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Alvaro Uribe consolida la entrega de la soberanía colombiana

Fuentes: Bolpress

En pocas semanas el escenario latinoamericano se ha complicado gravemente. Un golpe de estado de la oligarquía hondureña con todos los ingredientes de torpeza y brutalidad de los años 70, saca del país – en pijama y a punta de fusil- al presidente constitucional. La condena internacional, OEA y Naciones Unidas incluídas, no es suficiente […]

En pocas semanas el escenario latinoamericano se ha complicado gravemente. Un golpe de estado de la oligarquía hondureña con todos los ingredientes de torpeza y brutalidad de los años 70, saca del país – en pijama y a punta de fusil- al presidente constitucional. La condena internacional, OEA y Naciones Unidas incluídas, no es suficiente para reponer a Manuel Zelaya en el gobierno.

El pueblo hondureño inicia una dura y paciente resistencia, mientras los golpistas suspenden las garantías constitucionales, ponen al ejército y la policía en calles y carreteras, aplican el toque de queda, reprimen, secuestran y asesinan. Esos graves acontecimientos centraban la atención en nuestro continente, cuando Alvaro Uribe reveló el resultado de una negociación secreta que venía manteniendo con Estados Unidos. Y cayeron los desflecados velos que intentaban ocultar los verdaderos objetivos del «Plan Colombia»: tras nueve años de de asistencia económica y militar para una supuesta lucha contra el narcotráfico, se transforma en una plataforma militar norteamericana en el corazón del continente , amenazando directamente a los procesos populares en desarrollo. Uribe está a punto de consolidar la entrega total de la soberanía colombiana a la nunca abandonada pretensión hegemónica norteamericana.

Aunque internamente no se han dado excesivos detalles, las afirmaciones del General Freddy Padilla de León, comandante de las Fuerzas Armadas colombianas definen claramente que el acuerdo que estaría próximo a firmarse dispone la cesión de 7 bases militares de ese país, para que sean operadas por el ejército norteamericano.

Enfatizó el general, especializado en inteligencia militar, que «se equivocan aquellos que insisten en afirmar que se permitirá la construcción de bases militares norteamericanas en territorio colombiano». El general tiene razón. No habrá necesidad de construírlas, porque ya están hechas y son de Colombia y de todos los colombianos. A lo sumo, como ocurrió con Manta, cuando otro gobierno entreguista, en este caso ecuatoriano, cedió esa base, tendrán que hacer algunas modificaciones para adaptarlas a sus equipos de comunicación o a sus aviones o barcos.

Posiblemente la base principal será la de Palanquero, en Cundinamarca, en el centro del país. Tiene una pista de 3.000 metros, amplios hangares e instalaciones como para albergar unos 2.000 hombres. El diario «Tiempo» de Colombia a fines de mayo revelaba el interés del Comando Aéreo norteamericano denominado «Estrategia Global en Ruta» por esta base y su deseo de que se convierta en eje de corredores aéreos y de otras bases que le permitan un mayor alcance en sus operativos. Estiman que desde allí, un avión C-17 podría recorrer la mitad del continente sin reabastecerse. El proyecto de presupuesto elevado al Congreso norteamericano contempla una partida de 46 millones de dólares para acondicionar y modernizar la base de Palanquero. En la misma región, la base de Tolemaida. En los Llanos Orientales, ocuparían la de Apiay. Sobre el Mar Caribe, dos bases navales: Cartagena y Malambo. Esta última, en el departamento Atlántico, muy cerca de la península de La Guajira que comparten Venezuela y Colombia. Del lado venezolano, el estado de Zulia, gobernado por la oposición a Chávez y donde actúan grupos segregacionistas similares a los de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia. En el sur, próxima a la frontera con Ecuador, la base de Larandia, en Caquetá. Y por último, la base naval de Bahía de Málaga, sobre el Pacífico, próxima a la costa norte Ecuatoriana.

Uribe hace una gira y evita la reunión de UNASUR

El anuncio provocó ha provocado una dura crítica de Venezuela y la inquietud de otros gobiernos del continente. Estaba previsto que la cuestión se debatiera el 10 de este mes en la cumbre de UNASUR, la Unión de Naciones Suramericanas en Quito, Ecuador, pero sorpresivamente Uribe anunció que no participaría de la reunión, y que en cambio iniciaría una gira por siete países del continente acompañado por su canciller Jaime Bermúdez. Lima, la capital peruana fue su primer objetivo. Luego estuvo en La Paz, donde se reunió con Evo Morales, quien le ratificó el rechazo de Bolivia por la instalación de bases militares extranjeras en territorio de América Latina, algo que -en su país – prohibe expresamente la Nueva Constitución Política del Estado aprobada en referéndum.

