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Retroceso regional desde el Mercosur

La integración amenazada

Fuentes: Rebelión

La victoria electoral del Comandante Hugo Chávez en 1998, de Luis Ignacio Lula Da Silva en 2002, de Nestor Kirchner en 2003, de Evo Morales en 2005 y de Rafael Correa en 2007 abrieron los caminos hacia la creación de nuevos espacios de integración regional, esta vez, basado la cooperación y la solidaridad mutua, bajo […]

La victoria electoral del Comandante Hugo Chávez en 1998, de Luis Ignacio Lula Da Silva en 2002, de Nestor Kirchner en 2003, de Evo Morales en 2005 y de Rafael Correa en 2007 abrieron los caminos hacia la creación de nuevos espacios de integración regional, esta vez, basado la cooperación y la solidaridad mutua, bajo criterios NO puramente mercantiles y de respeto a las asimétricas económicas. La visión de aquellos gobernantes visionarios era de allanar los caminos con miras a la unión de nuestros países.

El eje conformado entre los gobiernos revolucionarios y progresistas (Venezuela, Brasil y Argentina, Bolivia y Ecuador) logró enterrar durante la Cumbre de las Américas celebrada en 2005 en Mar de Plata, Argentina, al más ambiciosos y lesivo proyecto estadounidense que pretendía socavar las soberanías de todos los países de la región y someterlos a los intereses de sus transnacionales: El Área de Libre Comercio para las Américas, mejor conocido como el ALCA.

La prioridad de los gobiernos progresistas y revolucionarios liderizados por Venezuela, Brasil y Argentina pasó a ser la integración regional y el intercambio Sur-Sur. Estos constituyeron un bloque opuesto de forma frontal al ALCA y los Tratados de Libre Comercio (TLC) bilaterales (o por separado) que desarrollaron Estados Unidos y Europa con países como Perú, Chile, Colombia y México.

En el caso del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) que había nacido en 1991 y adoptado políticas económicas influenciadas por las tesis neoliberales, lo cual le trajo serios problemas, con la llegada al poder de los gobiernos progresistas y revolucionarios, este organismo subregional logró colocar «los caballos de la política y al ser humano por delante de las carretas económicas»[1]. Sin embargo, la respuesta del hegemon que vio perder a su histórico «patio trasero» no tardó en llegar.

Para hacer frente a las nuevas realidades de la región, Estados Unidos promovió junto a sus países satélites-vasallos un conjunto de políticas destinadas a socavar al bloque suramericano. Por lo que se constituyó la Alianza del Pacífico con Estados Unidos para hacer frente al MERCOSUR. En el campo diplomático y las relaciones multilaterales, estos países presionaron por darle mayor peso a la Organización de Estados Americanos (OEA) con el propósito de hacer frente a la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) fundada en 2008 y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) creada en 2010, al tiempo que era reactivado el Comando Sur de EE.UU. y la 4ta Flota estadounidense en 2008 encargada de «velar por la seguridad del hemisferio y los intereses nacionales de Estados Unidos» y poner en marcha un nuevo Plan Condor 2.0, esta vez, por medio de acciones encubiertas y métodos de guerra no -convencional, orquestados a través de ONG’s (la USAID y la NED) que incrementaron el financiamiento a los medios privados opositores, partidos y movimientos políticos con el propósito de desestabilizar aquellos gobiernos.

La derrota electoral del Kirchnerismo en Argentina en diciembre de 2015, la consumación del golpe de Estado «institucional» en Paraguay 2012 y Brasil 2016, y el revés político del 6D ocurrido en Venezuela crearon un panorama político complejo de retrocesos en toda América Latina. Los días de gloria suramericana, en que la región se levantaba al unísono, en bloque, con posiciones propias y desafiantes al imperialismo están quedado atrás. No existen dudas que Ecuador, Bolivia, Venezuela, Nicaragua, El Salvador y Cuba resisten estoicamente a los éxitos de la arremetida imperialistas y de sus parásitas burguesía locales, pero los reveses políticos ocurridos en los países cuyas economías ejercían un peso específico de importancia en mecanismos como el MERCOSUR (Brasil y Argentina) significaron un duro golpe para la continuidad de los procesos integracionistas.

Hoy nadie duda de que la región atraviesa por un proceso de restauración neoliberal que amenaza a todos sus pueblos.

Restauración neoliberal en el continente y la agresión a Venezuela

Recientemente, el actual ministro de economía de Argentina, Alfonso Prat-Gay, develó los verdaderas propósitos que mueven la política exterior de los gobiernos de Mauricio Macri y al de su vecino usurpador Michel Temer. Frente a varios medios, Prat-Gay declaró en relación de los cambios políticos en Brasil que su país era muy «respetuoso del proceso institucional y, desde el punto de vista económico, quizás Brasil entienda que su integración al mundo no puede ser de manera individual, por lo tanto será una buena oportunidad para refundar el Mercosur» [2].

