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Entrevista al historiador nicaragüense Aldo Díaz Lacayo

De Bolívar a Sandino y de Carlos Fonseca al ALBA

Fuentes: Rebelión

Managua, agosto 2010. Aldo Díaz Lacayo conoce muy bien el oficio de diplomático. Nos lo hace vivir al narrar los mil y un obstáculos que de Chile a México sufrieron los emisarios de Bolívar en su intento de sumar voluntades en pro de la Unión de Repúblicas. Él mismo f ue embajador de Nicaragua en […]


Managua, agosto 2010. Aldo Díaz Lacayo conoce muy bien el oficio de diplomático. Nos lo hace vivir al narrar los mil y un obstáculos que de Chile a México sufrieron los emisarios de Bolívar en su intento de sumar voluntades en pro de la Unión de Repúblicas. Él mismo f ue embajador de Nicaragua en México y en Venezuela, entre múltiples misiones asumidas en defensa de la Revolución sandinista. Presidente de la Academia de geografía e historia, ex vicepresidente de la Sociedad Bolivariana, ex secretario general del Comité Morazánico, el historiador no se deja cegar por la neblina mediática. Como si siguiera en la montaña junto con Ramón Raudales y Carlos Fonseca, buscando la senda entre el aplastamiento de la revolución guatemalteca por los EEUU (1954) y la Revolución cubana . Hoy desde su librería «Rigoberto López Pérez» y desde la editorial ALDILÀ ** el guerrillero Díaz Lacayo dispara contra la amnesia dominante. Sus cartuchos son el estudio de la Historia y la publicación de libros como herramientas de formación ideológica.

Thierry Deronne – Después de » El congreso anfictiónico » (2001) que muchos consideran como el más avanzado estudio sobre el tema, ¿qué fue lo que lo motivó a publicar en julio 2010 » la Segunda independencia » y a dedicarlo a «la Escuela de Cuadros del Frente Sandinista de Liberación Nacional»?

Aldo Díaz Lacayo – La idea fundamental es contribuir a la batalla de las ideas, en varios frentes. El primer frente es demostrar que nada de lo que está pasando actualmente es fortuito. Todo tiene un origen histórico. Todo tiene como origen las luchas por la primera independencia. La segunda idea fundamental es que el ALBA es la reproducción del núcleo «Colombia» (NDR.: la cual agrupaba históricamente a Panamá, Colombia, Ecuador y Venezuela). La tercera idea es consecuencia de la segunda: la relación de Venezuela con los miembros del ALBA no es una relación bilateral, es una relación unitaria. Como si fuera un Estado, un solo Estado que yo llamo el Estado-Región. La cuarta idea es demostrar que la visión de Sandino coincide plenamente con la visión de Bolívar. Pongo como anexo los dos documentos fundamentales: el de Bolívar, que son todos los instrumentos del Congreso Anfictiónico. Y el de Sandino que es el Plan de realización del supremo sueño de Bolívar . Para que el lector los compare y se dé cuenta de que son iguales.

En este libro explico también cómo se da la independencia de Centroamérica en relación con México ¡Y explico que nunca nos independentizamos en Centroamérica! Así se explica porque tenemos esta situación aquí: nunca nos independentizamos. Nunca hubo movimiento independentista en Centroamérica. Por supuesto que hubo personajes que se lanzaron pero nunca cuajó en la base. Nunca. Esto explica porque Centroamérica siempre va a la zaga de cualquier movimiento. Esto explica, también lo cuento en el libro, porque Nicaragua siempre ha sido la oveja negra de Centroamérica. Desde la independencia con Sandino que fue un ejemplo extraordinario, después con la revolución que fue otro ejemplo extraordinario, y ahora con el gran esfuerzo que está haciendo Daniel. Me gustaría que se conozca el libro en Venezuela donde pasé tres años y pico de embajador, ahí he conocido gente que ahora es enemiga del gobierno, como lo explico ahí es increíble que gente que asumía a Bolívar hoy lo denostan, como lo denostaba Santander o como lo denostaban los peruanos. ¡Una vulgaridad! Yo estoy comprometido con la idea de rescatar el pensamiento unitario de Bolívar. Pero cuando uno dice «pensamiento unitario de Bolívar», piensa en una unidad circunstancial y no en una unidad estratégica. Y estoy interesado en demostrar que es una unidad estratégica, una unidad geopolítica…

T.D. – … lo que él llamaba «el equilibrio del mundo».

