Recomiendo:
0

El gas natural y la reforma energética en Puerto Rico

Fuentes: Rebelión

Para entender las fuerzas detrás de la llamada reforma energética en Puerto Rico hoy en día, es necesario situarla en el contexto amplio de las contradicciones entre las grandes potencias capitalistas. Las principales fuerzas que están impulsando la actual reforma energética tanto en Puerto Rico como en otros países de la región tienen sus raíces […]

Para entender las fuerzas detrás de la llamada reforma energética en Puerto Rico hoy en día, es necesario situarla en el contexto amplio de las contradicciones entre las grandes potencias capitalistas. Las principales fuerzas que están impulsando la actual reforma energética tanto en Puerto Rico como en otros países de la región tienen sus raíces en los conflictos entre los grandes monopolios energéticos a nivel internacional, particularmente los que tienen que ver con el suministro de gas natural a los mercados de Europa y Asia.

Al analizar la producción energética a nivel internacional hoy en día lo que resalta a vista es el emergente papel de EE.UU. como país exportador. Durante los últimos años el aumento de la producción del gas natural en EE.UU. mediante la fracturación hidráulica (fracking) en los yacimientos del esquisto que abundan junto con los avances en la técnica de licuefacción y regasificación han hecho económicamente viable la exportación del gas natural licuado (GNL). Saturada la porción del mercado interno que le corresponde – el carbón sigue siendo la principal fuente de producción energética en EE.UU. con 40 por ciento del total seguido por el gas natural con aproximadamente 30% – el sector del gas natural en EEUU ha emprendido en una campaña a corto plazo de dominar unos mercados externos claves principalmente en el Caribe y Europa occidental. El verdadero premio a largo plazo, sin embargo, sigue siendo los mercados asiáticos. En toda la costa del Golfo se está construyendo una infraestructura de licuefacción y exportación del gas natural para suministrarlo al mercado extranjero. Por ejemplo, los terminales de licuefacción de Sabine Pass en Luisiana y Lavaca Bay en Texas son dos de varios proyectos nuevos o propuestos en la costa del Golfo que se han hecho noticia en los últimos años. En mayo de 2011, la Cheniere fue la primera compañía estadounidense en recibir aprobación para la exportación del gas natural de su terminal en Sabine Pass a países sin tratados de libre comercio (Non Free Trade Agreement countries o non- FTAs). Ha habido una serie de licencias aprobadas para la exportación del gas natural a países no-FTA desde entonces. Las expectativas de enormes ganancias de este auge de exportaciones de gas natural estadounidense ha dado lugar a un alto grado de especulación financiera que está impulsando tanto la construcción de la infraestructura necesaria como el nuevo marco legislativo.

En cuanto a Puerto Rico, la propuesta de construir el terminal marítimo de regasificación y el gasoducto (Aguirre Offshore Gasport) para suministrar gas natural a la central de Aguirre por la compañía Excelerate Energy, compañía estadounidense con sede en Texas, sigue en pie a pesar de varias demoras. El proyecto representa la segunda fase del plan más amplio que comenzó con la construcción de la planta de regasificación y generación energética en Peñuelas por la compañía española Gas Natural Fenosa, el mayor accionista de EcoEléctrica, cuyos suministros de gas natural provienen hasta ahora de Trinidad y Tobago. Es preciso señalar que ha habido negociaciones entre los capitalistas estadounidenses y españoles sobre el cambio al GNL proveniente de Sabine Pass para abastecer la planta en Peñuelas en el futuro.

Son muy reveladoras en esta conexión los esfuerzos para crear la infraestructura comercial internacional necesaria para la exportación de GNL estadounidense, el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión (TTCI). El TTCI excluye a Rusia, hasta ahora el principal suministrador del gas natural a Europa occidental y representa un obvio disparo en la escalada de conflictos económicos entre el capital estadounidense y los oligarcas rusos. Además de desplazar al rival ruso del mercado europeo, Washington también intenta con este tratado reintegrar a Alemania y el resto de Europa a su órbita como respuesta a la creciente alianza entre Moscú y Beijing. Por el momento, la clase dominante alemana parece dividida respecto a cuál de los polos debe aliarse ya que mantiene importantes lazos económicos con ambos.