Los mismos gobiernos que plantean el restablecimiento del modelo neoliberal y su realineamiento a Estados Unidos, en esta oportunidad pretenden demoler los procesos de integración regional que tanto esfuerzo costaron a nuestros pueblos y su vanguardia.

Años atrás, con el fortalecimiento del MERCOSUR, gracias a la prótesis colada por los gobiernos progresistas de Brasil y Argentina y la entrada de Venezuela al organismo, se pudo avanzar hacia la fundación de UNASUR, con su Consejo Suramericano de Defensa, el Banco del Sur, entre otros organismos. Al calor de aquellos procesos de integración nacieron otros organismos, unos más temprano como la Alianza Bolivariana el ALBA y Petrocaribe en 2004 y la CELAC en 2010, espacios que derrotaron la Doctrina Monroe impuesta por Estados Unidos en toda la región.

Desde la independencia de nuestros países, nunca el imperio estadounidense había estado tan aislado de todo el continente. La UNASUR y la CELAC –espacios multilaterales en los que no participa Estados Unidos– fueron organismos creados para contrarrestar la influencia negativa de Estados Unidos en la región y generar la necesaria independencia política.

América Latina había comenzado a desarrollar relaciones soberanas con otras potencias emergentes en el mundo, especialmente con China, país que prometió la inversión de 250 mil millones de dólares para los próximos años en el continente. Además, la región pasó a tener vos propia en los espacios internacionales para denunciar las pretensiones imperiales y combatir el modelo neoliberal que se pretendía imponer desde el norte a través de sus agentes políticos y las burguesías parásitas.

Al respecto, el reconocido intelectual brasileño, Emir Sader, comentaba en su más reciente y certero artículo titulado «El desmontaje de la integración regional» que «el intercambio regional, la intensificación del comercio con China y la extensión y profundización del mercado interno de consumo popular fueron claves en esa resistencia a la recesión, que en otras condiciones nos habría llevado a la peor recesión de nuestra historia». Y que «el cambio de gobierno en Argentina y ahora en Brasil es la oportunidad tan aguardada por los EEUU para la ruptura de su aislamiento en América Latina» [3].

¿Qué significa «refundar el Mercosur»?

La derecha siempre ha querido, sin terminar con el Mercosur, abrir espacios para acuerdos bilaterales de libre comercio con la Unión Europea y Estados Unidos y su acercamiento con la Alianza del Pacífico. Es decir, se pretende imponer el TLC de golpe a todos el bloque regional, lo que en otras palabras sería, en efectos prácticos, el replanteamiento del ALCA para toda América Latina. Es ese el objetivo central de esa «refundación» a la que se refería el argentino Alfonso Prat-Gay, que resultaría en el comienzo del desmonte de los procesos de integración regional, debilitando al MERCOSUR, UNASUR y la CELAC, tal como reconoce Emir Sader en su citado escrito.

La estrategia actual de los gobiernos neoliberales es arreciar el cerco contra Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador y Cuba. Para ello, han intentado utilizar a la OEA para justificar una intervención militar estadounidense contra Venezuela bajo el falso pretexto de «crisis humanitaria».

Ahora Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay pretenden evitar que Venezuela asuma la presidencia protempore del MERCOSUR, tal como corresponde según los estatutos del organismo de rotación alfabética. Para ello, esgrimen la falsedad de que en Venezuela se ha «roto con el hilo constitucional» y por tanto, aplicaría la declaración de Ushuaia que justificaría suspender al país de ese organismo.

La restauración neoliberal no dispone del apoyo de las grandes mayoría de los pueblos de la región. Los movimientos y partidos de izquierda deberán asumir un papel más combativo para el rescate de los procesos de integración regional y el intercambio Sur Sur, para dejar de ser el «patio trasero» del Imperio.

¿Podrán las derechas bastardas de la región volver a reinstaurar el mismo modelo neoliberal que había fracasado estrepitosamente 20 años atrás?

Después de tantos logros y conquistas sociales alcanzados por nuestros pueblos; después de haberse recuperado la dignidad y la soberanía de la región será muy difícil que se imponga el neoliberales en paz y sin resistencia. El jugo no ha terminado.

Fuentes

[1] Palabras del Comandante Hugo Chávez en el marco de la incorporación de Venezuela al MERCOSUR como país observador en 2006.

[2] Declaraciones del ministro Prat-Gay: http://www.telam.com.ar/notas/201605/147132-prat-gay-blanqueo-capitales-moratoria-ordenamiento-economia.html

[3] Emir Sader. http://www.alainet.org/es/articulo/177453

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.