Daniel Campione

Artículos

El proyecto de ley que aprueba el pacto con el organismo internacional avanza esta semana en la Cámara de Diputados. Los apoyos se extienden y también tienen lugar cuestionamientos desde la reacción. Quienes impugnan el pago de la deuda tomarán las calles en señal de rechazo.

Argentina en dictadura

En años de adolescencia, la represión dictatorial, aunque solapada, estaba en todas partes. No nos resignábamos. Buscábamos afanosos un presente tolerable. Y vislumbrábamos un futuro diferente.

La Asamblea Legislativa que marcó el comienzo de sesiones en el Congreso escenificó la sobreactuación de algunas discrepancias junto con el voluntario silenciamiento de muchas reticencias.

Respecto al conflicto de Ucrania el gobierno argentino se ha deslizado rápido hacia una identificación con las posiciones de EE.UU y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

La interminable y secreta negociación con el Fondo sigue adelante. Y cada nuevo aspecto del futuro “entendimiento” que se conoce empeora la perspectiva para el pueblo argentino. Una ambigua jugada del partido fundado por Elisa Carrió busca el apartamiento del Congreso del campo de las decisiones.

En la compleja interna de la oposición de derecha, parece proyectarse con crecientes posibilidades de convertirse en candidata a presidenta.

Más allá de la existencia de discrepancias y rebeldías en el oficialismo, el acuerdo con el Fondo avanza imperturbable. Ya se perciben los primeros síntomas acerca de que la protección de los sectores más postergados se encontrará entre las primeras víctimas del pacto.

En un libro reciente del profesor de Historia de Rusia Martín Baña se hace un recorrido que va desde los años de la perestroika a la actualidad. El autor combina una buena síntesis narrativa del período con atractivas reflexiones acerca de la herencia de la Unión Soviética de cara a una perspectiva emancipatoria.

Todo un arsenal de objeciones se ha cernido sobre la reciente gira presidencial, antes, durante y después de su realización. Lo que no sea cultivar la más sumisa relación con EE.UU es objeto de un ataque sistemático. Con las exigencias del acuerdo con el Fondo como partitura de acompañamiento. A la hora de las efectividades, el pacto de sometimiento avanza.

El despliegue de los efectos de la decisión navega todavía en la ambigüedad. Lo que resulta ya indudable es que se debilita el consenso para la aprobación del acuerdo y se ensancha el camino para llevar a la calle el debate y convertir en deliberación de millones las negociaciones entre unos pocos.

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