Para evitar que se organizaran protestas y rechazos por su visita, Uribe aceleró su gira y fue cambiando fechas y horarios, a pesar de lo cual en todas las capitales visitadas hubo movilizaciones populares. El recorrido se completó con su paso por Chile, Paraguay, Argentina, Uruguay y Brasil. Su periplo -involuntariamente- fue como templar las cuerdas de una guitarra. En una semana se pudieron escuchar los distintos «sonidos» de cada uno de esos gobiernos. Desde la total comprensión y paternal aire de compinche de Alan García, hasta el claro y firme rechazo expresado por Evo Morales. En el resto de los países visitados esos «sonidos» no fueron tan nítidos. Con distintas variantes, escuchó complacido como en distintas capitales le repetían eso de «respetar la soberanía de Colombia en sus decisiones». Pero eso no impidió que en Argentina y en Uruguay también le deslizaran que no comparten la instalación de bases militares extranjeras. En este último caso Tabaré Vázquez no hizo más que poner sobre la mesa la posición tradicional de su país. Puede que la Sra. Bachelet haya sorprendido a Uribe por su cordialidad y su comprensión. Las declaraciones públicas fueron mínimas, pero las imágenes mostraron un recibimiento que parecía exceder el mero protocolo. También hay que contabilizar la insólita violencia empleada por los carabineros para arrancar a pacíficos manifestantes las pancartas de rechazo a la presencia de Uribe en Santiago de Chile, y los innecesarios palos repartidos y las detenciones practicadas. Súbitamente la libertad de expresión retrocedió a los niveles en los que acostumbraba mantenerla el difunto dictador Pinochet. El gobierno de Lula también recordó principios de soberanía que asistían a Colombia para hacer lo que le pareciera conveniente en su territorio. Pero su canciller matizó que querían tener más claro los alcances de las bases que serán operadas por los militares norteamericanos. Y para ello, recordaron que la oportunidad será la reunión de UNASUR que debe celebrarse en Quito. Parece que en algunas de estas capitales le aconsejaron a Uribe que no esquivara el compromiso de la reunión en la capital ecuatoriana. Pero el presidente colombiano no solo se niega a que ese tema se trate en la reunión de UNASUR, sino que por las dudas, ni siquiera estará presente. Puede que tampoco envíe aunque sea a su canciller. Si así lo hace, matará dos pájaros de un tiro: no tendrá que afrontar preguntas o críticas de sus pares y tampoco tendrá que participar en los debates sobre la mejor forma de desbaratar el golpe de la oligarquía hondureña contra el presidente constitucional Manuel Zelaya. No es ningún secreto que ni Uribe, ni el peruano Alan García, ni el flamante presidente panameño Ricardo Martinelli quieren ir más allá de una condena retórica y sin consecuencias prácticas.

Rechazo regional

La decisión de Uribe convertiría al territorio colombiano en una especie de gigantesco portaaviones del ejército de los Estados Unidos en el corazón de América Latina. La oposición política a Uribe ha rechazado la instalación de las bases militares, afirmando que implica una cesión de soberanía, la sumisión a una potencia extranjera, y un factor de desestabilización en la región. En cuanto a los países del área, el primer y contundente rechazo provino de Venezuela. Hugo Chávez acusó a los gobernantes colombianos de «hipócritas» y de ser una amenaza para la estabilidad regional. Pero también Lula dijo claramente: » a mí no me agrada la idea de otra base militar en Colombia» , y añadió que el asunto debe tratarse con cuidado. Rafael Correa recordó que Ecuador decidió por voto popular prohibir la instalación de bases extranjeras en su territorio, motivo por el cual no renovaron la cesión a EEUU de la base aérea de Manta, sobre el Pacífico. También Correa teme que esta fuerte y múltiple presencia militar norteamericana en Colombia, tenga un renovado papel de «gendarme» de la región. El más contundente fue Evo Morales, quien considera la decisión de Alvaro Uribe como una traición a los pueblos latinoamericanos.

