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Uruguay

Declaración del III Congreso de la Tendencia Clasista y Combativa

Fuentes: Red Latina Sin Fronteras

La TCC reunida en su 3º Congreso, quiere expresar lo siguiente: 1 – La clase trabajadora uruguaya, vive hoy una coyuntura histórica a la que hemos definido como un verdadero cruce de caminos. En 2009 el Pueblo Trabajador otorga un nuevo crédito a la propuesta progresista y asume la administración Mujica como expresión de la […]

La TCC reunida en su 3º Congreso, quiere expresar lo siguiente:

1 – La clase trabajadora uruguaya, vive hoy una coyuntura histórica a la que hemos definido como un verdadero cruce de caminos. En 2009 el Pueblo Trabajador otorga un nuevo crédito a la propuesta progresista y asume la administración Mujica como expresión de la voluntad de la base de «girar a la izquierda».

Ya sin el argumento de la «herencia maldita» se va produciendo un sinceramiento del progresismo como una variante más de la alternancia política al timón del estado capitalista, y se plantea abiertamente un gobierno de «unidad nacional» con los partidos del régimen, agravado por el control del movimiento popular que ejerce la fuerza política en el gobierno.

En medio de lo que la propaganda oficial llama «un crecimiento sostenido de la economía uruguaya»(en realidad crecimiento de la rentabilidad del capital), que lleva ya varios años, el gobierno no puede ocultar que el peso de los salarios es cada vez un porcentaje menor del PBI, que hay una mayor concentración de la riqueza, una imparable extranjerización de la tierra y que luego de 7 años de administración progresista aumentó la brecha entre ricos y pobres.

La versión privatizadora del progresismo a través de iniciativas como la ley de Participación Público Privado, busca hacer lugar al capital privado en las actividades más rentables del estado, con el argumento de que éste no tiene capital suficiente.

El presupuesto nacional, condicionado por el peso del pago de la deuda externa, afecta cada vez más los gastos sociales (salud, educación, vivienda, seguridad social, etc.)

Los «avances» en las condiciones de vida de los trabajadores, que la mayoría sindical promociona una y otra vez como prueba del «cambio cualitativo» que ha habido en el país, chocan contra los informes estadísticos producidos por los propios cuadros gubernamentales desde los organismos del estado, y contra la percepción de los trabajadores de que a pesar de estar un poco mejor, la plata no le alcanza, y los empresarios son los grandes beneficiados por la política gubernamental.

Miles de trabajadores acceden al mercado en condiciones de precariedad e informalidad. Las estimaciones del INE indican que un 32,3% de los trabajadores ocupados están en negro y otros tantos miles integran las filas de los tercerizados. Una masa importantísima de la clase trabajadora tiene ingresos por debajo de la media canasta familiar. Según el Instituto Cuesta-Duarte la mitad de la fuerza laboral ocupada del país (800.000 trabajadores) perciben menos de $10.000 mensuales, entre los cuales casi la mitad (400.000) ganan el salario mínimo, o sea, están en el límite de un salario considerado «sumergido», $6.300. Cientos de miles de asalariados y asalariadas, pese a estar empleados incluso «formalmente», no pueden satisfacer sus necesidades sociales más elementales.

Se mantiene un núcleo de «desempleo estructural», alrededor de 100.000 personas, en su mayoría con escasa formación. Se crean nuevos empleos, la mayoría de «baja calidad» y con condiciones laborales de sobre explotación en algunas ramas: empresas exportadoras, comercio minorista, supermercados, grandes cadenas de tiendas, etc.

Este empobrecimiento de la clase trabajadora se manifiesta en otras dos cifras, mientras el valor de la canasta familiar se ubicaba en $42.300 a diciembre 2010, el ingreso medio nacional lo hacía en $11.724. Esta persistencia de los «núcleos duros» de marginación (indigencia, pobreza, desocupación, asentamientos) agudiza el enfrentamiento entre los explotados, entre trabajadores estables y trabajadores precarios, justificando, con la ayuda de los medios, un endurecimiento y tecnificación de las políticas represivas, expresada entre otras medidas, en los mega operativos de criminalización de la pobreza, disfrazados de «combate a la delincuencia»

A nivel del imaginario popular, del estado de ánimo de los trabajadores, crece el descontento, el desconcierto, la incertidumbre y la desesperanza; profundizando el individualismo y escasa participación.