A.D.L. – Si. Quiero demostrar que la idea de Bolívar, a pesar de que él tenía una visión estratégica global, me estoy refiriendo de América entre si y de América frente al mundo, a pesar de eso se dio cuenta de que no había que esperar a lograr el triunfo en toda la región. Entonces tiene la idea, no sé si una idea deliberada, meditada, preconcebida, o un chispazo inconsciente, de la fundación de Colombia. Colombia es el núcleo. Y el ALBA es el núcleo. Entonces hay una sinonimia entre Colombia y el ALBA. ¡Pero nadie entiende el ALBA en esa forma! Estoy empeñado en demostrar que el ALBA es eso, el núcleo y que ese núcleo hay que institucionalizarlo igual que Bolívar institucionalizó Colombia. Explico que Bolívar recurrió a tres figuras: a la figura de la República que fue Colombia; a la figura de un congreso que fue el Congreso Anfictiónico; y a la figura de una confederación que nunca logró pero que dejó perfectamente bien delineada en una carta que escribe a Sucre. Entonces yo digo: ¡hagamos cualquiera de las tres cosas pero hagámoslas ya! Porque de lo contrario se interpreta que la relación de Venezuela y los demás países del ALBA es una relación bilateral y no una relación multilateral, no una relación de Estado. Entonces yo propongo crear un nuevo Estado que llamo Estado-Región. Y explico que hay que sustituir el derecho internacional americano por el derecho nacional americano. Porque el derecho internacional americano es una creación de los EEUU en beneficio de los EEUU.

T.D. – «Panamericanista»…

A.D.L. Claro. Yo no sé si estoy loco o si estoy en lo cierto, verdad, pero estoy haciendo un esfuerzo especial. En Nicaragua, especialmente a partir del momento en que presenté este libro en la Escuela de Cuadros, es probable que algunos cuadros lo lean y actúen como factor multiplicador. También se lo mandé a Daniel que puede ser factor multiplicador. Daniel es como Chávez: lee todo. Es un lector infatigable. Economía, política, sociología, está al tanto de las obras de Stieglitz, lo que pasa es que no tiene la personalidad de Chávez. Que Chávez tiene una personalidad arrolladora, es un huracán. Daniel no, Daniel es más tranquilo. Es también un huracán pero un huracán que tiene una velocidad sobre si mismo más lenta. La velocidad de traslación es más fuerte pero sobre sí mismo es más lenta.

T.D. La incidencia del historiador sería: ayudar a evitar los errores del pasado y anunciar la visión estratégica, superar el cortoplacismo, adelantarse a los tiempos.

A.D.L. – Exactamente, este es el problema. Suelo explicarlo gráficamente: la Historia tiene un sentido estructural que es positivo, progresivo, interminable, la Historia nunca se termina. Con sus distintos estadios históricos… qué sé yo: del feudalismo al capitalismo, y ahora estamos luchando por el socialismo. Por supuesto en esta línea tiene altos y bajos y vuelve a recuperarse… Pero la coyuntura es exactamente al revés: la coyuntura es un caos. Nadie la puede ver, y es muy difícil que dentro de la coyuntura se vea la parte estructural de la historia. Y eso solamente lo pueden ver los líderes. Solamente lo pueden ver Fidel, Daniel, Chávez, ellos lo ven pero el común de los mortales no lo ve. Ni siquiera los historiadores lo ven. Porque los historiadores están acostumbrados a narrar la coyuntura. Los historiadores no están acostumbrados a analizar la coyuntura en función de la estructura. Es lo que yo hago. Por esto es que somos gente rara… ¿qué está hablando éste? En la Escuela de Cuadros estoy haciendo conciencia de que dentro del caos subyace la tendencia estructural de la Historia y que esto es lo que hay que descubrir y por esto es que hay que seguir a Chávez, a Daniel, a Fidel, porque son los que lo descubren, tan sencillo como eso.