Impunidad para delinquir

El acuerdo sobre las bases está en su proceso final, pero se descarta que haya modificaciones importantes con respecto a los que regulan hasta hoy la presencia militar norteamericana en el marco del llamado «Plan Colombia.» De ser así, los cientos de soldados y oficiales norteamericanos y los mercenarios que EEUU define como «contratistas» disfrutarán de impunidad en Colombia por los delitos que puedan cometer en ese país. Así está pactado hasta ahora, fijando que en el caso de que un militar de los EE.UU. cometa algún delito, este solo podrá ser juzgado por la justicia norteamericana. Si el acuerdo llega a su fin en los términos previstos, Colombia acentuará su dependencia con los Estados Unidos. El argumento del control de la producción de coca resulta una excusa poco creíble. En casi 10 años de ayuda y presencia norteamericana, gran parte de los operativos militares han estado vinculados con el control y represión de los grupos irregulares, esto es con el conflicto interno colombiano. Y la producción y actividad de los narcos sigue siendo el abastecimiento fundamental para los consumidores, en su gran mayoría precisamente ciudadanos de los Estados Unidos. Además, en los dos últimos años, diputados, senadores y altos funcionarios departamentales vinculados con la coalición gobernante están imputados por sus vínculos con los narcos y los paramilitares, lo que hace poco creíble el presunto empeño de Uribe en terminar con el narcotráfico. El gobierno colombiano ha recibido ya cinco mil millones de dólares de Estados Unidos por el Plan Colombia y ya están previstas presupuestariamente nuevas partidas.

Apuntes para la memoria

Es oportuno recordar que este «desembarco en Colombia» de las tropas norteamericanas, no constituye una circunstancia original. Actualmente ya operan en la base de Tres Esquinas y de forma más reservada al menos en otros cuatro puntos de Colombia. Y disponen de otras bases operacionales en el continente: en Iquitos, Perú; Palmerola ( hoy Soto Cano en Honduras); Comalapa en El Salvador, Reina Beatriz en la Isla de Aruba y Libería, en Costa Rica. Sobre la base de Soto Cano en Honduras, es oportuno recordar que en junio pasado, poco antes del golpe, el presidente Zelaya había anunciado la intención de utilizar la pista principal de esa base como aeropuerto civil internacional.

El presidente panameño Omar Torrijos se negó en su dia a renovar las condiciones de los asentamientos militares norteamericanos en su país, entre ellos la Base Howard, sede del Comando Sur de los Estados Unidos. En 1977 firmó un acuerdo con el presidente Carter por el cual Estados Unidos se comprometía a retirar sus tropas y sus equipos militares en el primer minuto del año 2000. Ese acuerdo fue aprobado por casi el 70 por ciento de los ciudadanos panameños en el referéndum celebrado el 23 de octubre del mismo año 77. Implicó también el retiro de la tristemente célebre «Escuela de las Américas» donde se formaron muchos de los generales golpistas y dictadores latinoamericanos. Ahora funciona en Fort Benning, estado de Georgia. La Base Howard también está ahora en Estados Unidos, en Miami, estado de Florida.

Hace ya diez años, Estados Unidos hacía valer el conflicto interno colombiano como argumento para justificar su presencia militar en la región. Antes de terminar el año 1999,
a pocos meses de la fecha fijada para el retiro de sus tropas del territoro panameño el jefe del Comando Sur de EEUU hizo vaticinios catastróficos por los riesgos que representaban las incursiones de los rebeldes de las FARC. El General Charles Wilhelm apuntó que «los enfrentamientos en Colombia ponían en peligro la seguridad del Canal de Panamá». En una intervención ante el senado de los Estados Unidos el jefe militar del Comando Sur llegó a decir que esas circunstancias podrían requerir » de una intervención militar unilateral de tropas norteamericanas para proteger el Canal.

Ya lo decía Paul Coverdale

Tampoco hay que olvidar, como apunte histórico, al primer ponente del Plan Colombia, el senador republicano Paul Coverdale. El legislador siempre esgrimió la necesidad de petróleo que tiene su país para avalar la implicación militar norteamericana en Colombia. En junio de 1999 un periodista del diario bogotano «El Tiempo» citó una intervención del senador republicano en el Congreso de Estados Unidos. En ellas reprochaba que el entonces presidente Pastrana seguía haciendo concesiones a las guerrillas y recordaba que a fines de ese año su país tendrá que retirar las bases militares en Panamá » y esto afectará dramáticamente nuestra habilidad para luchar contra el narcotráfico así como para garantizar la seguridad y estabilidad en la región». En base a estos argumentos y otros similares, el congreso aprobó ese año un aumento significativo de la ayuda militar a Colombia. Al año siguiente se daría forma a la intervención solapada con el comienzo del «Plan Colombia». Hoy, ese país latinoamericano es el tercer receptor de ayuda militar norteamericana en el mundo, y primero en el continente.

