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Crisis y resistencia en Puerto Rico

Fuentes: Obrero Socialista

Nadie puede negar que vivimos una terrible crisis. Nuestra crisis económica local, aunque directamente relacionada con la crisis internacional, comenzó algunos años antes que el estallido de la crisis financiera y del crédito en EEUU, y del efecto terrible y multiplicador que estas realidades catapultaron en todas partes. La crisis de la que se comenzó […]

Nadie puede negar que vivimos una terrible crisis. Nuestra crisis económica local, aunque directamente relacionada con la crisis internacional, comenzó algunos años antes que el estallido de la crisis financiera y del crédito en EEUU, y del efecto terrible y multiplicador que estas realidades catapultaron en todas partes.

La crisis de la que se comenzó a hablar en Puerto Rico desde 2005 fue la llamada crisis fiscal, la distancia entre el dinero que entra al gobierno para mantener sus operaciones en relación al dinero que invierte para continuar corriendo. La deuda en la que incurre para saldar esa diferencia, evidentemente, tiene unos cobradores que nuestro caso colonial son los bonistas de Wall-Street. Las casas crediticias que evalúan el crédito de Puerto Rico, Standard and Poor y Moodys, son las que le exigen medidas y cambios estructurales al gobierno. Lo que en el resto de América Latina hacen el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio.

Con lo anterior asegurábamos que el déficit del gobierno había sido la consecuencia directa de las propias acciones del gobierno durante todo el periodo anterior. El gobierno de Puerto Rico, dirigido por y para los ricos, ha estado beneficiando irresponsablemente al capital local y extranjero a costa de los servicios públicos y de pasarle la factura a la clase trabajadora. El reciente IVU, los despidos masivos, el recorte de jornada laboral en algunas áreas, la sub-contratación rampante, no son medidas muy novedosas, pues en realidad se han estado imponiendo sobre la clase trabajadora durante años. El proyecto de los ricos ha sido precisamente este.

Las ideas fundamentales del neoliberalismo–la «libre empresa», la privatización de los servicios públicos, la desregulación de las leyes que podían contener los «exabruptos» del capitalismo y la destrucción de los derechos laborales–todas están al centro de la crisis en PR.

Claro esta, en Puerto Rico esta crisis es diferente, pues somos una colonia capitalista integrada como territorio a las decisiones del capitalismo imperialista estadounidense. El rol que ese capitalismo colonial le ha otorgado a Puerto Rico durante los más de 100 años de dominación estadounidense ha variado de época en época.

De manera general, el modelo neoliberal impuesto en todos lados desde la década del 70 fue la respuesta internacional a las luchas obreras y a las conquistas que tanto en los treinta bajo la Gran Depresión, como en los sesenta se habían logrado. Para expandir el capital a nivel global, había que reducir las conquistas y beneficios alcanzados en la época anterior.

El neoliberalismo en Puerto Rico implicó fortalecer la expansión de empresas electrónicas y farmacéuticas, entre otras, de la mano de exenciones contributivas y bajos sueldos, lo que permitió el enriquecimiento gigantesco de decenas de industrias. A la vez, para poder absorber parte del problema estructural de la economía en PR–el alto desempleo y la falta de diversidad económica–el gobierno tuvo que ser reforzado.

El empleo gubernamental creció también como una de las formas de fortalecer la economía local. Las aportaciones federales de fondos permitieron esa expansión. Un gobierno grande hizo falta ante la incapacidad de los sectores privados de proveer empleo y mejorar los niveles de vida. El rol del gobierno, en vez de reducirse durante los 80 y 90, creció significativamente.

Por eso, la crisis neoliberal estalló primero por el gobierno, pues el gobierno de Puerto Rico ha seguido siendo el principal patrono del país todos estos años. La solución a la crisis capitalista, esa que ha implicado una reducción en las ganancias de algunos empresarios, en el contexto de Puerto Rico, pasa porque los empresarios se metan cada vez más a ejecutar y proveer los servicios que hoy ofrece el gobierno. Sin el gran bizcocho económico del gobierno, los patronos privados no tienen (ni buscan tener) dónde enriquecerse.

En el sector privado, poco sindicalizado, la amenaza que viven los empleados públicos es terriblemente mayor, pues la maltrecha empresa privada está utilizando la crisis para imponer cada vez peores condiciones de trabajo. El miedo a perder el trabajo, a nivel general, predomina sobre la capacidad de respuesta organizada de la clase. Predomina en todas partes la dictadura del capital.

 

La subida del gobierno PNP y la profundización del neoliberalismo

El gobierno que encabeza Luis Fortuño es probablemente la administración más decidida a implementar medidas que reduzcan el empleo público y favorezcan a los empresarios privados de los últimos 20 años. Como nunca antes se han implementado de golpe decenas de leyes y medidas para favorecer la privatización y reducir los sueldos. Lo que hace el gobierno no sólo afecta a los empleados públicos, sino que representa las posiciones de toda la clase dominante sobre la totalidad de la clase trabajadora.

Es cierto que Pedro Roselló fue fundamental en desarrollar el neoliberalismo en Puerto Rico, y que Sila María Calderón y Anibal Acevedo Vilá fueron continuadores de esas políticas. Este último se vanagloriaba al final de su cuatrienio de haber reducido la nómina del gobierno en 10,000 empleados menos, algo que muchas veces queda fuera de la discusión pública.

Pero la administración Fortuño, en menos de un año, ha venido a imponer todas aquellas medidas que durante años la burguesía local y extranjera venían pidiendo del gobierno.