 

 

2 – El sexenio 2005-2010 fue el de mayor crecimiento de la afiliación en la historia del movimiento sindical (sin tomar en cuenta la re-sindicalización del fin del periodo del terrorismo de estado), habiéndose llegado en la actualidad al récord histórico de 340.000 afiliados, 200.000 más que a fines de 2004. Sintomáticamente fue de los de menos movilizaciones y menos combatividad y, sobre todo, el de mayor retroceso estructural, democrático, orgánico y programático.

El récord de afiliación sindical que suponen estos 340.000 afiliados al PIT-CNT determina, a partir de aquella «unidad excluyente», que más de 1.200.000 trabajadores no integran el «movimiento sindical». Menos de la cuarte parte de la clase trabajadora activa lo compone. No podemos determinar cuántos de esos trabajadores no sindicalizados lo están porque perciben la inutilidad de su pertenencia de maneras diferentes. Estamos convencidos que, con mayor o menor grado de conciencia de ello, son muchos miles.

No es ninguna coincidencia que, en el mismo período en que la afiliación sindical creció como nunca en la historia, lo hizo de igual manera la rentabilidad y la riqueza concreta de la burguesía, mientras los trabajadores reciben unas pocas migajas que, encima, porque les permite comer un poco mejor, genera un alza de la inflación especialmente en los productos de primera necesidad (mayor especulación y rentabilidad para el capital).

Ha habido, para este fin, una profunda alianza entre gobierno y dirección sindical para «dejar hacer» en el sentido de los cambios necesarios para favorecer el desarrollo del capital, los capitalistas y «el empleo» mal remunerado e inseguro.

En ésta segunda administración progresista, los ámbitos tripartitos se multiplicaron exponencialmente así como las delegaciones sindicales en los viajes oficiales, alcanzando el movimiento sindical prácticamente el status de ministerio de asuntos sindicales en el gobierno de conciliación de clases (cuestión que no ha sido alterada por el aparente endurecimiento de las críticas hacia el gobierno de algunas corrientes oficialistas).

En un proceso lento pero irreversible, esta mimetización con el gobierno, esta verdadera vocación de cogobierno con los administradores del capital; será visto por sectores cada vez más amplios de la clase como el abandono del rol elemental de un movimiento sindical, que es defender a rajatabla los derechos de los trabajadores, gobierne quién gobierne.

 

3 – La absoluta divergencia de objetivos políticos que tenemos con las corrientes hegemónicas en el PIT-CNT, han superado largamente el punto de no retorno, y la alineación inocultable que tienen con la variante capitalista que encarna el progresismo, es absolutamente incompatible con la más elemental concepción de independencia de clase, que es el núcleo de nuestra identidad.

El avance cualitativo que significó lograr la Convención nacional de Trabajadores, como producto colectivo del nivel de conciencia política alcanzada por la clase trabajadora uruguaya en esa particular coyuntura, cumplió un ciclo histórico de herramienta real para la emancipación de la clase, empujando un programa de transformaciones sociales profundas, más allá de la retranca de sus direcciones conciliadoras y burocráticas.

En sus casi 50 años de existencia atravesó un periodo histórico muy complejo y en ese periplo, desplegó todas sus posibilidades. Como toda construcción histórica, su esencia y también su vigencia, no pueden desligarse de las condiciones materiales y políticas que la hicieron posible. No se la puede cristalizar y presentar como un producto intemporal, que flota por encima del proceso histórico como si fuera una especie de dogma religioso.

No tenemos dudas que se debe levantar la unidad como herramienta, la unidad de lo unificable, de aquello que coincide en una misma dirección y más allá de las distancias a recorrer. Pero debemos confrontar, oponernos prácticamente, a la concepción hegemonizadora, esencialmente antidemocrática, que ha anulado a su interna todo componente antisístemico, mostrando sus limitaciones insalvables, y que promueve la falsa idea de «una sola clase, un solo movimiento sindical, un solo 1º de Mayo».

