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¿Cómo puede influir lo que ocurre en un lado del Atlántico en el otro lado? Entrevista a José López

Latinoamérica, vanguardia mundial

Fuentes: Rebelión

José López: Antes de nada, quisiera recordar que la historia humana está siempre abierta. Nunca podemos hablar de certezas, sino de probabilidades, posibilidades. El ser humano no se comporta de manera completamente determinista (¡afortunadamente!), pero tampoco de manera totalmente azarosa, caótica, (¡afortunadamente también!, pues si no la historia humana no podría ser cognoscible y por […]

José López: Antes de nada, quisiera recordar que la historia humana está siempre abierta. Nunca podemos hablar de certezas, sino de probabilidades, posibilidades. El ser humano no se comporta de manera completamente determinista (¡afortunadamente!), pero tampoco de manera totalmente azarosa, caótica, (¡afortunadamente también!, pues si no la historia humana no podría ser cognoscible y por tanto previsible, ni controlable). La historia humana tiene sus leyes, pero éstas son «blandas». Por consiguiente, todas las afirmaciones que yo haga a continuación son tan sólo mis opiniones, mis previsiones, en base a la información de que dispongo, en base a mi manera de razonar.

J.L.: Las diferencias entre mis opiniones, previsiones, y las que pudiera tener cualquier otra persona (admitiendo buenas intenciones en ambos casos) provienen de la información de que se disponga y, sobre todo, de la metodología empleada (y de la manera de emplearla). En mi opinión, hasta el presente, la mejor teoría desarrollada para comprender la historia humana, y por tanto para intentar preverla (e incluso controlarla, construirla), proviene del método marxista: el materialismo dialéctico. A pesar de los errores cometidos por Marx y Engels (nadie es perfecto), dicho método está demostrando en la práctica que es el mejor. Lo cual no significa que no sea mejorable. Este humilde ciudadano ha intentado aportar su granito de arena para despojarlo de algunos de sus errores y contradicciones. A mis diversos escritos remito para profundizar en lo dicho aquí de manera muy somera.

J.L.: El materialismo dialéctico dice esencialmente que las causas últimas de los acontecimientos son materiales, pero que éstas no son siempre las primeras ni las únicas. La dialéctica estipula que todo influye y es influido, aunque no en la misma proporción, ni de la misma manera. La economía es la base de la sociedad, pero ésta es mucho más que la economía. El centro de gravedad de toda sociedad es la economía, pero ésta se ve influenciada por las ideas, por la política. En la sociedad humana, nada existe aisladamente. Por consiguiente, para transformar profundamente la sociedad el objetivo es cambiar el modo de producción. Pero esto puede hacerse desde la política, controlando primero la gestión de la sociedad. De ahí mi interés sobre todo por la cuestión política. La revolución social, económica, no será posible sin la revolución política. La democracia política (real) es condición necesaria, pero no suficiente, para la democracia económica. Y no habrá una democracia verdadera, completa, si la democracia no llega al núcleo de la sociedad: la economía.

J.L.: El motor de la historia es la lucha de clases. Por tanto, sólo podemos realmente comprender en profundidad lo que acontece, y lo que puede acontecer, si recordamos esta ley esencial de la historia humana. La necesidad mueve el mundo. Pero las ideas también tienen su vital importancia. La revolución se produce cuando se da cierta combinación de factores objetivos (necesidad, contradicciones sociales, sobre todo económicas, que llegan a un punto crítico) y factores subjetivos (conciencia, estrategia, organización).

J.L.: Una vez aclaradas estas premisas, contesto a cada una de tus preguntas.

Olga Imbaquingo: ¿El desmoronamiento económico que está sufriendo Europa, en particular España, enriquecerá mutuamente a las sociedades de los dos lados del Atlántico y de qué forma?

J.L.: Si Europa influye en Latinoamérica, en cuanto a «exportar» su crisis, entonces Latinoamérica se verá perjudicada. Si es al revés, si Latinoamérica sirve de ejemplo de cómo salir de las crisis provocadas por el neoliberalismo, es decir, por el capitalismo desbocado, entonces Europa se enriquecerá y esto a su vez reavivará los procesos revolucionarios (o potencialmente revolucionarios) de América. Todo dependerá de quién lleve la iniciativa. Si las clases populares o las élites en cada zona, si unas zonas u otras. Lo que es indudable, es que estamos en un momento histórico crítico, la humanidad puede avanzar notablemente, o retroceder mucho.

