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La pesadilla de los migrantes centroamericanos en suelo mexicano

Migrantes centroamericanos: entre la supervivencia y la tortura

Fuentes: The Narco News Bulletin

La travesía que los migrantes centroamericanos tienen que hacer para sobrevivir por la falta de trabajo en su país, involucra el forzoso infierno mexicano en su camino a los Estados Unidos. Y es que las autoridades mexicanas-migración y policía-hacen todo lo posible para atormentar a los ciudadanos centroamericanos e impedir que puedan lograr llegar a […]

La travesía que los migrantes centroamericanos tienen que hacer para sobrevivir por la falta de trabajo en su país, involucra el forzoso infierno mexicano en su camino a los Estados Unidos. Y es que las autoridades mexicanas-migración y policía-hacen todo lo posible para atormentar a los ciudadanos centroamericanos e impedir que puedan lograr llegar a la frontera norte mexicana.

Este mes Mercedes Osuna, organizadora en tierras chiapanecas, acompaño a un equipo de periodistas italianos en uno de los tramos más peligrosos para los migrantes centroamericanos. Un recorrido lleno de trampas gubernamentales para desistir a los migrantes de su objetivo: encontrar un trabajo para poder subsistir en tierras norteamericanas.

El recorrido partió del lado guatemalteco de la frontera natural del Río Suchiate. El primer punto por el que los migrantes centroamericanos deben pasar previo a su entrada a territorio mexicano es el cruce de ese caudoloso río. Entre la ciudad de Tecún Uman, Guatemala y Ciudad Hidalgo, México, los migrantes tienen que cruzar a través de balsas que les cobran 100 dólares estadunidenses para poder hacerlo, a diferencia de los pobladores de Tecún Uman a los que se les cobra 10 Quetzales y que cruzan para comprar víveres en territorio mexicano. Las balsas o llantas de tractor atadas a tres tablas de madera son su conductor a tierras mexicanas. El control de las balsas forma parte de toda una red organizada controlada por ciudadanos guatemaltecos y mexicanos ligados con autoridades de ambos países que les deja jugosas ganancias.

Antes de cruzar a suelo mexicano, del lado guatemalteco se hallaba un numeroso grupo de migrantes reunido bajo una carpa de plástico que parecía haber sido parte de una casa de campaña. La mayoría de las personas ahí reunidas dijeron ser de Honduras y que llevaban algunos meses ahí, algunos incluso años. Según lo que dijeron, se encontraban ahí porque del lado mexicano habían sido golpeados y asaltados, y que debido a que ya no tenían más dinero se vieron obligados a regresar a suelo guatemalteco y trabajar en lo que fuera con los balseros.

Del lado mexicano, los migrantes tienen la posibilidad de acudir a la Casa del Migrante en Tapachula para poder obtener alimentos y alojo. Sin embargo, solo se les permite estar en el lugar por tres días. Si después de ese tiempo no han podido salir de la ciudad, no podrán seguir alojandose en la Casa del Migrante.

El poder salir de Tapachula es un logro en sí en esta amarga travesía. El pasar por el puesto migratorio del Instituto Nacional de Migración mexicano (INM)en las afueras de Tapachula significaría la deportación de suelo mexicano. La mayoría de los migrantes, al tratar de evadirlo, tienen que pasar por un área conocida como «La Arocera», en este punto es donde se concentran la mayor parte de las pandillas conocidas como las «maras» centroamericanas. Sus miembros están integrados tanto por centroamericanos como por chiapanecos. Su presencia en ese lugar es estratégica para aterrorizar a los migrantes que pasán por allí. Las maras, en su condición de total impunidad, atacan frecuentemente a los migrantes para robarlos, amenzarlos, violarlos e incluso asesinarlos. Existe una fuerte colusión entre estas pandillas y las autoridades mexicanas. Durante el recorrido fue frecuente encontrar a maras en las camionetas policiales, en donde se les traslada para rotar a los pandilleros y mantener constantemente la presencia delincuencial en el lugar para aterrorizar así a los migrantes que eligen no arriesgarse a pasar por el control migratorio. El trabajo disuasivo de los maras es fundamental para alejar a los migrantes del lugar. Con frecuencia los atemorizados migrantes tienen que volver a Ciudad Hidalgo para poder así regresar a suelo guatemalteco.