Algo más. En un editorial del 10 de abril del 2000, Coverdale afirmó que aunque muchos ciudadanos teman otro Vietnam, resulta necesario, porque Venezuela tiene petróleo. Y concluía que como Venezuela tiene animadversión por Estados Unidos, su país debe intervenir en Colombia para dominar a Venezuela. Y ya puesto, añadía que Ecuador también resulta vital, y los indios de allí son peligrosos, de modo que Estados Unidos, también tenía que intervenir en ese país. Y este auténtico visionario de los intereses expansionistas de su país remataba sus reflexiones afirmando que si su país podía librar una guerra «en la remota Irak», seguro que también puede hacerlo en Colombia. ( se refería a la primera guerra contra Irak emprendida por su país ya con el claro objetivo de control geoestratégico y de una de las más importantes reservas petroleras del mundo ).

La reunión de UNASUR

Dentro de unas horas comenzará en Quito la reunión de UNASUR y del Consejo Sudamericano de Defensa. Uno de los temas previstos es tratar, precisamente a través de ese mecanismo regional, consolidar un bloque que incluya aspectos de la defensa común. Uribe anunció que no concurrirá con lo cual quiere colocar a sus pares ante el hecho consumado de la instalación de las bases norteamericanas en su país. Veremos que posiciones asumen los restantes países, Argentina, Brasil, Chile, Venezuela, Ecuador, Suriname y Uruguay, ante este desaire del mandatario colombiano.

En principio, Evo Morales anunció que concurrirá a Quito con una propuesta de resolución para que no se acepte ninguna base militar, ningún extranjero armado y uniformado en América Latina. «No aceptamos militares norteamericanos en Bolivia ni en latinoamérica porque siempre el imperio tiene sus objetivos; permitir bases militares es una agresión a la democracia». El líder boliviano manifestó su «enorme preocupación» por la prevista ausencia de Uribe en la reunión y dijo esperar que no se estuviera instrumentando una división de UNASUR, cuando precisamente, «estamos gestando una gran integración regional» desde ese organismo.

Por su parte, Lula que tácitamente admite un liderazgo amplio en el continente, no está tranquilo con los argumentos expuestos por Uribe durante su visita. Una cosa son sus formalidades en la recepción del visitante, y otra su preocupación por los alcances de las instalaciones militares en Colombia. Su equilibrio es difícil, porque intenta mantenerse como una referencia «seria y confiable» para Estados Unidos en la región, pero precisamente sin abandonar esa suerte de liderazgo que ejerce. Ocurre que hay fundados elementos para la intranquilidad de Lula. El diario «Folha de Sao Pablo» reveló la existencia de un documento de las Fuerzas Armadas Brasileñas que fue presentado durante un seminario militar realizado en abril pasado. Allí se contemplaba la posibilidad de que una base militar en el centro de Colombia, permitiría que uno de los modernos aviones-espía norteamericanos pudiera operar en gran parte del continente sin necesidades de reabastecerse. Como Ecuador y Venezuela, también Brasil teme que el verdadero propósito de Estados Unidos sea aumentar su control militar en el continente y eventualmente, actuar sobre procesos políticos en desarrollo que no convengan a los intereses norteamericanos.

La gira de Uribe pretendió explicar y atenuar el rechazo o la intranquilidad de los presidentes sudamericanos. La reunión de UNASUR, sus debates y sus resultados, permitirá saber como se define cada uno de los presidentes ante el rumbo unilateral que adoptó el colombiano, que implica un aumento importante de su deriva militarista y un grave elemento de tensión continental. Sin desdeñar las dificultades que entrañará para el pueblo colombiano, revertir esta decisión de Uribe y recuperar la plenitud de su soberanía y autodeterminación ante esta estratégica ocupación de varios enclaves militares.

También deberán definir que actitud toman colectivamente ante los golpistas hondureños que siguen reprimiendo a su pueblo y desoyendo los pronunciamientos internacionales de condena. Los pueblos americanos esperan que sus presidentes estén a la altura de las difíciles circunstancias. Pero mientras tanto, como lo hace el pueblo hondureño, siguen expresando sus reivindicaciones y fijando sus propios objetivos a través de sus organizaciones populares y sus movimientos sociales.

* Redacción de SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa.