Xulio Ríos

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China pisa cada vez más fuerte en el espacio. Actualmente en curso, la Chang’e–5 es la primera misión de ida y vuelta a la Luna después de los vuelos estadounidenses y soviéticos, in illo tempore. El hecho de que muchas de las operaciones asociadas a este último proyecto hayan sido retransmitidas íntegramente y en directo por los medios chinos revela sin duda el alto nivel de confianza alcanzado en su competencia y cualificación y demuestra los importantes progresos alcanzados en muy poco tiempo.

Al inicio de la pandemia, cuando todo a todos nos pilló en pañales, la irrupción de las mascarillas chinas en medio mundo fue objeto de críticas por venir acompañada de un ejercicio diplomático que visaba exhibir el poderío chino y el incremento de su influencia estratégica.

El aún presidente Donald Trump basó su estrategia política en una idea principal: la confrontación. Y la aplicó no solo en el orden interno, extremando las posturas hasta el punto de hacer asomar el increíble debate en torno a una hipotética guerra civil en suelo estadounidense, sino también en el orden internacional, cuya expresión más evidente fue la beligerancia con China.

Mientras las crisis de Hong Kong o Xinjiang gozan de una importante visibilidad en los medios internacionales, lo cierto es que un tupido velo parece haber ocultado la no menos compleja crisis en Cachemira. Podemos hartarnos de escuchar a Mike Pompeo entonando críticas a China pero elogiando al mismo tiempo a India, e incluso los pronunciamientos institucionales -también del Parlamento europeo- parecen matizar la condena entre “nuestra India” y la “rival” China.

La noticia se dio a conocer días atrás. China informaba de que los últimos y más remotos distritos del país se habían liberado de la pobreza extrema. Culmina así un largo camino de varias generaciones que permitió a cientos de millones de personas sacudirse el subdesarrollo y la miseria más oprobiosa.

La reciente firma de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, siglas en inglés) ha producido un pequeño cataclismo en Taiwán. Oficialmente se le ha querido restar importancia: estaba realmente difícil unirse a una RCEP liderada por China por lo que el objetivo debe centrarse en la participación en el Acuerdo Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP, siglas en inglés) que lidera Japón, tras el abandono de EEUU del inicial TPP.

Relaciones China-Taiwan

¿Otra relación a través del Estrecho es posible? La actual vive un momento envenenado pero sin duda otra es posible, como bien se ha intentado demostrar al reivindicar la trascendencia del encuentro mantenido en Singapur el 7 de noviembre de 2015 por Xi Jinping y Ma Ying-jeou. Fue aquella la primera reunión de líderes de ambos lados del Estrecho desde 1949. Culminó una etapa de reencuentro a través del Estrecho pero simbolizó también las dificultades objetivas para avanzar por dicha senda.

El contraste entre el asalto al Parlamento de Hong Kong de cientos de personas enarbolando la bandera colonial, ocurrido en julio de 2019, y la reciente dimisión en masa de los diputados de la oposición es un reflejo elocuente del tránsito operado en los últimos meses en la dinámica política de la ex colonia británica.

Con la firma de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, siglas en inglés), China afianza su posición en Asia-Pacífico como líder económico regional.

En los recientes comicios estadounidenses, a la hora de elegir entre Trump y Biden, autoridades y buena parte de la opinión pública taiwanesa se decantaron abiertamente por el primero.

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