Jaime Díaz Rozzoto, El carácter de la Revolución guatemalteca; Adolfo Dickmann, Los congresos socialistas; Ricardo Flores Magón, Sembrando ideas; Emilio Frugoni, Génesis, esencia y fundamentos del socialismo; Manuel González Prada, La anarquía; Víctor Raúl Haya de la Torre, Treinta años de aprismo; SSA de la IC, El movimiento revolucionario latinoamericano. Versiones de la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana; Julio César Jobet, Recabarren. Los orígenes del movimiento obrero y el socialismo chileno; A. Losovsky, El movimiento sindical latinoamericano, sus virtudes y sus defectos; José Carlos Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana; Ésta es la ORIT; Francisco R. Pintos, Historia del Uruguay; Moisés Poblete Troncoso, El movimiento obrero latinoamericano; Ramón Romero, Somoza, asesino de Sandino, y Guillermo Toriello, La batalla de Guatemala.

Notas

(1)Movimiento por la Defensa de los Derechos del Pueblo, La masacre de las bananeras en 1928, en Indymedia Colombia, 4-XII-08.

(2)Jorge Eliécer Gaitán, Colombia. La masacre de las bananeras, Chilpancingo, UAG y CEMOSA, 1983, p. 38.

(3)J. E. Gaitán, Colombia. La masacre…, p. 30.

(4)Mijaíl Kudachkin y Yuri Koroliov, «Los movimientos de liberación nacional y las revoluciones burguesas de los años 20 y 30», en Revoluciones latinoamericanas del siglo XX, t. I, Moscú, Red. «Ciencias Soc. Contemp.», 1986, p. 83. Los interesados en esta revolución pueden leer de Roque Dalton, Miguel Mármol. Los sucesos de 1932 en El Salvador, México, Ed. Cuicuilco, 1982.

(5)Felipe de J. Pérez Cruz, La caza de los demonios en el «debate» sobre Julio Antonio Mella, en el sitio Rebelión, 11-I-2010, y otros. 

(6)Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba anexo al Comité Central del Partido Comunista de Cuba, Historia del movimiento obrero cubano. 1865-1958, t. II. 1935-1958, La Habana, Ed. Política, 1985, p. 176.

(7)Instituto de…, Historia del movimiento…, t. II, pp. 179-180.

(8)Anatoli Bekarévich, Kalev Leino, Vladímir Borodáev y Anastasio Mansilla, «Cuba: etapa socialista de la Revolución», en Revoluciones latinoamericanas del siglo XX, t. II, Moscú, Red. «Ciencias Soc. Contemp.», 1986, pp. 25-26.

(9)Jacobo Arbenz Guzmán. 1913-1971, en el sitio Avizora.

(10)Mario López Larrave, Guatemala. Breve historia del movimiento sindical, pról. de José Luis Balcárcel, Chilpancingo, UAG y CEMOSA, 1983, p. 21, y M. L. Larrave, Breve historia del movimiento sindical guatemalteco, Guatemala, Ed. Universitaria, 1976, pp. 49-50.

(11) Julián G. Gorkin, «Los problemas de la Revolución española», en Nueva Era. Antología de una revista revolucionaria. 1930-36 , introd. y sel. de Víctor Alba, Madrid, Ed. Júcar, 1977; «Qué es y qué quiere el Partido Obrero de Unificación Marxista», en La Revolución española en la práctica. Documentos del POUM , intr. y sel. de V. Alba, Madrid, Ed. Júcar, 1978; Andreu Nin, La Revolución española , Barcelona, Ed. Fontamara, 1978, y León Trotsky, La Revolución española , Buenos Aires, El Yunque Ed., 1973.

(12)Gerardo Peláez Ramos, La fundación de la Confederación Sindical Unitaria de México , en Apia virtual, La Haine y otros sitios.

(13)Véase Gerardo Peláez Ramos, Valentín Campa Salazar, dirigente obrero comunista , en La Haine, APIA virtual, Rebelión, Pacarina del Sur y otros portales.

(14)Gerardo Peláez Ramos, El fusilamiento de J. Guadalupe Rodríguez, en La Haine, Apia virtual, Rebanadas de realidad, SICLA Puebla, Nodo50 y otros sitios.

(15)Gerardo Peláez Ramos, El SME y la unidad obrera. El Comité Nacional de Defensa Proletaria, en los sitios Apia virtual, Todos con el SME y otros.

***Víctor Alba, Historia del movimiento obrero en América Latina, México, Libr. Mex. U., 1964, 598 p.

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