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Uruguay

Pepe espera paciente

Fuentes: Rebelión

De algún modo, José Mujica se sacude la marca de haber sido Tupamaro. Los más de cuarenta años que esperó para gobernar el Uruguay, apenas se sopesan hoy, mientras Pepe mira tranquilo al futuro, sin olvidar que ayer fue baleado, perseguido y apresado. A Punta Carretas la recuerda bien. Allí dio a parar cuando su […]


De algún modo, José Mujica se sacude la marca de haber sido Tupamaro. Los más de cuarenta años que esperó para gobernar el Uruguay, apenas se sopesan hoy, mientras Pepe mira tranquilo al futuro, sin olvidar que ayer fue baleado, perseguido y apresado.

A Punta Carretas la recuerda bien. Allí dio a parar cuando su cerebro maquinó, junto al de otros, el asalto a Sudamtex. Y aunque fue confundido con un delincuente de poca monta, recibió seis balazos. ¡Cómo lo podría borrar!

No obstante, el penal no lo detuvo por mucho. Se recuperó de golpe y salió, a la manera de un Houdini charrúa, por la vía de la fuga. Ya desde antes, en 1963, operaba el fermento de lo que sería el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros.

La alternancia entre su búsqueda y captura, tipificó los esfuerzos del gobierno cada vez menos democrático del Uruguay. Y hasta le queda el orgullo -o la deshonra- de haber militado entre los «nueve rehenes», jefes de su facción que fueron obligados a sobrevivir en míseras condiciones, tras el dictatorial golpe de Estado de 1973.

En pleno siglo XXI, Pepe se dice recurrentemente: «ahora tengo que ser frenteamplista». Y en ello le va buena parte de su gestión: en la fabricación de alianzas entre partidos y corrientes políticos, en la asunción de un liderazgo indiscutido ante el panorama de fuerzas que zozobran y crecen. Ante el asombro de colorados1 y blancos, el próximo presidente acapara dos puntos más que Tabaré Vázquez en 2004. José Mujica tomará posesión el primero de marzo de 2010 y desde ahora retoca su gabinete.

El presidente treinta y cuatro alista su gobierno

En entrevista publicada por el suplemento Qué pasa en abril de 2009, el historiador José Rilla expresaba: «Mujica fue responsable de acciones criminales en los años más duros del Uruguay. Pero reconocemos que ha hecho esfuerzos muy grandes por revisar y reconocer errores del pasado. No así su «barra»2 que a nuestro criterio es un peligro nacional».

Más allá de los pronósticos, uno de los objetivos cardinales del nuevo gobierno consiste en reducir al mínimo los valores de indigencia en el país. Para materializarlo, Mujica declaró que destinaría recursos a los pobres, de manera que con ellos, puedan progresar por sí mismos.

En la nación latinoamericana con el tercer PIB per cápita mayor -después de Chile y Argentina-, una ley que promueve mayor descentralización del poder, despierta la expectativa de muchos, ya que a juicio del presidente electo, el documento contiene algunos elementos «complicados» que podrían entorpecer su aplicación. A lo interno del Frente, no se ha arribado a ningún consenso en torno a la creación de alcaldías.

Por un lado, las bancadas de organizaciones como Asamblea Uruguay y Nuevo Espacio, apuestan por aplazar la elección de alcaldes para el año 2015. Por otro, sectores como la Vertiente Artiguista, el Partido Socialista, y la Alianza Progresista, consienten la intención del presidente Tabaré Vázquez, de implementar la norma lo antes posible.

Desde ya, el cabecilla del Frente Amplio confiere cierta autonomía de acción a sus ministros. En reunión sostenida con ellos por estos días, Mujica ratificó la continuidad de la dinámica de los consejos ministeriales. Los actuales cuatro gabinetes -seguridad, productivo, social y de innovación tecnológica- mantendrán su organizada forma de trabajo; pero, enfatizó el mandatario, no deberán perder su espontaneidad.

Durante este mes, miembros del próximo cuerpo ejecutivo recibirán a funcionarios del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, a fin de ventilar algunos temas económicos de implicación nacional y regional.