J.L.: Existen muchos factores contradictorios que entran en juego. Por un lado, el descalabro de Europa puede hacer que muchas inversiones vayan a parar a Latinoamérica, aunque no en la misma proporción en los distintos países. El capital buscará sitios más seguros y rentables, preferirá acudir a países donde no exista el riesgo de ser nacionalizado, aunque tampoco desdeñará la oportunidad de ir allá donde haya alguna posibilidad de negocio a corto plazo. En este sentido, el descalabro económico de Europa puede beneficiar económicamente a ciertos países americanos. Por otro lado, el descalabro del Estado de bienestar en la «rica» Europa puede hacer cundir el desánimo en otras zonas, como Latinoamérica. O, por el contrario, puede hacer reavivar el sentimiento de que el capitalismo condena a la humanidad a la inseguridad permanente, al estado de guerra social continuo, a las involuciones.

J.L.: Insisto, todas las posibilidades están abiertas, y cuáles se impondrán dependerá de quién lleve la iniciativa. Yo pienso que Latinoamérica, especialmente Venezuela, Ecuador, Bolivia,…, tienen que sacar como lección principal que lo que le está pasando a Europa es lo que le pasó a esos países de Latinoamérica hace unos años. Viendo cómo están en la actualidad ambos lados del Atlántico, lo que está claro es que Europa debe seguir el ejemplo de Latinoamérica, y no al revés. Si esto es así, las sociedades en ambos lados del Atlántico se beneficiarán mutuamente. Si no, se perjudicarán mutuamente.

J.L.: En cualquier caso, lo que tenemos que tener claro es que algunos ganarán y otros perderán. Pero esto hay que verlo desde el punto de vista de las clases sociales. Si avanzamos hacia la revolución social, ganarán las clases populares, la inmensa mayoría, si no, ganarán las élites (de ambos lados del Atlántico). A la componente espacial hay que sumar la social, la verdaderamente determinante.

O.I.: ¿España, como un conjunto social, frente a esta desesperada coyuntura y ante el desengaño que representa el capitalismo europeo, optará por dar una mirada más atenta hacia Latinoamérica?

J.L.: En España ya existe un movimiento potencialmente revolucionario surgido a raíz de las acampadas del mayo de 2011. La revolución no es un acto único, sino un largo y complejo proceso, el cual nunca tiene garantizado su éxito. Actualmente, poco a poco, se va asentando la idea de que se necesita un proceso constituyente. Obviamente, las dificultades son muchas, el poder económico controla la sociedad, no sólo la política sino que sobre todo ejerce un control ideológico que no puede desmontarse en dos días. Sin embargo, poco a poco, se va desmoronando. En cuanto la gente empieza a despertar, poco a poco, empieza a abrir sus mentes y esto le lleva a fijarse en otros ejemplos, por muy demonizados que estén. En este sentido, muchos ciudadanos que se indignan, que acuden a las manifestaciones, empiezan, poco a poco, repito, a descubrir que no todo lo que les decían en la tele sobre Venezuela u otros países es cierto. Muchas cosas empiezan a no cuadrar. La necesidad empieza a despertar las mentes. Indudablemente, para cualquier ciudadano que pretende un cambio social profundo, toda experiencia revolucionaria, a pesar de sus carencias y contradicciones, es un ejemplo, por lo menos en el que fijarse. Ejemplo del que habrá que retomar sus aciertos, pero también superar sus errores. La revolución es un proceso de aprendizaje de la humanidad entera. Todo el mundo puede enseñar y aprender.

O.I.: Dices que España puede aprender mucho de países como Argentina, Bolivia, Ecuador… y eso es lo que me he venido preguntando y me gustaría tener tu opinión sobre ¿Qué puede España asimilar de los avatares latinoamericanos, más cuando siempre hemos asumido que los latinoamericanos es a Europa a la cual tenemos que imitar, en su forma de hacer política y en su modelo de bienestar?

J.L.: El motor de la historia es la necesidad. La lucha de clases no es más que la forma en que se expresa esa ley esencial de todo ser vivo en la sociedad humana. Esto quiere decir que quien hace avanzar la humanidad son aquellas partes de ésta que tienen más necesidad de avanzar, de superar sus problemas. En la vieja Europa sus ciudadanos se acomodaron durante décadas y ahora están pagando el precio de ello. Cuando en el viejo continente los trabajadores (movidos esencialmente por la necesidad y por cierto guión ideológico) llevaron la iniciativa, se produjeron avances, pero una vez realizadas ciertas conquistas parciales, la sociedad se estancó y empezó a retroceder. A ello ayudó mucho el fracaso del mal llamado «socialismo real» de la URSS y sus países satélites. No es casualidad que el neoliberalismo, que no es más, en el fondo, que el contraataque del capital para reconquistar el terreno perdido por la amenaza del comunismo, surgiera cuando el «socialismo real» ya era un fracaso evidente (incluso antes de la caída del muro de Berlín, el cual, por cierto, era el símbolo físico perfecto del fracaso de dicho «socialismo»).

