Desde el 1 de julio de 2009 cuando el señor Ricardo Martinelli Berrocal entró a las oficinas del Palacio de las Garzas, como se le conoce a la casa presidencial panameña, echó al cesto de la basura sus promesas proselitista e inició un gobierno fascista, inadvertido al principio por la población sumida en el letargo […]
Desde el 1 de julio de 2009 cuando el señor Ricardo Martinelli Berrocal entró a las oficinas del Palacio de las Garzas, como se le conoce a la casa presidencial panameña, echó al cesto de la basura sus promesas proselitista e inició un gobierno fascista, inadvertido al principio por la población sumida en el letargo de una campaña electoral que le ofrecía el inició de un nuevo Panamá que dejaba atrás la pobreza y la marginalización social, el enjuiciamiento y encarcelación de los políticos corruptos que entraban pobres al gobierno y salían millonarios, que se podía meter las patas en la gestión pública, pero jamás las manos en el tesoro nacional, que su gobierno iba a ser de puertas abiertas con una gestión cercana a las comunidades más necesitadas. Pocos advertimos el peligro que se apoderaba del país. Pero empezó a hacer justo lo contrario. Jamás, en nuestra historia republicana hemos tenido un gobierno tal rapaz e incapaz como el actual. Se jacta diciendo que tenemos un crecimiento económico privilegiado, pero esconde en los proyectos «lleve en mano» la estratosférica deuda externa que ha sobrepasado cualquier limite racional de pago, lo que deja a la población completamente desnuda ante las exigencias de las instituciones financieras internacionales, capaces de aplicarnos las mismas medidas que intentaron en Islandia de que cada ciudadano pagara 100 euros por mes o en Chipre, que se descuente de las cuentas de ahorro individuales una suma de dinero porcentual. Eso no le interesa al presidente-empresario. Su meta es la fortuna y el poder.
Pero ya su gobierno colapsó a poco más de un año de finalizar. Todos los grupos sociales del país están inconformes. La represión se ha generalizado. Escasea el agua potable en varias comunidades, la basura se acumula en las calles por días, los gases tóxicos sobre la ciudad de Panamá y los mosquitos, vectores de infecciones, están deteriorando la salud pública; el tan prometido nuevo trasporte ha resultado un caos, con aumento de los índices de estrés de la población; los brotes de bacterias nosocomiales en los hospitales continúan en acenso; el agro, que fue una de las firmezas de su campaña, está completamente descuidado, predominando su interés como mercader intermediario en su cadena de supermercados que apuesta a la importación de alimentos que en estimular la producción nacional; las denuncias de corrupción internas e internacionales, no cesan; el costo de la canasta básica se ha disparado a cifras inaccesibles; acaba de elevar de categoría administrativa a la Dirección General de Ingreso, la Gestapo de su gobierno para asegurar una mayor intervención en las empresas nacionales; los homicidios, robos y violaciones son el pan de todos los días; los grupos originarios y campesinos están en pie de guerra por la insistencia en la instalación de hidroeléctricas, y una gran etcétera. Pero el presidente no ve está realidad, él vive dentro de la suya.
No quisiera ser pesimista, pero nuestro futuro no es halagador. En cuanto a las próximas elecciones de mayo de 2014, Ricardo Martinelli Berrocal las tiene controladas. Los candidatos o precandidatos con opción están bajo su férula de influencia. Por otra parte, el ejército se está preparando. Las protestas sociales van a continuar con la estimulación gubernamental, y van a llegar al nivel de la represión premeditada, como ya lo he anunciado, lo que le va a permitir al Presidente convocar a la Corte Suprema de Justicia que controla y a la Asamblea Nacional, que también controla, para suspender las elecciones y perpetuarlo en el poder. Volveremos a vivir un estado de sitio similar al que se inicio en octubre del 1968 cuando los militares dieron el golpe de Estado. Todo esto, por supuesto, con el visto bueno de los Estado Unidos, quienes esperan que el actual mandatario les devuelva el Canal una vez finalice la ampliación. Ese es el acuerdo. Por eso, urge la creación de un grupo no electoral que centre sus acciones en el llamamiento de una asamblea constituyente originaria, incluyente y participativa. Todas aquellas personas que participan en las próximas elecciones ya se descalificaron para integrar este grupo por incorporarse a las reglas de juego de este proceso antidemocrático. La gente decente debe salir de sus hogares para impedir el colapso del país.
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