Varias leyes claves han sido aprobadas para estructurar el proyecto de país de los ricos. La Ley 7 de Emergencia Fiscal, la ley de las Alianzas Público Privadas, la nueva Ley de Permisos, las enmiendas a la Ley de Cierre, forman una combinación legal fundamental para poder desarrollar el Proyecto Fortuño de país. Si le añadimos a esta lista la Ley de Incentivos Industriales aprobada por Acevedo Vilá en 2008, tenemos más o menos un cuadro completo de las aspiraciones generales de la burguesía.

Se trata de destruir el gobierno para fortalecer la empresa privada, de reducir sueldos en todo el país, de agresivamente comerse las costas y destruir el ambiente para el beneficio de los «desarrolladores», y de continuar favoreciendo a las empresas más ricas a través de exenciones.

Las estadísticas oficiales de desempleo hablan de un 15.5 por ciento, mientras que estimados de economistas aseguran que sobrepasa el 22 por ciento. Los niveles de violencia social aumentaron con 876 asesinatos en el año 2009. Unas 50,000 personas perdieron su empleo en empresas privadas, debido a las fusiones entre algunas empresas como es el caso de Pfizer que adquirió a Wyeth. También miles de familias han perdido sus hogares y sus casas han sido reposeídas por bancos como First Bank. Todo esto confirma que quienes sufren más esta crisis son los sectores de la clase trabajadora, entre estos, lo más pobres que sobreviven con menos de 10,000 dólares al año, esta población compone el 30 por ciento de los puertorriqueños.

La crisis ha tenido un efecto directo en los sectores más pobres de la clase trabajadora. Sus consecuencias requerirán que nos organicemos y salgamos a luchar para detener y poder revertir el ataque patronal.

 

¿Una nueva dinámica en las luchas?

El periodo sigue siendo profundamente defensivo. Es precisamente la intensificación de este último elemento el que ha marcado el primero año de Fortuño. Una especie de realineamiento «a la izquierda de Fortuño» se ha producido este primer año. En pocos meses, la victoria electoral más aplastante de unas elecciones en Puerto Rico se ha convertido en uno de los gobiernos más rechazados. En contra han estado todos los que han podido, aunque no han sido suficientes para levantar una oposición contundente a las medidas del gobierno.

Los populares han intentado jugar un papel importante al inicio de las movilizaciones, y un tiempo después hasta convocaron su propia marcha, pero no han podido dominar ni controlar las manifestaciones.

El Frente Amplio de Solidaridad y Lucha y la Coalición Todo Puerto Rico por Puerto Rico, siguen siendo importantes como agentes convocantes de protestas, pero están demostrando ser ineficaces en preparar realmente para una huelga, más una huelga general. Detrás de esta explicación subyace la falta de preparación y la dinámica de lucha del periodo anterior.

Sin embargo, el nivel de movilización de este último año ha sido bastante alto. Protestas por la ocupación israelí en Gaza, contra los recortes de presupuesto y servicios en la Universidad de Puerto Rico, contra medidas anti-obreras en educación, protestas contra la Ley 7 y las APP, más de 30 mil el primero de mayo y cinco sindicatos en paro, una ocupación de facultad, varios bloqueos de calles y del expreso, protestas a hoteles, bancos y oficinas de gobierno, varias marchas, un intento de paro general y hasta algunos enfrentamientos leves con la policías.

Todo ese activismo señala un potencial de lucha importante. La oposición al gobierno también es bastante amplia. Esa generalización tiene un componente grueso de realidad material. Mientras los precios de los productos han aumentado, por culpa de ello los salarios se han reducidos. El mercado laboral se ha contraído mientras se pierden miles de empleos todos los meses, en el gobierno y fuera de él.

Fortuño ha tenido problemas todo el año estabilizando la cantera de secretarios y funcionarios públicos. La erosión en la imagen y confianza en el gobierno se ha profundizado. El sentimiento anti-Fortuño se mezcla muchas veces con sentimientos anti-ricos y planteamientos clasistas que no eran tan comunes hace unos años.

La dinámica actual no escapa de innumerables problemas. Las divisiones continúan, como lo expresa la existencia de dos coaliciones de lucha amplias (FASyL y CTPxPR), cada una liderada por una de las dos fracciones del movimiento obrero. El control que ejercen los líderes burocráticos de las uniones sobre la movilización de sus matrículas aún es demasiado alto como para hablar de independencia de las bases de sus líderes.

Sin embargo, no esta escrito en ningún lado que no pueda desarrollarse niveles de combatividad mayores a los actuales. Después de todo, la crisis que viven los trabajadores es bastante severa.

Toda actividad que se convoque debe ser aprovechada para organizar. Ayudar a formar y a extender una red efectiva de comunicación entre los activistas debe ser una tarea importante que impulsemos al interior de las luchas. Esa relación entre las protestas y la organización es fundamental si queremos pasar a la resistencia. Sólo protestando para organizar lograremos avanzar las luchas.

Muchas veces, los procesos de lucha masivos no empiezan por la convocatoria a desencadenar la resistencia de manera general. Comienzan en un lugar determinado, en un sector de la economía, en una industria, en una facultad. Es el arrastre que esas luchas puedan tener, la influencia sobre el resto de la clase, lo que puede convertir una lucha sectorial en una lucha general.

Fuente: http://www.obrerosocialista.org/Obrero/047/047_03_PuertoRico.shtml