Si alguna vez la derecha en Nuestra América tuvo un ápice de vergüenza, evidentemente la perdió totalmente en los últimos años con su exasperada ambición de rehacerse del poder en las naciones de al sur del Río Bravo y hasta la Patagonia. Argumentos al respecto son numerosos, pero la copa se desbordó en las últimas […]
Si alguna vez la derecha en Nuestra América tuvo un ápice de vergüenza, evidentemente la perdió totalmente en los últimos años con su exasperada ambición de rehacerse del poder en las naciones de al sur del Río Bravo y hasta la Patagonia.
Argumentos al respecto son numerosos, pero la copa se desbordó en las últimas horas cuando al grito de «Viva Pinochet» en un acto público, el expresidente de Chile Sebastián Piñera presentó su candidatura para disputarse un eventual nuevo mandato en las elecciones de noviembre venidero en ese país sudamericano.
Augusto Pinochet, golpista y uno de los más despiadados dictadores que ha conocido la Patria Grande, fue increíblemente vitoreado por los seguidores derechistas de Piñera, quien por cierto también está implicado en diversos hechos de corrupción.
Pero haber sido criminal, ser golpista o corrupto, son hoy «méritos» para la oligarquía regional, empeñada a toda costa, con el financiamiento y respaldo de Estados Unidos, en destronar a gobiernos progresistas, desmembrar las fuerzas de izquierda, y retornar así a los tiempos pasados y macabros que vivió Nuestra América en las últimas décadas de la pasada centuria.
Solo hay que mirar de soslayo a la Argentina de hoy, la del ultraconservador Mauricio Macri, o el Brasil actual donde gobierna el mandatario de facto, Michel Temer, quien se hizo de las riendas del gigante sudamericano a través de un insolente golpe de Estado parlamentario.
Macri y Temer son corruptos, represores y neoliberales, como igual lo es el aspirante oligarca a la presidencia de Ecuador, Guillermo Lasso, un banquero que sin el menor escrúpulo vende y se compra sus propios bancos, y desde ya anunció una mayor dolarización de esa nación, un mal impuesto a sus compatriotas antes de la Revolución Ciudadana de Rafael Correa.
A ese trío quieren sumar ahora a Piñera, en Chile, como parte del plan orquestado en Washington de restaurar el conservadurismo en la Patria Grande y extenderlo por Venezuela, Bolivia y El Salvador, después de imponerlo o preservarlo además en varios países como Paraguay, Perú, Honduras y Guatemala, entre otros.
La avalancha derechista, como la de lodo que ha ocurrido en Perú con las intensas lluvias de los últimos días, arrasa con los pueblos, los despoja de sus empleos, de los derechos sociales y humanos fundamentales, privatiza todo y vende los países al mejor postor.
Es algo similar al llamado fenómeno del Niño provocado por el Cambio Climático, pero claro en mayúscula, porque empobrece y mata con intencionalidad a los más desposeídos, mientras se enriquecen cada vez más los poderosos y los grandes emporios trasnacionales de los estados ricos del Norte.
Todas las fuerzas progresistas, los movimientos sociales, populares y la intelectualidad de izquierda latinoamericana y caribeña, están entonces llamadas con urgencia, unidad y solidaridad, a detener a ese mal que embiste y agrede sin tregua a la Patria Grande.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.