J.L.: Latinoamérica tuvo la imperiosa necesidad de superar el neoliberalismo y esto le llevó, en determinado momento, a concienciarse de que el problema de fondo era el propio capitalismo. La ley del desarrollo desigual y combinado de la sociedad estipula, precisamente, que, en ocasiones, las revoluciones surgen en aquellos sitios en los que parecía menos probable que surgiera. Explica que ocurriera en la Rusia de principios del siglo XX un proceso encaminado a superar el capitalismo, cuando en dicho país, precisamente, el capitalismo no estaba muy avanzado en dicha época. Esa ley explica que ciertos países atrasados pueden adelantar a los inicialmente más adelantados y éstos estancarse y retroceder. Esa ley explica que ahora Europa esté retrocediendo mientras Latinoamérica avanza. Latinoamérica debe quitarse los complejos de inferioridad de encima porque no tiene motivos para tenerlos, como los hechos están demostrando. A unos países suceden otros, a unas clases sociales suceden otras. De lo que se trata es de superar en conjunto este sistema capitalista que crea tantas desigualdades, guerras y hambre. Y Latinoamérica está demostrando en la práctica que es posible otro sistema, otras políticas. En ella aún no se ha superado el capitalismo, falta todavía mucho por hacerlo, pero por lo menos se ha iniciado el camino para hacerlo. Aunque dicho camino no es irreversible. El gran peligro es que la gente crea allí que ya no hay vuelta para atrás. Lo que está ocurriendo en Europa lo demuestra contundentemente. La gran burguesía nunca se queda de brazos cruzados viendo cómo pierde el control de la sociedad.

J.L.: España está sufriendo una crisis muy similar a la que sufrieron en su día muchos países americanos. Como en ellos en su día, se imponen políticas que vienen del exterior, su soberanía nacional está desapareciendo, y por tanto, su soberanía popular, la cual era escasa, también está en vías de extinción. Por consiguiente, España puede aprender mucho de las experiencias americanas. En América recuperaron en gran parte su soberanía nacional y, de paso, no menos importante, se dieron pasos para desarrollar la soberanía popular, la realmente importante. Sin soberanía nacional no hay soberanía popular, pero sin soberanía popular de poco sirve (para el conjunto de la sociedad) la soberanía nacional.

O.I.: Europa es el último ejemplo que nos muestra un capitalismo enfermo, y también nos deja claro que el modelo de hacer política está agotado. Como tú dices es hora de que la sociedad tome el timón para dar la vuelta al barco, y aquí parecería que América Latina podría tomar el puesto de avanzada. Creo intuir por dónde va tu pensamiento en ese sentido pero me gustaría que sean tus palabras las que expliquen eso del ¿Por qué Latinoamérica podría ser la región de vanguardia?

J.L.: Latinoamérica ya es un ejemplo porque fue capaz de superar las crisis provocadas por las políticas neoliberales impuestas por el FMI. Es un ejemplo porque ha demostrado en la práctica que la pobreza y las desigualdades pueden disminuir drásticamente (aunque aún quede mucho por hacer). Mientras en el resto del mundo en las últimas décadas han aumentado, incluso en la vieja Europa y en EE.UU, allí han disminuido notablemente. En la actualidad Latinoamérica ya es la vanguardia de la humanidad. De lo que se trata es de superar sus errores y carencias para impulsar todavía más el avance hacia un nuevo sistema. La revolución en Europa se nutrirá de la revolución en Latinoamérica y viceversa. El capitalismo sólo puede ser superado globalmente en un largo y complejo proceso dialéctico donde las distintas revoluciones se realimentarán mutuamente. Pero todo esto ocurrirá, insisto una vez más aun a riesgo de ser pesado, si las clases populares de los distintos países toman la iniciativa e incluso se coordinan globalmente. Es preciso que en la vieja Europa lleguen al poder político partidos dispuestos a emprender el largo camino de la transformación social. Partidos que gobiernen de manera diferente y se marquen como prioridad, además de rescatar a los ciudadanos de la cruda crisis que viven, desarrollar la democracia política, como infraestructura esencial para transformar profundamente la sociedad. Partidos que deberán practicar la democracia más radical posible, que deberán ser controlados en todo momento por sus bases. La democracia es al mismo tiempo fin y medio, la alcanzaremos practicándola en el camino.

