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Perú

La revista Amauta

Fuentes: Rebelión

Jorge Basadre subraya que la revista Amauta «cuestionó y teorizó a profundidad sobre los problemas de la sociedad peruana». Y es que fue una decisiva herramienta para la formación de una verdadera y auténtica conciencia nacional. Genaro Carnero Checa, por su parte, distinguió tres etapas en esta importante publicación. La primera, corresponde a los 16 […]

Jorge Basadre subraya que la revista Amauta «cuestionó y teorizó a profundidad sobre los problemas de la sociedad peruana». Y es que fue una decisiva herramienta para la formación de una verdadera y auténtica conciencia nacional. Genaro Carnero Checa, por su parte, distinguió tres etapas en esta importante publicación. La primera, corresponde a los 16 números iniciales de la revista, publicados entre septiembre de 1926 y el mismo mes de 1928. La segunda se inicia con el número 17 y su polémica y precisa adhesión al socialismo Y la tercera, en realidad, ya no le corresponde al Amauta por cuanto se publicó -por poco tiempo- después de su deceso, ocurrido en abril de 1930.

En su editorial de inicio -en 1926- José Carlos Mariátegui afirma que Amauta busca ser «la voz de un movimiento y de una generación», editada con el firme propósito de ayudar «a conocernos mejor nosotros mismos». «No hace falta declarar expresamente que Amauta no es una tribuna libre, abierta a todos los vientos del espíritu. Los que fundamos esta revista no concebimos una cultura y un arte agnósticos. Nos sentimos una fuerza beligerante. Polémica. No le hacemos ninguna concesión al criterio generalmente falaz, de la tolerancia de las ideas. Para nosotros, hay ideas buenas e ideas malas

Como una confirmación de la existencia de «ideas malas», este periodo se vio afectado por la abrupta represión que generó la detención de Mariátegui y la clausura de la revista, en junio de 1927 cuando en su edición N. 9 dedicó sus páginas a analizar el tema del imperialismo. La publicación quedó en receso hasta diciembre de ese año. Al volver a luz, lo hizo con un editorial titulado «Segundo acto», en el que reafirmaba, muy modestamente, su misma voluntad de lucha: «El trabajo intelectual, cuando no es metafísico sino dialéctico, vale decir histórico, tiene sus riesgos».

La segunda etapa de Amauta -la del número 17- coincidió con su segundo aniversario, y se inició en septiembre del 28 con un editorial titulado «Aniversario y balance». En él, precisó el rumbo más definido de la publicación: «Amauta no es una diversión ni un juego de intelectuales puros; profesa una idea histórica, confiesa una fe activa y multitudinaria. Obedece a un movimiento social contemporáneo. En la lucha entre dos sistemas, entre dos ideas, no se nos ocurre sentirnos espectadores. No inventar un tercer término. La originalidad a ultranza, es una preocupación literaria y anárquica. En nuestra bandera, inscribimos ésta sola, sencilla y grande palabra: socialismo».

Cada una de las ediciones de Amauta da una idea del sentido universal y aun ecuménico de las concepciones de Mariátegui, su verdadera identidad internacionalista capaz, al mismo tiempo, de absorber todas las facetas de la vida humana. Reflejó siempre un universo de temas, de artículos, notas y pinturas vinculadas a ideología, política, educación, historia, arte, cultura y otros aspectos estrechamente relacionados con el pensamiento. Un mosaico expresivo de las inquietudes y motivaciones de Mariátegui, un genuino marxista en proceso de realización.

Los números siguientes -30, 31 y 32, que corresponden a su tercera época- salieron ya bajo la responsabilidad de Ricardo Martínez de la Torre, esforzado colaborador de Mariátegui que sin embargo no pudo vencer las dificultades políticas y materiales del periodo. De inicio a fin, sin embargo, Amauta fue una muy valiosa herramienta de lucha por la afirmación de ideas nuevas, por la búsqueda de alterativas destinadas a concretar el ideal socialista. Una piedra de toque, también, para distinguir lo bueno de lo malo en el escenario político y social de nuestra patria.

Es curioso. Precisamente en su editorial de septiembre del 28, Mariátegui afirma que la historia, es duración. «No vale el grito aislado, por muy largo que sea su eco; vale la prédica constante, continua, persistente» . Era, quizá, un modo de afirmar que su mensaje resultaría perdurable, que se proyectaría en la historia. Y así fue. Después de más de 90 años de su aparición en el horizonte nacional, sigue tocando las fibras del corazón peruano y despertando su aún conciencia aletargada.

Lo confirma el éxito de la exposición «Redes de Vanguardia: Amauta y América Latina. 1926 y 1930» que aún presenta el Museo de Arte de Lima -el Mali- en su sede institucional del Paso Colón, y que pronto llegara a su fin. La muestra se dio a conocer recientemente en Madrid, en el Museo Reina Sofía y alcanzó singular relieve, Buenos Aires, Santiago de Chile y La Habana han tenido recientemente la posibilidad de observar exposiciones y muestras del mismo signo. Todas ellas confirman el aserto mariateguiano que alude a la única importancia histórica: la duración.

Como lo señalan los auspiciadores de la muestra, «Mientras muchas ediciones vanguardistas fueron efímeras, o se asociaron a una única idea o movimiento, Amauta se consolidó como uno de los proyectos más sostenidos del periodo y como una de la revistas más influyentes del siglo XX». Esta influencia, sin duda, se proyecta en el nuevo siglo en el que la vida confirma la vitalidad de su mensaje.

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