T.D. – Si hablamos de esta capacidad de ver, ¿qué fue lo que vio Carlos Fonseca?

A.D.L. – Carlos tiene casi todas las virtudes de los líderes. Todas. Casi. La primera gran virtud de un líder, que la tiene Carlos, es la claridad de proyectarse hacia el futuro y de ver el triunfo. No importa el costo. No importa el plazo. Los líderes piensan en función de los objetivos, no en función de los plazos. Siempre ponderan las dificultades, los escollos para ver cómo los van venciendo. Pero no se preocupan tanto por el plazo. Esto no quiere decir que no luchen por lograr el objetivo en el menor plazo posible. Pero el plazo no los obnubila. La segunda virtud de los líderes es que tienen claro que la acción de liberación es una acción colectiva, no una acción individual. Esa virtud la tenía Carlos. Ningún líder actúa por sí mismo. Ningún líder se cree conductor del pueblo sino producto del pueblo. Todos los líderes saben que ellos emergen como producto de la lucha popular. No la dirigen. En el sentido de crear la dirección de la lucha. Hay una tercera virtud de los líderes, que también la tenía Carlos: emergen porque asumen la lucha popular. Pero una vez que asumen la lucha popular tienen tres virtudes que son consecuencia de asumir la realidad.

La primera es que pueden percibir nítidamente cuales son las demandas populares básicas. Las pueden formular en palabras sencillas. Además pueden percibir que debajo de estas demandas populares hay una contradicción fundamental, una contradicción antagónica. Y la pueden descubrir. La tercera consecuencia de asumir la lucha es que, una vez que descubren las demandas, que las definen, que encuentran la contradicción estructural, son capaces de proyectar, ahí está, la última cualidad de líder. Son capaces de proyectar la lucha a un plazo y a un nivel cualitativo infinitamente mayor y el pueblo se entusiasma con ese objetivo de largo plazo. Eso también lo tenía Carlos. Además Carlos descubre en el caso concreto, tres problemas que son comunes a todos los líderes y cuya forma es particular de cada país. Uno, después de ocho años se da cuenta de que no es posible orientar la lucha popular desde afuera. En América Central, durante todo el siglo XIX, y la mitad del siglo XX, lo normal era que los grupos que interpretaban la lucha popular se constituyeran desde afuera, se armarán afuera e invadieran, es lo que llamamos la tesis «invasionista». Carlos después de ocho años descubre que esa tesis no funciona y la hace a un lado. Y después de ocho años dice: «la lucha es desde adentro». Si queremos capitalizar las luchas populares, es desde adentro. Y eso es lo que hace con Pancasán (1967). A partir de Pancasán nunca más se piensa en invadir. Al final se da la colaboración, la solidaridad pero ya no como invasión sino como apoyo a la lucha interna. Otra cosa que descubre, él se da cuenta casi inmediatamente, dos años o tres después tal vez, estoy hablando a partir del 59 que es el Chaparral, se da cuenta de que no es posible aplicar los principios universales de la revolución en un país determinado si esos principios universales no se meten en un formato nacional, en un vehículo propio. Porque lo universal, por muy válido que sea, no es asumido por un pueblo en particular. Puede ser asumido por individuos pero no colectivamente por el pueblo. Entonces él descubre que Sandino es el vehículo. Entonces, a partir del vehículo Sandino, el pueblo empieza a entender, ya que no conocía a Sandino fue un proceso muy difícil, porque al descubrir Carlos a Sandino como vehículo, lo rescata y lo divulga. Y en esa doble función de asumirlo como vehículo y de rescatarlo y de divulgarlo, se vuela siete, ocho, diez años. Hay otro elemento que es común a todos los líderes y que Carlos también lo tenía, es que se da cuenta que una vez que se descubre la contradicción fundamental, la contradicción antagónica, no puede plantear la lucha en términos antagónicos. Es una cosa muy interesante: la necesaria unidad nacional como táctica fundamental. Es un proceso muy lento y que logra cuajar al final, en 1975 tal vez, o principios de 1976, con el grupo de los doce. Y está una última virtud: la verdad. Un líder no puede ser líder sino con la verdad. Cuando uno examina los movimientos revolucionarios triunfantes en América Latina, se da cuenta que esas cinco o seis cualidades que he mencionado, están presentes en todos los movimientos. En unos más visibles, en otros menos, dependiendo de las circunstancias históricas, internacionales fundamentalmente. Por ejemplo la revolución cubana desde siempre fue cubana, como lo declara Fidel en su discurso «La Historia me absolverá»: «el verdadero autor intelectual de la revolución es Martí». Sin embargo ese martianismo no se expresa con claridad porque el entorno internacional de la Guerra Fría le obliga a tomar un partido que deja aparentemente a un lado a Martí pero que en realidad no lo deja, yo lo explico en este libro y cuando desaparece la contradicción Este-Oeste en el sentido de polos ideológicos y de polos militares de poder, ¿qué hace Fidel? Regresa. Y ahora que no tiene ningún cargo oficial, que solo tiene el cargo partidario, se expresa en los mismos términos que nos expresamos todos nosotros. Y se convierte otra vez en el faro de la lucha de América Latina y del Caribe al grado de exponer la tesis más revolucionaria del mundo que yo haya oído en mis 74 años: nadie va a ganar la guerra . Ni el imperio ni nosotros la van a ganar por las armas. La vamos a ganar por las ideas. ¡Eso es lo más revolucionario del mundo!

