El sueño americano de Julio César Cordero no duró mucho. Iba como indocumentado a la ciudad de Houston, en Estados Unidos, pero fue detenido en Acayucán, en el sureste de México. Su futuro en El Salvador es incierto, como el de miles de sus connacionales que son deportados. Cordero bajó cabizbajo del autobús que lo […]
El sueño americano de Julio César Cordero no duró mucho. Iba como indocumentado a la ciudad de Houston, en Estados Unidos, pero fue detenido en Acayucán, en el sureste de México. Su futuro en El Salvador es incierto, como el de miles de sus connacionales que son deportados.
Cordero bajó cabizbajo del autobús que lo trajo de regreso a la capital salvadoreña, cargando sueños rotos y una bolsa plástica con alguna indumentaria.
«Quiero ofrecer un mejor futuro a mi hijo, así que probablemente el próximo año lo intente de nuevo», explicó Cordero a IPS, a su llegada a la oficina de migración, al este de San Salvador, donde arriban los detenidos en México, en su ruta hacia Estados Unidos, el destino final.
Se calcula que en Estados Unidos viven 2,5 millones de salvadoreños, en su mayoría en situación ilegal. En un principio emigraron hacia allá escapando de la guerra civil que el país vivió entre 1980 y 1992, cuando un acuerdo de paz puso fin al conflicto que dejó 75.000 muertos.
«Por otro lado, me siento aliviado de estar de nuevo en mi país», agregó Cordero.
Al menos dos vuelos procedentes de Estados Unidos, así como tres autobuses de México, traen diariamente a unos 150 deportados, que engrosan una abultada estadística que preocupa a las autoridades. Durante los 11 primeros meses del año llegaron 47.943 deportados, un aumento de 43 por ciento respecto al mismo periodo de 2013.
Las proyecciones de las autoridades migratorias son que el 2014 cierre con 50.000 deportados, una carga más para este país de 6,2 millones de habitantes, donde el desempleo alcanza a seis por ciento de la población económicamente activa y 65 por ciento de los ocupados trabajan en la economía informal.
Este ejército de repatriados no cuenta con programas de apoyo gubernamentales que les ayude a reinsertarse a la vida productiva del país, señalaron a IPS deportados y representantes de organizaciones civiles.
Son personas que se han arraigado en Estados Unidos y regresan al país sin amigos ni contactos y con el estigma de delincuentes.
«Solo queremos una mano que nos ayude a conseguir un empleo, poner un negocio o conseguir un crédito», narró Antonio, que prefirió reservar su apellido.
Antonio vivió entre el 2005 y 2010 en la ciudad de San Francisco, en el estado estadounidense de California, donde trabajó cuidando ancianos y como cocinero, en restaurantes. Pero regresó porque su madre enfermó. Intentó volver allá en 2012, pero fue capturado pasando la frontera entre México y Estados Unidos.
«Es difícil el regreso, vine sin un centavo y con un mar de deudas», narró.
Antonio pidió al gobierno que les ayude a obtener un crédito bancario. Dijo que cuando quieren reiniciar sus vidas en El Salvador, con alguna microempresa, chocan con el hecho de que no son sujetos de crédito.
«La lógica errónea de los banqueros es que, si a un deportado le prestan 10.000, mañana amanece en Nueva York porque con eso pagará un nuevo viaje», señaló a IPS el director del Instituto Salvadoreño del Migrante (Insami), César Ríos.
Esa organización está promoviendo un proyecto para apoyar a los deportados en la reinserción productiva, tanto en la búsqueda de apoyos crediticios como de oportunidades laborales.
Uno de los principales problemas es que las personas deportadas no tienen modo de comprobar con documentos su experiencia laboral en Estados unidos.
Una de las medidas del proyecto es que el gobierno salvadoreño les cree un perfil profesional y les otorgue un certificado que recoja la experiencia laboral obtenida en Estados Unidos y que eso sirva de respaldo a la hora de buscar empleo en El Salvador.
«No somos delincuentes, merecemos una oportunidad», repitió varias veces Antonio.
Existe la percepción errónea en El Salvador de que la mayoría de los deportados participaron en Estados Unidos en actividades u organizaciones criminales, como pandillas.
De hecho, por ese estigma, algunos cubrían sus rostros al bajar de los autobuses que los traían de vuelta, durante la jornada que IPS estuvo en el centro de retornados.
Los que vienen en avión, procedentes de Estados Unidos, tienen peor suerte: viajan esposados, y al aterrizar en el Aeropuerto Internacional Monseñor Óscar Arnulfo Romero, los recibe un cordón policial fuertemente armado.
«La forma del recibimiento no es de bienvenida, sino como de criminales», afirmó a IPS la investigadoras Karla Salas, del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (Idhuca).
Ese procedimiento refuerza el estigma de que son criminales, añadió Salas, quien en 2013 participó en la investigación de Idhuca, que está por publicarse bajo el título de «Sueños deportados», sobre el impacto social en los migrantes devueltos y sus familias, realizado entre enero y marzo del 2013.
Datos preliminares del estudio revelan que 70 por ciento de los deportados no tenían ningún cargo delictivo.
Del restante 30 por ciento, los delitos de los que se les acusó en Estados Unidos fueron ataques físicos a personas, manejo en estado de ebriedad o posesión de drogas, entre otros, según datos de la Dirección General de Migración y Extranjería (DGME).
Las autoridades de migración reconocen que el recibimiento dado a los retornados no es el más adecuado, y precisan que se están haciendo gestiones para mejorarlo.
«La idea es volver más humano el recibimiento de los compatriotas», señaló a IPS el portavoz de la DGME, Mauricio Silva.
Silva dijo que, como gobierno, están buscando la articulación con organizaciones públicas y privadas para crear programas de apoyo a la reinserción.
Por ejemplo, se necesita de financiamiento para reiniciar un plan piloto que benefició a 20 personas con asistencia financiera para microempresas, a finales del 2012. Fue impulsado con fondos del gobierno de Canadá y coordinado por la Organización Internacional para las Migraciones.
Antonio fue uno de los beneficiados de ese programa. Le dieron 1.400 dólares. Montó una pizzería y le iba bien. Pero asaltaron su negocio y quebró. Ahora busca un crédito para arrancar nuevamente.
Por ahora, el gobierno solo ofrece capacitaciones en oficios como mecánica y electricidad, así como asistencia jurídica migratoria. También da una carta para recomendar al deportado que busca empleo.
Para Ríos, del Insami, las deportaciones continuarán al mismo ritmo, pese al anuncio hecho el 20 de noviembre por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, de que las repatriaciones se concentrarán en los delincuentes, y no en las personas trabajadoras.
El presidente emitió un decreto ejecutivo que beneficiará con permisos temporales de residencia y empleo a unos cinco millones de indocumentados, y que abarca a los padres de jóvenes que son residentes legales o ciudadanos estadounidenses, y que ingresaron, los padres, antes de enero del 2010.
También incluye aquellos jóvenes que ingresaron al país antes de esa fecha, siendo niños o niñas, entre otros.
«Los que creen que las deportaciones se van a parar, están equivocados, van a continuar, y más fuertes», aseguró.
Aquellos que se pasen un semáforo con la luz roja, o protagonicen el mínimo desorden en la vía pública seguirán siendo candidatos a la deportación, como hasta ahora, dijo.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2014/12/del-sueno-americano-a-la-pesadilla-de-la-deportacion/