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Entre las 12 y 30 y las 13 y 30 de cada domingo, los oídos argentinos quedaban adheridos a los parlantes de las radios (todavía grandotas, todavía eléctricas) de los años ´50 del siglo XX sintonizadas en Radio Argentina primero, en “Splendid” después.
Entre el mundo de las góndolas comerciales argentinas y el planeta de los números de la macroeconomía del país existe un abismo, tan gigantesco como inexplicable.
Son las 23 y 30 del domingo electoral argentino. Las pantallas televisivas muestran los festejos en los búnkeres partidarios del liberal-radicalismo de Juntos por el Cambio. Pasan al discurso del éxito que celebra en el Luna Park de la ciudad de Buenos Aires el fenómeno de “rebeldía” bizarra, ultraliberalismo y protofascismo de un tal Javier Milei y, también, posan sus cámaras en el estallido triunfal del Frente de Todos oficialista de Alberto Fernández y Cristina Fernández.
El juicio por la Contraofensiva Montonera, logró condenar a una estructura estatal de inteligencia más que a un grupo de asesinos.
Cada una de las medidas se pueden discutir, las que propone el gobierno nacional, las postuladas por cada provincia y, por supuesto, si es que lo tiene, cualquier plan que impulse la Ciudad de Buenos Aires.
El 10 de diciembre de 2019 la Argentina estalló de alivio, alegría y esperanza. La asunción de presidencial de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner fue la llegada al oasis soñado en pleno cruce del peor de los desiertos.