T.D. -…porque implica la participación colectiva…

A.D.L. – … colectiva. Este libro mío quisiera que fuera un aporte a esta batalla de las ideas. Entonces, ¿Por qué Carlos no logra permanecer y muere? La muerte es un accidente, ya lo sabemos. Pero normalmente los líderes se cuidan mucho para evitar ese accidente. Hay un problema que no está estudiado pero que yo lo reflexiono mucho. El entorno inmediato del liderazgo colectivo no tuvo la cohesión suficiente y hubo dentro de ese entorno inmediato cuestionamientos al liderazgo de Carlos. Ahí está el problema. Cosa que no se da con Daniel, cosa que no se da con Fidel, cosa que no se da con Chávez, cosa que no se da con Correa, menos, que no se da con Evo, entonces ese fue el problema creo yo, esa es parte de mi reflexión. No tengo todavía una conclusión, todavía no lo puedo escribir, pero lo medito y lo reflexiono y lo vuelvo a meditar y estoy llegando a la conclusión cada vez más convincente, de que no había una relación unitaria, indisoluble, tanto a nivel emocional como a nivel racional, a nivel en consecuencia de conciencia, no había esa cohesión, entre el dirigente y el colectivo. Porque el dirigente parte del colectivo, ya lo sabemos. Pero el colectivo finalmente requiere la unidad y esa unidad se expresa en alguien. Que parte del colectivo pero que se expresa en alguien.

T.D. – Hablamos de una nueva generación que no conocía directamente a Carlos y casi lo descubre como líder cuando regresa de Cuba en el 75…

A.D.L. – Si ahí estuvo el problema. ¿Era un problema propio, era un problema colectivo, era un problema de habilidad, era un problema de visión? no lo puedo definir todavía pero si sé que ese fue el problema. Ese elemento le faltó al liderazgo de Carlos. La última realidad histórica que no se puede omitir, que no se puede soslayar, es que la relación liderazgo-pueblo es dialéctica y mientras la dialéctica permite la unidad, la unidad no se rompe. Y de que depende eso, de lo que decía Lenin, de las condiciones materiales. Entonces un liderazgo que es capaz de estar analizando las condiciones materiales, e ir cambiando en función de los cambios de las condiciones materiales, ese liderazgo permanece y debe de permanecer. Y para que deba de permanecer hay que asumir conscientemente de que matar al líder es el objetivo número uno del enemigo. Matarlo. El objetivo global es destruir el movimiento. Pero destruir el movimiento es cada día más difícil para el enemigo porque el movimiento cada día va profundizando sus raíces. Entonces ese objetivo fundamental se trastoca. Por eso es que hay que cuidar al líder. Otra virtud extraordinaria de Carlos: se da cuenta de que hay que preparar a los cuadros en el sentido de la revolución marxista. Y los prepara a todos. Y se da cuenta de que la mejor forma de preparar a los cuadros es darles formación política y militar simultáneamente.