O.I.: Por último, siempre se dice que de las crisis algo se aprende y me gustaría contar con tu punto de vista sobre ¿Qué puede aprender Latinoamérica de los errores de Europa?

J.L.: Que Europa no era tan ejemplar como parecía, que en la historia humana (casi) nada es irreversible, que los pueblos deben siempre permanecer alerta para que no se produzcan involuciones, que la democracia tiene mucho camino por delante, que en el capitalismo las mejoras que puedan alcanzar los ciudadanos de las clases populares, es decir, mayoritarias, son sólo parciales, temporales. Si no se vence definitivamente al capital, éste, tarde o pronto, contraataca. La humanidad sólo podrá asegurarse una sociedad realmente civilizada, libre, en la que la riqueza sea disfrutada por toda ella, en la que no haya grandes desigualdades sociales, en la que no existan guerras ni hambre, cuando se supere el capitalismo, el estado permanente de guerra de unas clases contra otras, del ser humano contra su hábitat natural, del ser humano contra sí mismo. El capitalismo, es decir, la dictadura económica, sólo podrá ser superado con la más completa y profunda democracia. El «socialismo real» fracasó por no desarrollar la democracia, demostró que la dictadura del proletariado era un profundo error ideológico, pues el Estado clasista sólo podrá superarse intentando implementar una democracia real en la que todos sus ciudadanos tengan las mismas oportunidades. La igualdad (de oportunidades) es el ADN de la democracia. No se trata de cambiar unos actores por otros, sino de cambiar el guión. La dictadura del proletariado sólo se preocupó de cambiar unos actores por otros, e incluso empeoró el guión.

J.L.: No es posible la democracia económica sin democracia política, no es posible socializar el modo de producción si, primero o simultáneamente, no se socializa el Estado, el sistema político. No será posible repartir la riqueza si primero no se reparte el poder de decisión. Decidir es hacer política. La revolución política es un paso imprescindible, como ya advirtieron en su día Marx y Engels. Pero ellos no estuvieron libres de contradicciones, siendo su principal error ideológico el concepto de la dictadura del proletariado, no sólo por la manera tan escueta y ambigua en que lo plantearon, no sólo por su envoltura lingüística, la cual podía llevar (como así ocurrió) a interpretaciones muy peligrosas, sino porque atentaba contra el materialismo dialéctico, la esencia misma del marxismo. El fin está contenido en los medios. Remito a mi artículo Democracia vs. Oligocracia.

J.L.: El destino de la humanidad debe estar en manos de toda ella. La democracia es mucho más que elegir a nuestros gobernantes cada x años, como así lo han demostrado las falsas democracias liberales, es decir, capitalistas. No se trata de elegir a nuestros dictadores cada x años. Los votos no deben ser cheques en blanco. Es imprescindible el mandato imperativo (que los programas electorales sean de obligado cumplimiento), la revocabilidad, una ley electoral donde se cumpla el principio elemental «una persona, un voto», una verdadera y profunda separación de todos los poderes (sobre todo respecto del poder económico), referendos frecuentes y siempre vinculantes,… Sin una prensa independiente la democracia está tocada de muerte. El objetivo esencial es llevar a la práctica los derechos humanos. La democracia debe ser realmente representativa y debe ser complementada por la directa, a la cual habrá que dar máxima prioridad siempre que sea posible. Latinoamérica, especialmente Venezuela, lo está demostrando con hechos. Al menos eso es lo que me parece a mí, en base a la información que he podido ver en la prensa alternativa de Internet. En cualquier caso, lo que está claro es que la solución es la democracia real. La receta para lograr un mundo mejor, incluso para que sobreviva, es muy simple: democracia, democracia, democracia. ¡Pero llevarla a la práctica no será nada simple! Dependerá fundamentalmente de la actitud de los de abajo, de los ciudadanos corrientes, como quien ha escrito estas líneas. Si las masas se rebelan y se organizan, las élites no tienen nada que hacer.

Olga Imbaquingo, periodista ecuatoriana. Reside en Washington y trabaja en asuntos latinoamericanos para el Consejo de Asuntos Hemisféricos (COHA)

José López es autor de los libros Rumbo a la democracia, Las falacias del capitalismo, La causa republicana, Manual de resistencia anticapitalista, Los errores de la izquierda y ¿Reforma o Revolución? Democracia, así como de diversos artículos, publicados todos ellos en medios de la prensa alternativa y disponibles en su blog: http://joselopezsanchez.wordpress.com/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.