Muchos de los migrantes que no han podido salir de Tapachula, por el temor o la falta de recursos, ha decidido instalarse en los alrededores del basurero municipal de la ciudad. El olor fétido es parte del ambiente del lugar. Aquí, familias enteras trabajan de sol a sol pepenando entre la basura. La gran mayoría de ellos son del departamento de San Marcos, Guatemala. Las edades oscilan entre los 3 o 4 años hasta los 70 años o más. Estos pepenadores reciben un peso por cada kilo de cartón o plástico que logran juntar y que les compran los conductores chiapanecos de camiones apostados a las orillas del lugar. Estas mismas familias viven, comen y trabajan en el lugar. Las condiciones infrahumanas del lugar constantemente les provocan enfermedades, pero es la única oportunidad que tienen para vivir, o sobrevivir. En Guatemala, dicen, no tienen nada, aquí por lo menos pueden juntar 10 pesos al día-si tienen suerte-para comprar un poco de tortillas para la subsistencia. Es esto o nada.

De la ciudad de Tapachula, el siguiente punto será la ciudad de Arriaga en el mismo estado de Chiapas. La distancia entre Tapachula y Arriaga es de 230 kilómetros apróximadamente. Sin embargo, en octubre de 2005, el huracán Stan arrasó con lo que encontró a su paso en Chiapas, Guatemala, y El Salvador. Cinco años después del devastador fenómeno natural sus efectos siguen presentes. Entre la ciudad de Tapachula y Arriaga, diversos puentes del tren conocido como el «tren del migrante», desaparecieron, haciendo imposible el traslado ferroviario para los migrantes. La mayor parte de ellos opta por hacer el recorrido a pie, algunos utilizan el transporte colectivo que en muchas ocasiones los llevará directo a los retenes migratorios. En Arriaga, si tienen suerte, podrán obtener comida y una cama una vez más en la Casa del Migrante, pero nuevamente si después de tres días no han podido tomar el tren, tendrán que salir de la Casa y dormir en las vías del tren, a la intemperie y bajo la constante amenaza de las pandillas, de los policías y de las autoridades migratorias.

De acuerdo con entrevistas proporcionadas por migrantes en la zona, el mismo Grupo Beta, del Instituto Nacional de Migración, al igual que los maras y polleros, extorsiona, roba y golpea a los migrantes. Todos reciben una tajada del pastel migratorio.

En Ciudad Hidalgo, así como en otras partes del trayecto, existen grupos de polleros coludidos con agentes migratorios que secuestran migrantes. Los secuestradores llaman a las familias de los migrantes exigiendo depositarles dinero a cambio de la libertad de sus familiares secuestrados, mintiéndoles que están a punto de pasar la frontera a los Estados Unidos. La ilusión de alcanzar tierras estadunidenses hace que muchos migrantes confién en los polleros que supuestamente los llevarán desde Ciudad Hidalgo hasta la frontera norte. Sin embargo, muchos son llevados a casas de seguridad en el mismo estado chiapaneco para extorsionar a las familias.

Juan tiene 17 años, es de Honduras, salió de su tierra hace 10 días a probar suerte en los Estados Unidos. No tiene nada que perder, sus padres murieron cuando era niño, no estudia, y nunca encontró trabajo. Su hermana lo cuidó pero es momento de responsabilizarse de sí mismo. Su destino: los Estados Unidos, desde donde espera mandarle un poco de dinero a su hermana y juntar algo para poder sobrevivir. Aún no está seguro de poder llegar al punto final, pues teme por la violencia de las maras y de la migración mexicana.

Esta es solo la travesía que los migrantes tienen que hacer en el estado de Chiapas, a partir de Arriaga, deberán partir para Ixtepec, Oaxaca, y de ahí el tren los dejará en el Estado de México, desde donde deberán elegir entre la ruta del Pacífico y la del Golfo, ambas controladas por una red de polleros y del crimen organizado, que junto con el INM hará que sea un viaje difícil de olvidar.

El paso de los migrantes por México es obligado en su ruta hacia los Estados Unidos. La política antimigratoria de ese país ha provocado la criminalización de los migrantes centroamericanos que pasan por México en el intento por detener este flujo. Si para los migrantes mexicanos cada vez es más difícil lograr llegar a los Estados Unidos, para los migrantes centroamericanos requiere de un esfuerzo doble, en donde muchas veces el paso por México resulta más tortuoso y peligroso que en la Unión Americana.

Fuente: http://www.narconews.com/Issue67/articulo4218.html