T.D. – Su primer encuentro personal con Carlos remonta a los años 59, a las primeras guerrillas que rompen con la noche del somocismo…

A.D.L. – El primer contacto se da en El Chaparral, entonces Carlos no tenía ninguna experiencia militar, ninguna.

T.D. – ¿era el muchacho que cargaba un fusil más pesado que él como lo pintan a veces?

A.D.L. – Yo te voy a contar lo que pasó. Él llega tardíamente al campamento. Quien dirigía la acción militar del Chaparral, Rafael Somarriba, había estado en servicio en Matagalpa. Lo conocían todos los matagalpinos. Imagínate tu como era Matagalpa en 1945, 46. Debe haber sido un pueblito de veinte mil habitantes. Todos lo conocían. Y en esa época Carlos tenía diez años. Y Carlos era compañero de las hermanas de la novia de Rafael que años después fue su mujer. De modo que todos se conocían: Carlos, Baldizón, todos los matagalpinos. Entonces cuando llegó Carlos al campamento Rafael le dijo que no convenía que él fuera con nosotros porque era muy miope. Pero Carlos tenía esa visión y decidió continuar. Nosotros estábamos en una hondonada. Una posición militar fatal, fatal, que se explica porque Rafael tenía mucha confianza en la palabra del presidente de Honduras Villa Morales que le había dicho: «no te vamos a atacar». El problema es que Rafael no sabía, porque no tenía experiencia en la realidad política de Centroamérica, de quien mandaba en Honduras era el ejército, no el presidente. Como yo ya tenía mucha experiencia, había andado con Raudales casi año y medio, me puse en una posición alta. No me puse en la hondonada. Carlos se quedó en la hondonada. Entonces me mandó a preguntar, ese es el primer contacto con él, es cuando me manda a preguntar que si no estamos corriendo mucho riesgo ahí, militarmente hablando. Yo le respondo que sí. Yo le respondo que nos van a atacar. Y finalmente nos atacaron. Él queda herido, nosotros quedamos ilesos. Los ilesos nos vamos a un cuartel militar como cárcel, los heridos al hospital. Y a partir de entonces se desarrolla entre los heridos un sentimiento de…, quiero buscar la palabra correcta porque quiero ser muy justo, un sentimiento de ubicar la responsabilidad del fracaso en la mala conducción de Somarriba. Incluso algunos llegan a hablar de traición. Sobre todo los políticos que habían perdido la batalla frente al Che, ya que fue el Che que decidió que fuera Somarriba. Entonces esos políticos empiezan a estimular esa idea entre los heridos, y los heridos compran la idea de la traición. Por la parte nuestra, por la parte de los ilesos, la lucha fue distinta. Para los ilesos el problema era preservar la vida. Garantizar que saliéramos de Honduras para Cuba pero documentados. Porque nos querían ver sin documentos ¡para podernos matar! Y con el apoyo de México logramos salir documentados. Entonces nosotros llegamos antes a la Habana que los heridos. Y actuamos más o menos como grupo. Los heridos llegan después. Nosotros llegamos a fines de junio, a principios de julio y ellos llegan a fines de julio, principios de agosto, no tengo la fecha exacta en la cabeza. Y a mí me toca encontrarme con Carlos. No en literal que lo recibí en el aeropuerto, no en literal, sino que soy el encargado de encontrarme con él. Por varias razones. Somos de la misma generación, exactamente. Él era mayor que yo, de tres o cuatro meses. Y ambos teníamos una experiencia de lucha de algunos años. La mía desde 1956. La de él probablemente desde 1954. La de él interna, la mía externa. Nos complementábamos. Entonces yo me encuentro con él. Y la primera gran discusión es El Chaparral. Era obvio. Y tenemos dos o tres encuentros. Yo defendiendo la posición de que no había ninguna responsabilidad más allá de la ingenuidad de creer que la palabra del Presidente de Honduras era la palabra del Estado. Y él nunca aceptó del todo mi tesis pero aunque perseveró en la tesis de la posible traición, vistas las cosas en retrospectiva, me parece que mis encuentros con Carlos lo llevaron a reflexionar sobre el tema. Me parece, digo, por una razón extraordinaria, que es otra virtud de los líderes que ya mencioné: la verdad. En 1960, primer aniversario del Chaparral, él escribe una carta al Profesor Edelberto Torres. Y dice que el problema del Chaparral es que el movimiento político nicaragüense no había madurado, que no había que culpar a nadie. ¡Ese era Carlos! Yo tengo la carta.

