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República Dominicana

Abinader y su puesto en el coro neofascista…

Fuentes: Rebelión

“Todos los corazones del hombre son mi nacionalidad:/ ¡retiradme el pasaporte!”

Hay que citar a Mahmud Darwish, el poeta nacional de Palestina, expulsado por los ocupantes y consciente integrante del grupo de los agredidos.

Con la propuesta de expulsar cada semana de República Dominicana a diez mil haitianos, Luis Abinader asume la postura de la derecha que, como conjunto, coloca el sello de “ilegal” a todo ser humano que transite sin el borroso documento que describe Darwish.

La derecha ultranacionalista y la derecha globalista colocan ese sello a los niños enjaulados y a las personas pobres de cualquier edad o sexo que crucen sin permiso las fronteras que siempre están abiertas para el capital y para los sustentadores del esquema de dominación.

Siguiendo el ejemplo del caricaturesco liderazgo de Estados Unidos y de Europa, Luis Abinader, tras convertirse en solicitante principal de la invasión a Haití, dispuso expulsar de República Dominicana diez mil haitianos cada semana.
Como versión de derechista actuante en el Caribe, recoge también la herencia balaguerista y nombra al vicealmirante Rafael Lee Ballester como director de Migración. ¡Entre misión e incumbente, difícil es saber cuál es más rechazable!
Lo nombró a pesar de que es uno de los implicados en la desaparición, en 1994, del catedrático y periodista Narciso González.

El nombramiento de Lee Ballester recuerda el accionar de Joaquín Balaguer, quien encargaba acciones abusivas a personajes vinculados a la violencia y al paramilitarismo.

Balaguer encargó a Ramón Pérez Martínez, alias Macorís, el desalojo de miles de familias para remodelar una parte de la ciudad capital y, cuando quiso desarticular el Sindicato de Trabajadores de la Corporación Dominicana de Electricidad para dar paso a la privatización, lo puso al frente de esa empresa estatal. Casi cuatro décadas después, el sistema mantiene esta práctica.

Como utilizó Balaguer el pasado paramilitar de Macorís, (que se forjó bajo la dirección del mismo Balaguer), utiliza Abinader el historial de Lee Ballester. ¿Habrá mejor descripción de un sistema político anacrónico, abusador y podrido?

LA BASURA MEDIÁTICA

En el año 2018, la Justicia húngara absolvió a la periodista Petra László, quien tres años antes había pateado y lanzado una zancadilla a dos refugiados sirios en la frontera de Hungría con Serbia. Para el sistema, fue una infracción y perimió.

En República Dominicana, equivale a la patada de László una expresión todavía más grosera: el grotesco espectáculo que constituye el aplauso al abuso por creadores de contenido basura y analistas de medios que no figuran (aunque deberían figurar) en la lista de los creadores de basura.

El presidente propone y los analistas y seudoanalistas celebran. Emiten chistes y montan bromas diciendo que deberían ganar medalla olímpica en atletismo “los morenos que huyen de la camiona” para no ser “recogidos” porque “este medio, Lee Ballester lo limpiará de haitianos”.

¿Se habrá visto retorcimiento mayor que estas expresiones cargadas de racismo, que manifiestan los más perniciosos prejuicios y que alimentan la xenofobia? La camiona es el vehículo hacia el cual los agentes de Migración empujan a quien tenga el sello de ilegal. Con las expresiones de recogida y limpieza, se niega la condición humana de las víctimas del abuso. ¿Qué otro componente requiere un discurso dirigido a integrar al sentido común el odio?

Con la innegable incidencia de la censura y la autocensura en los medios, es imposible pensar que los elogios a Lee Ballester y la celebración del abuso no estén aprobados y hasta encargados por los propios medios cuyos propietarios han visto crecer sus empresas pagando salarios deprimidos.

Eso queda del modelo balaguerista, igual que la práctica de crear abusadores y servirse de ellos.

El abuso de clase se tolera y se encubre desde el Estado. La acumulación puede modernizarse, pero jamás humanizarse.

Para las instituciones húngaras la patada de László fue simple infracción. Para las dominicanas, celebrar el abuso no es delito. El medio en que laboraba László la canceló por presión del público, pero, igual que los dominicanos esos medios tienen como política encubrir el racismo y justificar el abuso contra los pobres.

Lo absurdo del cálculo presentado por Abinader, pocos comunicadores lo han destacado. Se limitan a reseñar las quejas de grupos que han sido despojados de mano de obra, sin analizar cuáles mecanismos de acumulación se pretende privilegiar en este momento y cuáles facciones burguesas serán beneficiarias del ejercicio de la sobreexplotación en el futuro próximo.

Los que se autodefinen progresistas, pero tienen compromiso con sectores de la clase dominante y deben apoyar a Abinader, alegan legalidad, documentos, ejercicio de soberanía en materia de migración y otras zarandajas…

¿A quién se le ocurre pensar que podrían articular cuestionamientos coherentes si han visto en silencio o criticado en forma tímida y con frases muy tibias la expulsión de haitianas en proceso de parto?

El poder mediático es parte de un entramado de abuso que no encabeza Lee Ballester o el discutido ultranacionalista llamado Ángelo Vásquez (el jefe de la Antigua Orden Dominicana) quien, a coro con también cuestionados productores de contenido basura, organiza manifestaciones en contra de la presencia de migrantes haitianos.

Ese entramado está dirigido desde el exterior por los sectores que instalaron en Ucrania una especie de corporación fascista y mantienen en pie al despedazado gobierno de Benjamín Netanyahu en Israel, a pesar de que aplica una política de exterminio contra el pueblo palestino. Los mismos que, en Ucrania y en Palestina, como en Siria, en Yemen y en otros puntos del planeta, intentan apropiarse de los recursos estratégicos que se tornan indispensables para encabezar el avance tecnológico y el progreso industrial en el sector de las armas.

En República Dominicana lo encabezan los sectores que coordinan la dependencia y el entreguismo, los que levantaron, con la colaboración israelita y la tutela yanqui y canadiense, una verja perimetral (muro) en la frontera con Haití, los que tienen la misión de aplicar, a cualquier costo, la política imperialista en toda la isla, los que han confiado al Comando Sur de Estados Unidos el control de los procesos de exploración y explotación de las tierras raras en territorio dominicano y en la frontera con Haití.

Luis Abinader busca mantener su inserción, como empresario y como servidor politiquero, en esos sectores, y tiene que conservar la condición de jefe de grupo.

La prensa prostituida, los falsos progresistas y los renegados, tienen que hacerle el juego, apoyando con descaro las jornadas abusivas de repatriación o cuestionándolas tibiamente, pidiendo apego a una legalidad que, por definición, es ilegítima, cruel e inhumana, porque tiene un sello de clase.

“¡Cuidado con mi hambre y con mi ira!, advierte Mahmud Darwish en otro de los poemas que dejó como legado.

La conciencia conduce a la identificación de clase y a denunciar los abusos contra los pobres, pues solo los pobres andan indocumentados y solo las víctimas del saqueo son pateadas por la prensa prostituida y por los politiqueros delincuentes. ¿Es redundancia nombrarlos por separado? Parece que sí.

La sociedad de clases no admite más remiendos. Al racismo y a la represión hay que oponer la exhortación del Che: Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos.»

Hacer historia es recoger la grandeza de los humanistas que han usado para la lucha armas y pensamiento, denunciar a los esbirros y condenar a quienes venden (por dinero y por privilegios) pluma, pensamiento y acción.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.