En Afganistán hay unas 270 juezas que viven aterradas. Sólo unas pocas han logrado escapar y el resto se ha escondido, algunas en auténticos zulos, temiendo lo peor: su captura y ejecución. Otras esperan un milagro, “su rescate por organizaciones humanitarias” y una huida por el corredor de los refugiados.