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Costa Rica

Las ratas políticas

Fuentes: ElPaís.cr

Una noticia sumamente graciosa, además de alarmante, apareció el 27 de Agosto en los medios internacionales. Y se refería a que los empleados de los tribunales del fuero laboral y previsional de la ciudad de Buenos Aires iniciaron una huelga de 24 horas en protesta por la invasión de ratas que afecta a sus dependencias. […]

Una noticia sumamente graciosa, además de alarmante, apareció el 27 de Agosto en los medios internacionales. Y se refería a que los empleados de los tribunales del fuero laboral y previsional de la ciudad de Buenos Aires iniciaron una huelga de 24 horas en protesta por la invasión de ratas que afecta a sus dependencias. Aunque el título de la noticia era Huelga en los tribunales de Buenos Aires por una invasión de ratas. Yo, interesadísimo, leí de inmediato la noticia pensando que se referiría a las «ratas» que acá conocemos, pero no, eran ratas de verdad. Al punto de que venía una declaración en los siguientes términos: «Este edifico fue invadido por las ratas desde la semana pasada. Todos los incidentes fueron en los juzgados laborales, aparecieron ratas, aparecieron excremento de ratas y orín de rata, lo que generaba mucho olor», denunció el líder del sindicato de trabajadores judiciales.

Ello me llevó a pensar en varios tipos de ratas que tenemos, no solamente en nuestro Poder Judicial, sino también en los poderes Legislativo y Ejecutivo, (y no me refiero a las ratas que son dueñas del edificio del antiguo Colegio Sion, que utiliza la Asamblea legislativa, el cual condenó el Ministerio de Salud, hace ya tiempo), sino a ratas de dos patas, como dice la canción vulgarísima que estuvo de moda hace ya rato.

Esto de las ratas tiene su sentido más profundo. Transcurrida toda una generación, la que construyó la Costa Rica que disfrutamos durante mucho tiempo y que los neoliberales se han empeñado en destruir, y en marcha otras, beneficiarias de la labor totalmente positiva de los viejos políticos, cuyas posibilidades de estudios fueron excepcionales y sólo contaron con la buena voluntad de heredar a sus descendientes algo mejor que lo que ellos disfrutaron, nos encontramos que los nuevos dirigentes políticos, ampliamente preparados con títulos universitarios, se han convertido en dirigentes públicos que dan rienda suelta a sus intereses personales y a sus ambiciones equivocadas de acumular riquezas, mediante la generosidad de un erario que se antoja cómplice en esta insana y desequilibrada tarea de vivir con los recursos de los demás. O sea, ratas.

Un comentarista Dominicano escribió lo siguiente, que se podría aplicar acá bastante bien: las ratas de mi país viven hambrientas, no pierden la oportunidad de comer cualquier cosa que aparezca, no importa dónde, ellas simplemente aprovechan todo. No importa si llueve, si hace calor, frio, si los niños no van a la escuela, si no hay fuentes de empleos, que si los niños de nuestro país desayunan o andan desnudos, eso no les importa. Lo único que a estos roedores de mi país les importa es comer, darse banquetes y despilfarrar toda la comida que encuentren a su paso.

Los múridos de mi país son: horribles, gordos, de dientes siniestros, de mirada cruel e indolente, no sienten remordimiento de nada porque tienen a Dios, (según ellos) y son muy católicos, siempre van a misa. Estos roedores son tan inteligentes que han puesto todas las reglas a su favor y para ellos no existe justicia, solo existen manjares, resorts, cruceros, yates, casas con piscinas, autos de lujos, apartamentos costosos, viajes a destinos turísticos de prestigio; pero solo para ellos y su progenie, única y exclusivamente.

Como dice el horóscopo chino, allí donde hay vida, hay ratas. Estos animalitos se encuentran en los lugares más insospechados. En las cocinas, claro, donde se preparan los banquetes, en los mercados, en las alcantarillas, en los edificios en construcción, en los barcos, en los trenes de mercancías, donde quiera que hay una aventura humana que pide ser vivida, allí se encuentra una rata que acepta el desafío. Descripción que encaja bastante bien con lo de ratas políticas.

Su extrema movilidad, su entusiasmo y fe en las cosas, hace que parezcan fuertes cuando se les conoce superficialmente, pero en realidad son seres vulnerables y lo son porque son incapaces de echar raíces en ningún sitio. Pasan por las cosas haciéndonos creer que su relación con ellas las transforma encendiéndolas, dignificándolas y haciéndolas posibles con su entusiasmo y su aliento creador, pero que no se cuente con ellos para consolidarlas. Esta es la característica más frecuente de las ratas políticas, pasan por los cargos de un gobierno a otro, pero no consolidan nada.

Las ratas políticas cuando se encuentran en un edificio (instituciones) sólidamente estructurado, lo único que saben hacer es roerlo y así destruirlo. Las ratas tienen mala fama en Oriente porque destruyen el inmovilismo, la inercia que tanto las complace, y los astrólogos chinos ven en ellas esa agresividad y esa inquietud que amenaza la paz de su mundo. Pero el político rata occidental es muy distinto, ya que su agresividad sirve para remover las estructuras y propiciar los cambios necesarios, eso sí, siempre a favor de pequeños grupos hambrientos.

Una de las bases del Liberalismo económico clásico, formulada por Adam Smith, fue la idea de «la mano invisible» que gobernaba y equilibraba los movimientos de los mercados libres. Una idea que sobrevivió a muchas otras teorías de Smith y sus sucesores, no tan cercanas a los libertarios actuales, para convertirse en el eje de una especulación financiera que vive muy cómoda fuera de control alguno. Porque sólo fuera del control puedes especular, chantajear, amenazar, arruinar, favorecer interesadamente y sobre todo lucrar más allá del bien y del mal. En los últimos tiempos nos estamos dando cuenta de que la formulación de la teoría no es del todo ajustada. No hay, en realidad, una mano invisible, sino una rata invisible, una rata que reina rodeada de esbirros más visibles pero no menos ratas que adoptan la forma de grandes corporaciones financieras, partidos políticos, organizaciones dedicadas a las extrañas labores de fabricar estadísticas y estudios que les justifique sus «raterías».

A las plagas de ratas, que es lo que tenemos, se les extermina. Y la única forma de exterminar la «raterías» que conocemos es votando en las próximas elecciones por aquellos que no vienen con el tufo de la alcantarilla, de la cloaca donde moran los de siempre. Los que se alimentan y enriquecen a costa del erario público, sin beneficio alguno para el pueblo.

Acabamos de presenciar, dentro de las convenciones de los partidos políticos, viejos y nuevos, las dentelladas que se pegaban unas ratas a las otras para aparecer en las listas de candidatos en los primeros lugares de la lista de aspirantes a diputado. Escenas tristes, avergonzadoras, pero que los ciudadanos comunes y corrientes como Usted y yo, que no aspiramos a nada más que los gobernantes cumplan con sus obligaciones con honestidad y decencia, vemos con tristeza y cierto asco para ir dilucidando a quién hemos de dar nuestro voto en las próximas elecciones.

En las cloacas de la política criolla todo es posible, y no representa ningún consuelo el saber que en otros países, como Nicaragua o Panamá, las cosas están peor. Nosotros no vivimos de lo que hagan o dejen de hacer allá, sino de la decencia e inteligencia con que solucionemos nuestros problemas de acá.

Fuente: http://www.elpais.cr/frontend/noticia_detalle/3/86268