Tampoco debe perderse de vista la creciente inquietud de Washington ante el reciente acercamiento entre China y Brasil, cuya compañía estatal Petrobras ha sido hasta ahora el principal suministrador de petróleo a las plantas generatrices de energía eléctrica de la AEE en Puerto Rico. Las recientes revelaciones de espionaje llevado a cabo por la NSA de EE.UU. a la presidenta de Brasil y la junta ejecutiva de Petrobras reflejan el grado de preocupación de Washington con el fortalecimiento de lazos entre Brasil y China, tanto en el sector energético como en la finanza.

Lo que todos estos fenómenos representan es la intensificación de la competencia entre los grandes capitalistas a nivel internacional provocada por la prolongada crisis de producción rentable. Ya sea en la producción de energía o en otros sectores claves de la producción industrial (ej. el mineral de hierro) se le hace cada vez más difícil al capital productivo asegurarse de las condiciones de rentabilidad. Para los intereses energéticos de EE.UU. un mercado como el de Puerto Rico cobra una mayor importancia. El que sus competidores internacionales sigan explotando este mercado ya no es aceptable desde la perspectiva del capital estadounidense. Como tal, todos los partidos políticos coloniales han avanzado un proyecto de reforma energética.

El debate público sobre la reforma energética en Puerto Rico se ha centrado en el alto costo de energía eléctrica además de la solvencia fiscal de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) y la posible privatización de esta corporación pública. Respecto al alto costo de energía eléctrica en Puerto Rico, los factores que contribuyen a este fenómeno tienen sus orígenes históricos en la forma particular en que la colonia está integrada en la economía capitalista mundial, así como la corrupción generalizada de la política partidista.

La AEE es en realidad un monopolio estatal sobre la distribución de energía eléctrica que mantiene actualmente una participación mayoritaria en la producción de la misma. Según sus propias cifras, aproximadamente 68% del total de la producción energética se deriva del combustible a base de petróleo el cual, como señalamos arriba, es suministrado mayormente por la compañía brasileña Petrobras. Actualmente el 15% de la energía eléctrica en Puerto Rico proviene del gas natural que la AEE compra de la compañía EcoEléctrica. Aproximadamente 15% proviene del carbón, la mayoría de la cual se produce en la planta de la compañía estadounidense AES ubicada en Arroyo. Solamente el 2% de la energía producida en la isla, aproximadamente 300 megavatios, proviene de fuentes renovables como la eólica (molinos de viento), solar o las operaciones hidroeléctricas.

Como se ve, la inmensa mayoría de la energía eléctrica producida en Puerto Rico proviene de plantas que son propiedad de la AEE (Costa Sur, Aguirre, San Juan, Palo Seco y Cambalache) cuyas operaciones se basan en tecnología anticuada y dependen de combustible importado que es notoriamente sucio y caro. Por ejemplo, el uso del combustible diesel número 6 ha sido prohibido en muchas áreas residenciales de EEUU mientras que el número 2 es relativamente caro a $3 el galón. (Aunque los datos más recientes muestran una reducción relativa en el precio del petróleo, se ha mantenido entre $85 y $95 por barril durante el segundo trimestre de 2014.) El resultado ha sido tarifas de energía eléctrica en Puerto Rico históricamente altas que al momento son dos veces y media mayor que el promedio en EE.UU.

Lo que muestra este ejemplo, como tantos otros en Puerto Rico, es la forma en que el mercado colonial sirve históricamente para absorber el exceso de capacidad, sea del capital estadounidense o de otros capitalistas internacionales, a precios de monopolio. Es una realidad completamente irracional que tiene sus raíces en la historia del colonialismo del cual los administradores de la colonia han sacado enormes beneficios a través de los años. Los recientes llamados para la reforma por parte de estos mismos administradores coloniales sólo reflejan las nuevas exigencias del capital estadounidense al que sirven lealmente.

De la misma forma, la deuda, en particular la deuda de bonos, sirve como otro medio a través del cual la economía colonial se integra en la economía mundial. En la actualidad, la AEE tiene cerca de $9 mil millones en bonos pendientes. Al igual que el uso prolongado de tecnología anticuada en la producción de energía eléctrica y la excesiva dependencia del petróleo extranjero, esto no es una situación que surgió recientemente. Más bien, es el producto de la historia en la que los administradores coloniales han sido socios cómplices. Es a través de esta deuda que el capital financiero ejerce enorme presión e influencia sobre los servicios públicos y toda la vida de la sociedad puertorriqueña.