T.D. – Muchos años después al analizar la carta-testamento de Rigoberto López Pérez Carlos subraya la frase «para tratar de lograr que Nicaragua vuelva a ser ( o lo sea por primera vez ) una patria libre». ¿Cuál era la Nación de Carlos Fonseca?

A.D.L. – Es una buena pregunta y te la voy a responder no en función de Carlos sino en función de la juventud y después vamos a ver a Carlos. Nuestra juventud coincide con el final de la revolución guatemalteca: los últimos años y la agresión norteamericana contra la revolución guatemalteca. Nosotros en consecuencia, los jóvenes de esa época, asumimos la revolución guatemalteca como paradigma de la revolución nicaragüense. Sin saberlo, por lo menos, yo, no lo sabía, ahora en retrospectiva lo sé, adoptamos una actitud democrático-burguesa. Probablemente Carlos no. Porque él desde el 1954 está metido en el marxismo. ¿Ahora es posible que Carlos, aun estando metido, iniciándose en el marxismo, hubiese llegado a asumir la revolución guatemalteca como paradigma? Si es posible. Porque las condiciones de Nicaragua eran condiciones muy cerradas. Una dictadura brutal, absoluta, totalizadora. Después viene la revolución cubana. Y la revolución cubana nos agarra a nosotros con veintitrés años. Yo 22 y medio, Carlos un poquito más. Y a partir de entonces somos los jóvenes los que asumimos el cambio de paradigma de la revolución democrático-burguesa a la revolución de orientación socialista. Carlos estaba más avanzado que nosotros en términos de preparación teórica alrededor del marxismo, no sé si el leninismo, pero el marxismo sí. Nosotros teníamos una preparación menor, básicamente por nuestros diálogos bilaterales con los comunistas mayores. Éramos propensos nosotros obviamente a la idea de una revolución radical pero sin tener idea de que fuera marxista aunque estas interlocuciones nos orientaban hacia eso. Entonces después del Chaparral, Carlos se inicia cien por ciento en el proyecto de un Estado revolucionario. Cuando digo cien por ciento, hablo de la voluntad no de la formación intelectual. Y esta voluntad lo lleva a profundizar en el estudio del marxismo-leninismo. Primero en Casa de las Américas, luego en Costa Rica. Este estudio lo lleva a preparar a los cuadros en el sentido de la revolución marxista. ¡Y los prepara a todos! Y se da cuenta de que la mejor forma de preparar a los cuadros es darles formación política y militar simultáneamente. Por eso se van algunos a Corea, otros a Cuba, después cuando en Cuba todos se dedican a la zafra de los diez millones y se cierra el apoyo de la formación, entonces se van para Palestina, pero lo importante es que la formación ideológica y la formación militar van juntas, virtud de Carlos. De manera que cuando él llega a Pancasán, a mí en lo personal no me cabe ninguna duda de que su proyecto de Estado es un Estado socialista.

T.D. – ¿Cual es la primera imagen de Carlos que aflora en su memoria?

A.D.L. – Serio. Estudioso. Reflexivo. Terco. Fraternal.

* Thierry Deronne es periodista venezolano.

** Librería «RIGOBERTO LÓPEZ PÉREZ», Centro Comercial Managua, MANAGUA, Teléfono: (505) 22772240, aldilaeditor (at) yahoo.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.