Siempre había pensado que la incontinencia verbal era un mal de los representantes de la sociedad española, pero nunca imaginé que en Perú fuera una enfermedad terminal, heredada de los colonialistas, pero agravada por la derecha conservadora nacional que dice cualquier barbaridad de su país, de sus ciudadanos, y por si fuera poco, se inmiscuye […]
Siempre había pensado que la incontinencia verbal era un mal de los representantes de la sociedad española, pero nunca imaginé que en Perú fuera una enfermedad terminal, heredada de los colonialistas, pero agravada por la derecha conservadora nacional que dice cualquier barbaridad de su país, de sus ciudadanos, y por si fuera poco, se inmiscuye en asuntos internos de otras naciones.
La inestabilidad que está viviendo este Estado andino por esas conductas, y los acontecimientos ocurridos en Venezuela en las últimas semanas, han puesto al descubierto una vez más ese padecimiento endémico entre los políticos y medios de prensa conservadores, que sin escrúpulos y argumentos se atacan sin misericordia hasta entre ellos mismos, y lo hacen incluso con otros pueblos hermanos de Latinoamérica.
Precisamente este lunes la Comisión de Exteriores del Congreso, en un acto de injerencia en la actual problemática interna de la Patria de Simón Bolívar, aprobó aunque sin consenso, porque esa palabra no existe en el diccionario de los legisladores peruanos, un proyecto de declaración hostil al gobierno del presidente Nicolás Maduro.
La determinación de ese órgano unicameral, donde impera la corrupción, la hostilidad, las ofensas y los trapos sucios, tiene como propósito presionar al ejecutivo del mandatario Ollanta Humala a pronunciarse contra Venezuela.
Sin embargo, una gran parte de los congresistas ni siquiera conocen las leyes que rigen las relaciones internacionales, lo que es aprovechado por intrusos alentados y financiados por el régimen de Estados Unidos para conseguir pronunciamientos de Lima contra Caracas, según diversas fuentes.
Por su parte, los principales medios de prensa, controlados por emporios mediáticos privados en manos de la derecha, no paran de echar leñas a una hoguera apagada para, por instrucción de Washington, incendiar las relaciones entre Perú y Venezuela, y por supuesto dividir a América Latina, el principal objetivo de la administración norteamericana.
Lo que ha estado ocurriendo en la nación del Comandante Hugo Chávez, inmersa ahora en los homenajes por el primer aniversario, este 5 de marzo, de la desaparición física de ese gigante de la Patria Grande, lo han convertido en un problema domestico peruano para exacerbar la inestabilidad política local, y al mismo tiempo esconder los graves hechos de corrupción, extorsión y vínculos con el narcotráfico en que están involucrados expresidentes y congresistas de este país sudamericano.
Personajes de esa calaña o sus portavoces gruñen en los medios de comunicación contra Venezuela en nombre de la «democracia» y los «Derechos Humanos», al estilo de España y Estados Unidos, donde ni impera una, ni mucho menos los otros, sino todo lo contrario, la represión, los recortes sociales, los desahucios, los suicidios, el desempleo, el racismo, y una crisis económica sin precedentes.
Un experimentado diplomático latinoamericano de reconocido prestigio en Madrid me comentó hace algunos años que la incontinencia verbal de los españoles no tenía parangón en la historia, pero evidentemente no conocía a los politiqueros peruanos.
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