El Frente Amplio revalidó 20 años de gobierno en Montevideo con cicatrices notorias en su desenvolvimiento que no hubo manera de esconder. La pérdida de cuatro gobiernos departamentales, Paysandú, Salto, Treinta y Tres y Florida (donde se confirmó la victoria de Carlos Enciso del Partido Nacional) más el descenso de un 15 % en los […]
El Frente Amplio revalidó 20 años de gobierno en Montevideo con cicatrices notorias en su desenvolvimiento que no hubo manera de esconder.
La pérdida de cuatro gobiernos departamentales, Paysandú, Salto, Treinta y Tres y Florida (donde se confirmó la victoria de Carlos Enciso del Partido Nacional) más el descenso de un 15 % en los votos logrados en Montevideo en relación a la elección anterior, a lo cual se suma el inédito hecho de un 13.8 % de votos anulados o en blanco, manifiestan una crisis profunda que va socavando la relación entre la militancia frenteamplista (muy disminuida) y una dirigencia. que comienza a tener acentuados rasgos burocráticos después de cuatro lustros de gozar las mieles del sistema.
Desde Buenos Aires el viaje en el barco ya iba demostrando algo que se notaba en rostros y se escuchaba en conversaciones. Ausencia de banderas, resignación y cierto escepticismo se unieron a la destemplanza de un intento de lanzar un coro de voces frenteamplistas al arribar a Montevideo que quedó en solitario aumentando más aun el desconcierto de unos pocos.
El viaje a costo muy reducido fue sin duda alguna el caramelo a saborear, porque de no ser así se puede afirmar con certeza que desde la Argentina solamente viajaría una minoría a cumplir con el deber del sufragio. Todavía duele en los migrantes la derrota del plebiscito pasado que debía habilitar su derecho a sufragar en el territorio que habitan, como se realiza en la gran mayoría de los países del mundo.
El traslado de todos los candidatos, elección tras elección, a la vecina orilla para pedir que la comunidad respalde con el viaje y los votos cada candidatura volvía aun más inexplicable el rechazo de la mayoría de los uruguayos ante tal derecho.
La negativa a apoyar este reclamo largamente pedido fue una bofetada a los cotidianos sacrificios que hace y se le reclama a la diáspora uruguaya en relación a su tierra.
El importantísimo papel cumplido en la reorganización frenteamplista durante la dictadura y la represión sufrida por la comunidad oriental, Plan Cóndor mediante, hicieron mucho más doloroso ese rechazo.
Un mundo que tiene a la emigración como uno de sus pecados estructurales tiene que aggiornarse en cuanto a los derechos y obligaciones de los mismos, sin embargo Uruguay, como uno más de sus rasgos conservadores no atinó a laudar favorablemente ese tema.
La llegada al puerto de Montevideo fue claramente diferente a todas las anteriores.
Un recibimiento frío como el día, carente de las multitudes de elecciones pasadas, no ausente de cariño pero sin entusiasmo manifiesto, salvo por la calidez de la reunificación familiar que permiten estos hechos electorales indicaba que algo estaba pasando.
Cualquier ojo con dejo crítico se daría cuenta que ese domingo de elecciones iba a traer consigo algunas sorpresas de las cuales solo se podía ignorar su entidad, su magnitud.
El domingo amaneció sin apuro alguno y no se percibía por ningún lado la euforia electoral que despierta tradicionalmente esa jornada en Montevideo. Una batalla que se percibe ganada antes de ser dada aleja la adrenalina del combate cercano y seda cualquier movimiento movilizador que de por sí ya se sentía lejano.
La ausencia de debate en comités de base que languidecen desde hace años comenzaba a cobrarse cuentas pendientes.
Algún vehículo que desplegaba alguna bandera solitaria, ningún amontonamiento en los circuitos electorales llevaba a pensar en una ausencia grande de votantes que sin embargo pareciera no haber ocurrido.
Si se presumía y tuvo rotunda confirmación, el crecimiento del voto en blanco o anulado como forma de protesta ante signos de envejecimiento del pensamiento transformador. Un 13.8 % implica que la suma de anulados y en blanco (unos 150.000 votos ) superó, en Montevideo, a prácticamente todos los grupos del FA. El promedio del voto en blanco fue de un 3% por lo cual lo sucedido tiene un cariz histórico indiscutido. A su vez, al no ocurrir solamente en Montevideo, le da una importancia concreta en lo nacional.
Variados fundamentos tiene seguramente la mala performance frenteamplista en Montevideo y buena parte del país : la omisión de la dirigencia del Frente en la lucha contra la impunidad, golpeó duro a la masa frenteamplista que pese a ello votó mayoritariamente la anulación a la misma, y ahí nomás las declaraciones de Mujica sobre la prisión domiciliaria de los torturadores y asesinos presos acrecentó el disgusto por el fracaso del plebiscito, que una vez más, impide la justicia reclamada.
La elección cupular de la comunista Ana Olivera (el Partido Comunista logró solo un edil en 17 demostrando su verdadero caudal electoral) como candidata y por ende futura intendente, dejó en evidencia el manejo antidemocrático de tal decisión desatendiendo de modo visible la preferencia mayoritaria por el socialista Daniel Martínez, generando desconcierto y bronca en gran parte de la grey frenteamplista y el Partido Socialista que pensaba festejar sus 100 años con un intendente propio.
El apoyo a Kirchner en la Unasur también puede ser un elemento a tomar en cuenta, especialmente en los departamentos litoraleños que ven con desagrado la actuación del ex presidente argentino en el caso de la pastera, alentando el corte del puente con Fray Bentos por la cercanía de un hecho electoral y que aun no da muestras de querer destrabar tal situación.