En la época del capital financiero una corporación pública como la AEE, al igual que una cooperativa, representa la socialización de los costos de operación de una empresa. Tal como en los casos de una empresa privada, una porción cada vez mayor de la plusvalía extraída durante la actividad productiva termina en manos del capital financiero a través del mecanismo de la deuda. Lo que distingue una corporación pública como la AEE es el papel dual que asume como entidad estatal con respecto al capital financiero: al igual que un capitalista industrial actúa como capataz en la explotación del trabajo y como capitalista comercial desempeña como vendedor de los bienes y servicios al consumidor. La privatización de los servicios públicos típicamente tiene lugar o bien cuando los costos operacionales exceden lo que es aceptable para los tenedores de bonos o nuevas tecnologías revolucionan un campo particular. En estos casos, el capital «privado» es llamado para reducir los costos operacionales o integrar las nuevas tecnologías y así asegurar un buen flujo de la porción de plusvalía que corresponde al interés que perciben los tenedores de bonos.

Este es un punto muy importante de recordar, ya que se oye a menudo de los socialistas en Puerto Rico que hay que «defender» a las corporaciones públicas. Se da la impresión de que estas representan una especie de patrimonio nacional. La realidad sin embargo es que representan una forma particular de organización capitalista que corresponde al históricamente débil desarrollo autónomo del capitalismo en la colonia. La historia del desarrollo capitalista a través del mundo muestra que la explotación del trabajo puede asumir una multitud de formas incluyendo así la participación directa del estado en la extracción de plusvalía. La verdadera lucha de los socialistas, por lo tanto, debe ser por la conquista del poder político por la clase obrera y el fin de las relaciones de producción capitalistas.

La promesa de la energía barata y limpia del gas natural es obviamente una mentira. El exceso de oferta que actualmente explica el bajo costo del gas natural respecto a otros combustibles fósiles con el tiempo desaparecerá con la apertura de nuevos mercados en Europa y Asia. La lógica del mercado entonces llevará a fuertes aumentos en el precio que, invariablemente, se transmitirían a los consumidores finales. Por otro lado, la fracturación hidráulica es una técnica altamente contaminante que se ha relacionado con daños a los acuíferos en las zonas adyacentes a los lugares de perforación, las emisiones tóxicas al aire, migraciones de contaminantes utilizados en la mezcla de agua y aditivos químicos (ej. cloruro de sodio) usados en el proceso a través del suelo, etc. Aunque Puerto Rico no es un lugar donde se realizarán las perforaciones, otro factor importante que afecta tanto los lugares de producción como toda la cadena de distribución son las fugas de metano. El metano es un gas de efecto invernadero que tiene un mayor efecto de calentamiento que el dióxido de carbono (CO2). Por último, en el lado del consumo hay que recordar que la combustión del gas natural para la energía eléctrica también emite CO2 aunque en grado menor que el petróleo (Se estima que se reducen las emisiones de CO2 en 30% en comparación con el petróleo) y por tanto contribuye al calentamiento global a través del efecto invernadero. Como tal, el gas natural no representa una opción energética limpia ni tampoco es una fuente de energía renovable que rompe con la dependencia de Puerto Rico de fuentes extranjeras de energía. Cualquier beneficio a las familias puertorriqueñas en términos de una reducción de costo temporera que pueda traer la conversión al gas natural a gran escala sería una consecuencia incidental de los objetivos principales del capital estadounidense de entrar en los mercados internacionales más grandes como suministrador energético y desplazar a sus rivales.

Puerto Rico necesita una reforma energética. Sin embargo, no del tipo que se está proponiendo demagógicamente ni los administradores coloniales ni las compañías energéticas. Puerto Rico necesita una reforma energética que sea parte de un proyecto más amplio para derrocar las relaciones de producción capitalistas en la colonia basadas en el afán de lucro que llevan a decisiones irracionales y cada vez más destructivas con respecto a los recursos naturales y el medio ambiente. Este tipo de «reforma» sólo puede realizarse enmarcada en una transformación socialista de la sociedad en que la satisfacción de las necesidades humanas racionales y la realización del potencial humano, que son inconcebibles sin una consciente preservación del medio ambiente, constituyen el objetivo de la actividad productiva.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.