Al llegar la hora definitiva de la independencia y la integración de América Latina y el Caribe, con la trascendental fundación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), al igual que Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, muchos ciudadanos de las Antillas pusieron su reflexión en el Puerto Rico colonizado y asociado a los […]
Al llegar la hora definitiva de la independencia y la integración de América Latina y el Caribe, con la trascendental fundación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), al igual que Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, muchos ciudadanos de las Antillas pusieron su reflexión en el Puerto Rico colonizado y asociado a los Estados Unidos.
El recuerdo solidario de Ortega de que un pueblo estaba sin representación, ausente en la cumbre fundacional de la CELAC, también reivindicó más de dos siglos de lucha y esperanzas de los latinoamericanos y caribeños, como esbozó el presidente cubano Raúl Castro Ruz. En su aldabonazo, Ortega redimió la prédica del Héroe Nacional de Cuba, José Martí, y la continuidad del pensamiento libertario de Simón Bolívar, cuando concibieron inconclusa la gesta libertaria de «Nuestra América» sin la independencia de Cuba, Puerto Rico y de las Antillas, en su conjunto. Un proyecto de emancipación que, en los casos particulares de Cuba y Puerto Rico, fue saboteado y obstaculizado por los Estados Unidos, desde la misma época de Bolívar.
Así quedó manifiesto en el artículo: «El tercer año del Partido Revolucionario Cubano», publicado en el periódico Patria, en Nueva York, el 17 de abril de 1894, en el que Martí evocó sus profundas ideas sobre Cuba y Puerto Rico con la siguiente proyección: «Convencido de que la independencia de Cuba y Puerto Rico no es sólo el medio único de asegurar el bienestar decoroso del hombre libre en el trato justo a los habitantes de ambas islas, sino el suceso histórico indispensable para salvar la independencia amenazada de las Antillas libres, la independencia amenazada de la América libre, y la dignidad de la República norteamericana. ¡Los flojos, respeten: los grandes, adelante! Esta es tarea de grandes».
Y Martí lo escribió con esa claridad en el periódico Patria, porque en su primer editorial, el 14 de marzo de 1892, ya había expuesto con énfasis su pensamiento y programa revolucionarios al advertir que: «Nace este periódico, por la voluntad y con los recursos de los cubanos y puertorriqueños independientes de Nueva York, para contribuir sin descanso, a la organización de los hombres libres de Cuba y Puerto Rico…», para juntar y amar», para trabajar por la libertad de ambos pueblos».
En el ideario antiimperialista y latinoamericanista de Martí encontramos la importancia de las Antillas para la independencia y soberanía de los países de la región. Debe recordarse que en vísperas de su muerte le confió en una carta a su amigo Manuel Mercado que: «Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber -puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso».
Pero, a pesar de tantos esfuerzos y sacrificios, en el siglo XX, el imperialismo norteamericano alcanzó sus objetivos geopolíticos y económicos en las Antillas, convirtió a Puerto Rico en su colonia e impuso su dominación en el Caribe. Como Martí y Fidel, la evocación de Puerto Rico por Daniel Ortega, en la Cumbre de la CELAC, nos lleva de la mano a la convicción de que la libertad plena de las Antillas – Mayores y Menores- preservaría hacia el futuro la independencia de América Latina. Aquí radica la importancia estratégica de un Puerto Rico verdaderamente libre y sin la tutela de los Estados Unidos, así como el avance de la Revolución cubana en el siglo XXI.
Sabiendo que los desafíos para la CELAC serán enormes, porque se trata en términos martianos de una tarea de grandes hacia adelante y a respetar por los flojos, los progresistas latinoamericanos y caribeños celebramos el nacimiento del nuevo mecanismo integracionista en correspondencia con su indudable contribución al necesario equilibrio político de las Américas y el mundo. Desde ahora, podemos decir que la CELAC es un freno a las políticas hegemónicas de los Estados Unidos y sus aliados europeos. Símbolos de una civilización en crisis económica, política y social, con síntomas de decadencia y descomposición, lo cual Martí avizoró, como resultado forzoso de la inevitable expansión más allá de sus fronteras nacionales.
En los prometedores tiempos que se abren, para América Latina y el Caribe, la creación de la CELAC deberá ser un foro propicio para debatir la incorporación de los intereses del hermano pueblo de Puerto Rico al concierto de naciones de la «América Nuestra».
Las valientes y preclaras palabras de Daniel Ortega nos hacen enaltecer los hermosos versos de «La Borinqueña», todavía vigentes para Puerto Rico y otros pueblos semiindependientes de la región:
«No más esclavos
Queremos ser,
Nuestras cadenas
Se han de romper».
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