Y no es posible ignorar tampoco una administración montevideana que tuvo pocas luces y más sombras en el imaginario popular. Se notó la ausencia de cambios y una puesta de piloto automático que desencantó a muchos encantados.
Uno de los grandes temas, el del transporte colectivo, planteado como un eje del accionar gubernamental, sigue siendo sufrido por gran parte de la población, de la zona sur en especial, tanto en frecuencia como en recorrido.
La enorme diferencia de 15 puntos entre la elección municipal pasada y ésta, indica que no había mucho para festejar y eso lo entendió y lo hizo evidente la masa frenteamplista que no salió a la calle a exteriorizar alegría alguna.
Los votos en blanco y anulados se volvieron lo rutilante de una jornada opaca, por ahora como severa advertencia, pues no fueron a cobijarse en las tiendas de los partidos tradicionales y en una elección municipal donde no se jugaba el gobierno nacional.
Tampoco y es bueno tomarlo en cuenta fueron para el sector de la izquierda uruguaya que representa la Asamblea Popular.
A su vez no es posible descartar una decisión política de blancos y colorados de apoyarse mutuamente tanto en Salto como en Paysandú para recuperar (juntos) las respectivas intendencias.
Los votos de ambos partidos en conjunto superan en la enorme mayoría de los departamentos a los del Frente Amplio.
Por fortuna para el Frente Amplio hay sectores de ambos partidos que juegan a tercios y no a mitades, priorizando la individualidad de blancos y colorados.
¿Cuánto demorarán ambas colectividades en priorizar su unión para recuperar el terreno político perdido?
La nota discordante y que brindó cierto alivio en esta etapa frustrante del Frente Amplio se vivió en Artigas, donde se ganó una nueva intendencia comandada por otra mujer, Patricia Ayala, integrante del MPP desde el año 1989 y donde la presencia activa de la toma de decisiones políticas en cuanto a emprendimientos en la zona, más allá de discrepancias que se pudiesen hacer, dio sus frutos.
Es hora de autocríticas pero se puede dudar de que quienes debieran hacerlas las hagan y mucho menos que las impulsen porque tiene que ver con la orientación política que se le ha dado al Frente desde hace ya años. La misma que permitió ganar las anteriores elecciones y también la continuidad a nivel nacional dejando jirones del accionar transformador para convertirse en una izquierda tolerada y consentida del sistema.
La misma que con su cotidiano accionar ayuda a legitimar y naturalizar una situación de explotación que no solo no se redujo sino que se extendió de manera considerable.
La misma que utiliza los mismos mecanismos con que se eligió a Ana Olivera de manera frecuente, invisibilizando cualquier crítica cuestionadora a esa manera de operar. El cierre de esas usinas de debate político que significaron los comités de base ha ido sembrando esta cosecha actual.
El sistema copta de muchas maneras, pero tiene la fuerza suficiente para convencer y cuando no puede hacerlo o no alcanza, la tiene para vencer.
El debate constante, el aprendizaje ideológico, la movilización de una sociedad organizada es lo único que puede hacer temblar la parálisis actual.
Cuestionar eso ciertos sectores lo verán como un suicidio político, pero cualquier crítica que no asuma esa realidad se quedará en la coyuntura pretendiendo que un simple maquillaje pueda paliar la situación.
¿Será posible que los mismos que impulsaron e impulsan esta política de desmovilización y pragmatismo político comiencen a realizar todo lo opuesto?
Lo sucedido con la Concertación chilena hace muy poco es un espejo a mirarse. Los progresismos que terminan asimilando lo que decían querer combatir resultan ser un caldo de cultivo para una derecha que avanza con un lenguaje «democrático» y en cuestiones económicas no difieren demasiado de la izquierda pragmática.
El camino recorrido por la izquierda uruguaya hasta aquí es el que soñaban, entre otros, Hugo Batalla y Líber Seregni.
El primero se tuvo que ir prácticamente por ese «pecado socialdemócrata» de sociedad pensada en términos de conciliación de clases y por proponer candidaturas diversas en las intendencias. Hoy ambas cosas son evidentes, se descarta de plano la confrontación y se decreta en los hechos el sueño de Fukuyama, del fin de la historia y en numerosos departamentos hubo diversidad de ofertas electorales bajo el paraguas frenteamplista.
El otro siempre tuvo a Astori como uno de sus candidatos preferidos, quien mejor respondía a su concepto de sociedad capitalista y renegaba, duramente muchas veces, de los Sendic que pregonaban revoluciones que sonaban arcaicas a sus oídos.
Aún resuenan las duras polémicas entre ambos que sería buena tarea recuperar para el imprescindible debate de ideas y utopías.
Polémicas ignoradas por los jóvenes a quienes se les muestran los bronces de aquellos, para ocultar sus ideas y que en el manoseo diario pierdan el brillo que se merecen. Ideas socialistas, anticapitalistas, revolucionarias las del Raúl Sendic que planteaba, sin medias vueltas, el no pago de la deuda externa, la reforma agraria, la estatización de la banca, como pasos no solo posibles sino necesarios.
En el homenaje último al jefe tupamaro se mezclaron la biblia y el calefón, los consecuentes y los obsecuentes, los renegados y los negados.
¡Paradojas del destino! Los seguidores de Sendic se volvieron los mejores alumnos de Seregni y el pragmatismo del que hacen gala no tiene motivo para ser envidiado por ninguno de aquellos que lo reclamaban años anteriores.
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