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Perú

Jugando con fuego: Las maniobras de Tabatinga

Fuentes: Rebelión

La expresión «jugar con fuego» tiene dos acepciones. Puede referirse al hecho físico de encender un fósforo para avivar una llama y provocar un incendio mayor. Pero también, atribuirse al empeño de generar una acción que produzca efectos inesperados, y aun indeseables, que comprometan a otros y generen daños irreparables. En este marco, las maniobras […]

La expresión «jugar con fuego» tiene dos acepciones. Puede referirse al hecho físico de encender un fósforo para avivar una llama y provocar un incendio mayor. Pero también, atribuirse al empeño de generar una acción que produzca efectos inesperados, y aun indeseables, que comprometan a otros y generen daños irreparables.

En este marco, las maniobras de Tabatinga -próximas a ejecutarse- revisten ambas modalidades. Se valen de armas de fuego para alentar mayor violencia, pero además abren una suerte de Caja de Pandora, generando un clima inesperado de confrontación en el sub continente, iniciando una guerra que podría saberse dónde y cómo empezó, pero que difícilmente se sabrá cómo, ni cuándo, habrá de concluir.

Las «Maniobras de Tabatinga», en realidad han sido preparadas por el Comando Sur de los Estados Unidos y habrán de desplegarse en una de las triples fronteras de nuestra región: la que conecta Brasil, Colombia y Perú; y que cuenta con un vecino cercano: Venezuela.

Todo indica que éste último país es el «lei motiv», y el fin último de estas acciones armadas que no tendrían más propósito que preparar una intervención militar, orientada a un propósito inalcanzable: derribar por la fuerza de las armas al gobierno patriótico de la Venezuela Bolivariana.

Diversas y múltiples han sido las acciones impulsadas por la reacción mundial para derrocar a Nicolás Maduro y retrotraer la historia en el país llanero. Desde la «unidad» a forciori de las fuerzas contra revolucionarias internas, hasta el terrorismo impulsado en campos y ciudades para quebrar la resistencia del pueblo venezolano.

Todas ellas fracasaron, porque se estrellaron contra dos rocas: la unidad de la Fuerza Armada Bolivariana y la capacidad de lucha del pueblo de los Libertadores, que no dio tregua al enemigo.

Hasta el pasado 30 de julio duraron las acciones sediciosas de «la contra» en Venezuela. Las mató la elección para la Asamblea Constituyente, que elevó la temperatura, y llevó al delirio más extremo a las fuerzas reaccionarias de dentro y fuera de ese país.

Ahora, derrotados en la esfera política, y vencidos en el escenario interno; buscan la intervención armada de otros países. Recurrir a gobiernos afines de Trump , en el escenario concreto, pareciera ser la única opción.

Esta no es, sin embargo, una «táctica» nueva. Recordemos solo Guatemala, 1954. Para derribar al gobierno de Jacobo Arbenz, el gobierno yanqui comprometió en ese entonces a la Nicaragua de Somoza y a Honduras. Y en sus territorios se urdieron maniobras militares que finalmente derivaron en la intervención mercenaria liderada por Castillo Armas. En otro contexto, hoy se pretende lo mismo, solo que contra Venezuela.

Y el Pentágono -principal interesado en la tarea- En lugar de los gobiernos de los países que antes eran Repúblicas Bananeras, ahora se vale de gobiernos profundamente reaccionarios. Los «Ideólogos» del Imperio, no atinan a encontrar otro derrotero.

El régimen corrupto y golpista del Brasil -el del señor Temer-; la administración de Santos, en Colombia que no habría podido salir de la confrontación armada interna sin apoya de Chávez y Maduro; y el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, que aspira apenas a moverse como un perrito faldero para congraciarse con la Casa Blanca; son ahora las «nuevas cartas» de Washington. Y rebajan a sus Estados a la triste condición de las «Repúblicas Bananeras de los años 50».

Que el gobierno brasileño se preste a esto, podría interpretarse como un guiño del Palacio de Planalto a la administración yanqui para lograr de ella el «respaldo» al Mandatario incoado por graves delitos de corrupción. Que lo haga Colombia, podría ocurrir por el «peso interno» que aún tiene Uribe, que no restañe las heridas que le dejara el reciente Acuerdo de Paz suscrito entre las autoridades de ese país y las FARC. Pero lo que no tiene sustento alguno es la presencia de Lima en ese embrollo.

Se incluye a nuestro país por dos razones: por la política externa de su gobierno actual, y por un hecho categórico: Operan en el Perú más de 9 bases militares norteamericanas listas a la acción.

  Es claro que el Presidente Kuczynski es un exponente definido del «modelo» yanqui de dominación en nuestro continente. Neo Liberal a ultranza, y lobbysta destacado de consorcios imperiales; enfila de manera constante sus baterías contra la Venezuela Bolivariana porque en el fondo de su Karma quisiera que ese país, y todos los demás, fueran otra vez colonias, o de España o de los Estados Unidos, pero Colonias. Nunca países Independientes y Soberanos.

Pero lo que PPK no puede hacer, es involucrar al Perú en una acción militar de esa naturaleza, orientada contra un pueblo hermano. Ni puede comprometer a los peruanos en una guerra sin sentido contra otro país de nuestro continente. Venezuela no es sólo un país con el que hemos tenido a lo largo de la historia excelentes relaciones diplomáticas, comerciales, culturales y diplomáticas; sino que es también la Patria de nuestros Libertadores.

Bolívar, y Antonio José de Sucre -el Gran Mariscal de Ayacucho- nos dieron Patria a comienzos del siglo XIX, en memorables batallas en las que la columna vertebral del Ejército Libertador, fue integrada por soldados venezolanos. Pero Venezuela nos tendió la mano siempre. Recordemos, sólo, el terremoto del 2007 y las Casas de Chincha; pero también la asistencia de Caracas entre febrero y mayo últimos, para valorar la importancia de la solidaridad como política de naciones entre pueblos hermanos. ¿Contra ellos, la guerra?

El Perú es suscriptor del Acuerdo tomado en la Cumbre de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, –CELAC– que declaró América como «Zona de Paz». Incentivar la guerra o prepararse para ella. Constituye una grosera violación de los propósitos enarbolados por esa respetable Comunidad de Naciones; y una afrente a pueblos y naciones de nuestro continente.

«Jugar con Fuego», no es una frase. Es un verdadero desafío, que merece el más categórico repudio.

Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.