La unidad aquella anudada en los ’60, forjada bajo un claro predominio de un proyecto liberador, hoy está en hilachas. Y ya no es un avance una sola organización de los trabajadores, sino una clara manera de controlar su quehacer. «NO a la unidad del silencio y del temor a reconocer los errores. NO la unidad de las imposiciones y los monilitismos estériles. NO la unidad con artimañas para adueñarse de movimientos y alianzas políticas. NO la unidad con argucias para adueñarse de la propia unidad. SI la unidad franca y respetuosa de la diversidad de opiniones. SI la unidad firme y celosa de los acuerdos para enfrentar al enemigo común…»

4 – Se ha abierto un tiempo fundacional, un nuevo ciclo en la búsqueda de la Unidad para luchar contra el régimen de explotación y opresión. Un tiempo de duración incierta y contornos difíciles de precisar. Un periodo de transición que pondrá a prueba la justeza de nuestra visión en la arena de la lucha de clases real.

Será un tiempo de clarificación política de cara a la clase, de coherencia intransigente con los principios y mucha flexibilidad en la táctica. Un tiempo donde el peligro o la tentación de volver a los caminos ya trillados, nos mostrará hasta donde tenemos internalizado el concepto de autonomía.

Un tiempo donde la lucha de ideas, e incluso la disputa por las Direcciones, deberá partir ineludiblemente del desarrollo del sindicalismo de base, y donde la lucha en las super -estructuras del sindicalismo oficialista, tendrá, en general, un carácter secundario.

Independientemente de cómo nos vean muchos trabajadores, de las carencias en la consolidación de una línea sindical clasista, reafirmamos que la TCC sigue siendo uno de los espacios de construcción adecuado, valido, para transitar hacia la unidad del clasismo todo, y hacia la construcción del Frente de Resistencia y Lucha Popular, tal cual los resolvió nuestro 2º Congreso en el 2008.

Y es basado en estos conceptos que ratificamos la política sindical para la etapa, trabajando con una perspectiva de construcción alternativa, que más tarde o más temprano se hará efectiva.

En primer lugar consideramos la necesidad de romper con los valores dominantes de la sociedad capitalista sustentados en el individualismo, la competencia entre los diversos sectores de la sociedad.

En segundo lugar debemos confrontar con los valores hegemónicos en el movimiento sindical. Debemos romper con el colaboracionismo con el actual sistema de dominación que las actuales dirigencias le han dado a las organizaciones sociales. Romper con el promovido corporativismo. Cada vez menos movilización y pelea y mas dialogo y negociación, cada vez menos lucha de clase y más conciliación de clases.

La ruptura con esta lógica resulta imprescindible para empezar a dotar al movimiento social de la combatividad necesaria para que la clase trabajadora empiece a transitar hacia el camino de la liberación social.

En tercer lugar consideramos que este modelo sindical ha dado todo lo que podía dar y se ha agotado. Que hay que revolucionar el sindicalismo socialmente aceptado. Que a las viejas premisas de combatividad, clasismo, de independencia y autonomía de clase, de la democracia obrera, debe sumarse un análisis de las actuales formas de opresión y explotación para saber como enfrentar a los que hoy tienen la sartén por el mango.

Los desafíos que se abren nos convocan a un parte aguas entre una forma de hacer sindicalismo que ya fue y una que debemos parir para mejorar las condiciones de vida de todas y todos los trabajadores, para en un futuro ser fuerza fundamental organizada en la construcción de una sociedad libre, humana y solidaria.

Por eso pensamos que la tarea central no es ser parte de la súper-estructura, sino volcarse y fortalecer el sindicalismo de base, y buscar incesantemente la unidad para luchar.

 

Por una alternativa clasista e independiente para el Movimiento Obrero y Popular.

Fuente: http://red-latina-sin-fronteras.lacoctelera.net/post/2011/09/05/uruguay-declaraciones-del-3er-congreso-la-tendencia-clasista