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El síndrome del colonialismo interno en Guatemala

Fuentes: Rebelión

A raíz de la valerosa denuncia de fraude electoral que hiciera la indígena Thelma Cabrera (ex candidata presidencial del Movimiento para la Liberación de los Pueblos, MLP) en relación al proceso electoral reciente en Guatemala, diferentes actores sociales y políticos intentaron «descalificarla» o «mofarse» de aquella denuncia inmediata que, ahora, se convierte en una inconveniente […]

A raíz de la valerosa denuncia de fraude electoral que hiciera la indígena Thelma Cabrera (ex candidata presidencial del Movimiento para la Liberación de los Pueblos, MLP) en relación al proceso electoral reciente en Guatemala, diferentes actores sociales y políticos intentaron «descalificarla» o «mofarse» de aquella denuncia inmediata que, ahora, se convierte en una inconveniente verdad irrefutable.

Sergio Beltetón, abogado y asesor del Comité de Unidad Campesina (CUC), respondió en las redes sociales a Cabrera aseverando que su denuncia era «infundada…, que debía respetar las reglas impuestas…». [1]

Siempre en las redes sociales, ante mi comentario a dicha aseveración «irrespetuosa» de Beltetón, Daniel Pascual, Coordinador del CUC, respondió adjetivando y calumniándome con falacias denigrantes contra mi persona, cuyas pruebas aún espero las presente. Pascual ya tiene un proceso penal en su contra por delito de calumnias e injurias iniciada por otro agraviado en Guatemala.

Lo que conozco de Daniel Pascual

En 2012, durante una de las movilizaciones de protesta que realizaban las comunidades en resistencia articuladas en CODECA (Comité de Desarrollo Campesino), en la ciudad de Guatemala, exigiendo la «nacionalización de la energía electricidad», escuché a Daniel en la Radio Emisoras Unidas hablando del problema de la energía eléctrica a nombre de las comunidades en resistencia que exigen la nacionalización. También estaba en dicha emisora el Viceministro de Electricidad de ese entonces. Ambos llamando al diálogo.

En otra oportunidad, ante la comunidad universitaria de San Carlos, le escuché arrancar aplausos con su discurso sobre Estado Plurinacional. Pero, en 2018, en un conversatorio organizado por CODECA, también en la ciudad de Guatemala, Daniel Pascual, a nombre del CUC, se negó a articular esfuerzos concretos para impulsar el proceso de Asamblea Constituyente Popular y Plurinacional para el diseño del Estado Plurinacional. Su argumento fue: «Los hermanos mestizos no lo entenderían lo que es Estado Plurinacional. No es el momento». [2]

En 2016, la organización de Pascual, como parte de la plataforma Wakib’qej, publicó y presentó un informe de consultoría sobre Estado Plurinacional, financiada por el PNUD. [3] Pero, ante los otros indígenas Daniel argumentaba lo que lo Plurinacional es inviable.

En abril pasado, Pascual anduvo por España hablando sobre la realidad de Guatemala, allí, el periódico vasco GARA, le hizo una entrevista en la que el dirigente del CUC, aparte de presentarse como el más perseguido y criminalizado en Guatemala por defender derechos, expresa el discurso de la necesidad del proceso constituyente y la plurinacionalidad. Pero, cuando le preguntan sobre las organizaciones indígenas anti extractivistas en Guatemala, su respuesta fue: existen, pero no tienen ninguna posibilidad. «Algunos plantean nacionalizar la electricidad, el agua, los minerales, el petróleo, pero no tienen ninguna posibilidad», fue la respuesta cerrada del dirigente. [4]

¿Acaso a Daniel no se le escuchó hablando del problema de electricidad en Guatemala? ¿Acaso no fue Daniel uno de los organizadores de la Marcha por el Agua en 2016, en Guatemala? [5] ¿Será sólo estrategia discursiva, según su auditorio circunstancial? ¿O será que no cree en las efervescentes luchas indígenas y campesinas antineoliberales?

Un síndrome de la colonialidad

Cuando los europeos subyugaron a nuestros abuelos, y se apropiaron de nuestros bienes, algunos de los sobrevivientes de las jerarquías indígenas se constituyeron en «eficaces» autoridades al servicio de los invasores, en detrimento de la vida y derechos de los suyos.

Dichas autoridades indígenas (cabezas de capules, se los denominada en la Capitanía de Guatemala), para mantener los «privilegios degradados», estaban condenados a «desear y amar», el estilo de vida de su verdugo colonizador, e infligir la mayor severidad posible con los suyos, con tal de mantener el orden de la dominación colonial, y así agradar a su verdugo.

Esta condición de colonialidad, durante la colonia europea y durante la colonia interna de la República vigente, configuró las estructuras psicológicas y espirituales de muchos indígenas colonizados. Al grado que, ahora, la enfermedad del «indio oportunista» [6] es un mal endémico que florece en nuestros pueblos, muchas veces encubierto por el folclorismo o victimismo culturalista.

El síndrome del «indio oportunista» hace del indígena (que padece este mal) un vil «embustero» que miente a los suyos (para mantenerlos desmovilizados/agachados) y a sus patrones (para arrancarle financiamiento y mantener su desabrido estilo de vida). El embustero jamás permite que los suyos despierten y le den «vuelta a la tortilla». Si ocurriese esto, se le acabaría el discurso lastimero y el «confort» que le reditúa ello. El indio oportunista tiene pensamiento y actitud «araña», trepa incluso sobre las cenizas de los suyos.

El «indio oportunista» (producto de su falsa conciencia) no admite que otros indígenas hablen por sí mismos. Se asume como la única voz cualificada para decir la «verdad» sobre los indígenas. Especialmente si son eventos internacionales (a donde le gusta frecuentar). En estos espacios, su verba es lastimera y melancólica para activar conmiseración y solidaridad. Pero, con los suyos es déspota y cortante.

Dice ser apolítico (sin partido político), aunque siempre «votará» por el patrón. Si los suyos se organizan políticamente, los descalifica como «radicales».

En los eventos o salones de cocteles internacionales (a donde le gusta frecuentar) regularmente lleva alguna indumentaria indígena que en la vida cotidiana no usa. Hace saludos cortos en un idioma indígena que no suele hablar. Reitera solidaridad con los pueblos de embajadas extranjeras, aunque ante las desgracias de los suyos es silente y ausente.

El indígena que padece este mal, sin empacho, puede desayunar con representantes de gobiernos de izquierda, almorzar con etnofágicos representantes de gobiernos neoliberales, y cenar (sin cargo de conciencia) con sus «representados» en algún hotel de la ciudad.

Notas:

[1] Véase, https://www.facebook.com/sergio.belteton.1/posts/10210895667385954?comment_id=10210896019554758&reply_comment_id=10210923245235383&notif_id=1561176609531592&notif_t=feed_comment_reply&ref=notif

[2] Véase, https://www.servindi.org/actualidad/12/09/2018/el-delirante-oportunismo-indigenista

[3] Véase, https://www.undp.org/content/dam/guatemala/docs/publications/undp_gt_iximulew.pdf

[4] Véase, https://www.naiz.eus/es/hemeroteca/gara/editions/2019-05-02/hemeroteca_articles/las-elites-buscan-un-gobierno-que-asegure-la-corrupcion-y-la-impunidad

[5] Véase, https://lahora.gt/marcha-agua-recorre-la-capital-dia-la-tierra/

[6] Véase, http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/2059-el-indio-oportunista

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.