Desde el pasado 12 de julio, Paraguay deshoja las margaritas para tomar una decisión final sobre su regreso o no al Mercado Común del Sur (Mercosur). Ese día, la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del bloque integracionista decidió dejar sin efecto, a partir del 15 de agosto próximos y gozando de todas […]
Desde el pasado 12 de julio, Paraguay deshoja las margaritas para tomar una decisión final sobre su regreso o no al Mercado Común del Sur (Mercosur).
Ese día, la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del bloque integracionista decidió dejar sin efecto, a partir del 15 de agosto próximos y gozando de todas sus prerrogativas, la suspensión que pesaba sobre el país mediterráneo como miembro pleno.
Paraguay había sido suspendido en su membresía a causa de la destitución del presidente constitucional, Fernando Lugo, en junio del pasado año, en una acción calificada como un golpe de Estado parlamentario.
Se condicionó su regreso a la celebración de elecciones y la asunción de un gobierno producto de esos comicios, pues el Ejecutivo de Federico Franco, un resultado del mencionado golpe, nunca fue reconocido por la mayoría de los países latinoamericanos.
La ruptura del proceso democrático provocó un verdadero aislamiento internacional, no sólo por la retirada de Asunción de casi todos los embajadores de América Latina, sino por la imposibilidad de participar en eventos internacionales importantes como la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños y la Cumbre Iberoamericana, entre otros.
Aunque se trató de una sanción política, seguida por igual medida adoptada por la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la tensión se acrecentó entre Paraguay y sus vecinos, especialmente Argentina y Brasil, quienes constituyen a la vez sus más importantes socios económicos.
De la parte del gobierno de Franco se desató una fuerte campaña de ataques contra ellos y se enfiló las baterías también contra Venezuela, admitida como miembro pleno del Mercosur tras la culminación de todos los requerimientos exigidos por el reglamento de la agrupación.
En realidad, durante seis años consecutivos, el viejo Parlamento paraguayo, dominado por los mismos partidos tradicionales que ejecutaron el golpe de Estado, habían obstaculizado el ingreso venezolano sin una razón válida.
El fallecido presidente Hugo Chávez llegó a revelar, en una ocasión, la exigencia hecha por grupos de legisladores paraguayos de la entrega de una importante cantidad de dinero en efectivo para votar favorablemente en el Congreso por el mencionado ingreso de Venezuela.
Tras la suspensión paraguaya en Mercosur y Unasur, se registró normalmente la entrada de Venezuela, aprobada por los parlamentos de todos los países miembros y por los mandatarios reunidos en Brasilia, pues el proceso previo para ello había terminado.
Eso incrementó la campaña del gobierno de Franco enarbolando una tesis para exacerbar pasiones nacionalistas sobre la base de un supuesto desconocimiento de los derechos paraguayos, imposibles de ejecutar por un Estado suspendido y un Ejecutivo producto de un golpe de Estado.
La campaña para las elecciones presidenciales trajo a ese escenario un planteamiento del entonces candidato Horacio Cartes, quien pareció comprender, fuera de cualquier análisis, la necesidad para el país de regresar al seno del Mercosur.
No estaba basada en criterios irreales pues no hay que analizar mucho para darse cuenta de los beneficios implicados en la permanencia dentro del bloque, tanto desde el punto de vista económico como de las posibilidades de llegar, a través de él, a nuevos mercados en condiciones favorables, algo tan necesario para una nación sin infraestructura industrial y muy alto nivel de pobreza.
Esa posición se vio afectada por las inmensas presiones de algunos grupos de poder decisivos en el manejo de la política exterior paraguaya y por la campaña de prensa por ellos desatada, además de algunos consejos provenientes del exterior, razones basadas en un indisimulado criterio político.
Es ahí donde se comienzan a generar tesis absurdas como la condición de entregar la presidencia pro témpore del bloque a Paraguay, volver atrás en la aceptación de Venezuela como miembro pleno hasta que el parlamento paraguayo lo autorice y poco menos de una petición de perdón por parte de Mercosur por haber condenado el golpe de Estado.
La imposibilidad de acceder a esas peticiones impuestas por quienes realmente buscan un rompimiento de Paraguay con el Mercosur, como parte de un plan estructurado contra la integración regional y latinoamericana, colocó en punto muerto las relaciones entre las dos partes.
Algunas voces más racionales llaman la atención sobre que una negativa a volver al Mercosur implica desconocer que Paraguay exporta a ese bloque por lo menos cinco mil millones de dólares anuales; sería la pérdida de los aranceles favorables para sus exportaciones y afectaría los vínculos con sus tradicionales mercados de Argentina y Brasil.
Sobre esa base, por ejemplo, se pronunció el Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya, en cuanto a que una eventual salida del Mercosur por parte de Paraguay sería duro golpe a las exportaciones y un retroceso en el desarrollo de cualquier proyecto de industrialización.
Es totalmente absurdo plantearse salir de un bloque donde se tienen acuerdos de libre comercio, señaló Fernando Masi, director del Centro, y recordó también que se perderían otros adoptados con diversos países mediante Mercosur.
En definitiva, mientras algunos sectores apelan a endurecer los planteamientos para lograr la ansiada ruptura satisfaciendo intereses ajenos al desarrollo de Paraguay, otros siguen esperando que el nuevo gobierno, heredero de un país con las arcas vacías y la mitad de la población en la pobreza, evolucione en forma distinta.