A veces es necesario aguardar toda una dictadura

A José Mujica no le bastó con ser el primer tupamaro que adquirió un cupo en el Parlamento; también fue el pionero de su casta en presidir la Asamblea Nacional y ocupar un puesto de ministro, junto a su amigo Eduardo Bonomi. Pepe cambió el método, pero no desvió el camino. Por cuestiones obvias el Frente Amplio no se parece a la guerrilla urbana de los sesenta, movimiento que un día soñó convertir a los uruguayos, al Socialismo.

Durante aquella época, Uruguay perdió la tutela económica de Gran Bretaña y obtuvo la de Estados Unidos. Ello propició que decayeran las exportaciones del país latinoamericano, porque la economía estadounidense era demasiado competitiva, y no complementaba la de Uruguay del modo en que lo hacía la británica.

Así, el mercado europeo eludía la producción uruguaya de carnes. De paso, la ganadería tributaba escasos ingresos, y mermaba el resto de la industria. Partidos blancos y colorados se reciclaron en el poder, hasta que en 1967, el gobierno de Jorge Pacheco suspendió las garantías individuales, lo cual atizó la lucha armada promovida desde el Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros) y otros sectores de izquierda.

La mesa estaba servida para la dictadura. El 27 de junio de 1973, con la disolución de las cámaras legislativas y la fachada de civilidad aportada por la asunción de Juan María Bordaberry, el Ejército asestó un Golpe de Estado.

Destituido en 1976, Bordaberry fue relevado por Aparicio Méndez, elegido para la presidencia por un nuevo Consejo de la Nación, integrado por 25 civiles y 21 oficiales militares. La birla de los derechos políticos de los ciudadanos continuaba.

La situación del país era cada vez más hostigante para el gobierno. El 1 de septiembre de 1981, el general Gregorio Álvarez fue puesto en la cúpula de la República. Y a veces, como a la derecha, cuando no permite concesiones, se las «arrancan», los partidos políticos fueron gradualmente legalizados, lo que desembocó en una nueva elección presidencial. De ella, sobrevino la victoria de Julio María Sanguinetti, miembro del Partido colorado, y quien administró la nación desde el 1 de marzo de 1985, exactamente 25 años antes de que José Mujica fuese electo.

Bajo la etapa presidencialista de Sanguinetti (1985-1990) y la de su sucesor, Luis Alberto Lacalle (1990-1995), las instituciones democráticas mostraron cierta redención. El panorama político verificaba un aumento de la tolerancia inter-partidos, y adquiría carácter tripartito: colorados, blancos y frenteamplistas.

La figura de Mujica fue neurálgica para la llegada del Frente Amplio al poder en 2004 -primera vez que un gobierno de izquierda dirige el país-. A Pepe se le designa ministro de Ganadería.

Y hace un año, aunque Vázquez imaginaba a Danilo Astori como su sustituto, el sempiterno luchador consigue lo impensado: Mujica gana la candidatura única durante el Congreso del Frente Amplio, y repite victoria en la contienda abierta.

Sin especular sobre el futuro uruguayo

En el año 2014, cuando corran las futuras elecciones, Tabaré Vázquez tendrá 74 años. Quizá entonces -acumula hoy un 71 por ciento de aceptación entre los uruguayos- decida postularse para un segundo período de gobernatura.

Mas otros podrían pretender el poder. Lacalle, adversario de Mujica durante los últimos comicios, rozará los 75 años; mientras Danilo Astori -próximo vicepresidente- rondará los 74.

El viejo Pepe, sin embargo, tras ocho décadas de vida, vería contrariadas sus aspiraciones de reelección. A pesar de ello, y a juzgar por la manera en que se le ve saludando y hablando con su pueblo, lo anterior podría parecer una trivial conjetura: «Puedo equivocarme. Y me voy a equivocar; pero pongo el alma en la cancha. No tengo precio; no soy negociable. Soy convencible porque a esta altura no soy ningún fanático».

Notas:

1 La República Oriental (Uruguay) fue instaurada en 1830. A la independencia del país siguió una ola de tensiones que condujeron a una guerra civil. Los partidarios del presidente Manuel Uribe, conservadores, eran llamados «blancos»; mientras los correligionarios de Fructuoso Rivera, liberales, eran conocidos como «colorados». Los apelativos se debían al color de sus banderas.

2 El término se refiere al grupo de personas que han simpatizado desde siempre con el líder, y que en el próximo gobierno podrían hallar cabida.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.