Las gigantescas expectativas creadas acerca de la VI Cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) tienen su razón de ser. El encuentro constituye un evento político de absoluta centralidad internacional. La transición geopolítica acelera su curso hacia un mundo multipolar. El grupo BRICS ha dejado de ser un conjunto de siglas para […]
Las gigantescas expectativas creadas acerca de la VI Cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) tienen su razón de ser. El encuentro constituye un evento político de absoluta centralidad internacional. La transición geopolítica acelera su curso hacia un mundo multipolar. El grupo BRICS ha dejado de ser un conjunto de siglas para erigirse en el nuevo espacio geoeconómico que ha puesto el mapamundi patas arriba. Los acuerdos de Bretton Woods, nacidos pos Segunda Guerra Mundial con el afán de organizar la casa mundial capitalista, sienten de cerca el aliento de este conjunto de países que han decidido no continuar acatando la totalidad de las reglas del juego destinada a garantizar, solidificar y potenciar la hegemonía económica de Estados Unidos.
Los BRICS fijan fecha de caducidad al modelo económico de pensamiento único, que tiene su fiel reflejo en el dólar como moneda monopólica en las relaciones económicas internacionales, o en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial como instituciones financieras con licencia para amedrentar. Hay cada vez más evidencias que revelan cómo el dominio de Estados Unidos ejercido sobre su periferia ya no es el que era. La periferia de primera clase -llámese Unión Europea o Japón- aún sigue bien atada a los dictámenes de su Norte. Sin embargo, otra buena parte del resto de la periferia -se llame semiperiferia o periferia a secas- ha iniciado un proceso de no retorno persiguiendo el objetivo de reequilibrar el orden económico internacional desde la articulación de nuevos espacios económicos alternativos.
Muchos países han venido progresivamente desamericanizando sus economías mediante una política de acumulación de reservas más diversificada en divisas o realizando transacciones comerciales sin necesidad de transitar por el dólar. Entre esta periferia emergida, que no emergente, están algunos de los países económicamente más notables, los BRICS, que ahora consideran oportuno reunirse en Fortaleza (Brasil) para hacerse una foto que asusta al poder hegemónico.
Los BRICS dan un paso decidido al frente con la creación del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) y el Fondo de Reservas (FR). Esta nueva arquitectura financiera internacional tiene consecuencias positivas para un orden económico mejor distribuido porque sustituye el único polo hegemónico -con sus satélites de primera clase y sus respectivas categorías periféricas- por una nueva multipolaridad con renovados dispositivos de coordinación contrahegemónicos. El NBD elimina definitivamente la exclusividad del FMI para repartir ayuda financiera a cambio de endeudamiento social.
Además, el NBD podría convertirse en un valioso acicate a favor de un nuevo paradigma de ayuda financiera al desarrollo si ésta se realizara a través de mecanismos más equitativos, con miras en el desarrollo productivo, respetando criterios de justicia social y priorizando la humanización de la economía. Por su parte, el FR también podría favorecer a la soberanía de los pueblos si éste pone su intencionalidad en evitar ataques especulativos contra monedas nacionales, o sirviendo como herramienta de compensación por desequilibrios externos o internos que impliquen necesidades de divisas.
Son buenas noticias las que vienen de este encuentro de gigantes emergidos que resuelven materializar alternativas concretas al orden económico establecido. El mundo multipolar es siempre bienvenido frente a cualquier imposición unipolar. Sin embargo, esta suerte de génesis de Consenso de Fortaleza entra en una relación dialéctica con el proceso de emancipación que se viene fraguando en muchos países de América Latina. ¿En qué lugar queda la iniciativa del Banco del Sur frente al BND? ¿Cómo compatibilizará Brasil tener un pie en los BRICS y otro en Mercosur/Unasur/CELAC? ¿Cuál es la relación entre el deseado arbitraje regional de Unasur ante futuros tratados constitutivos en materia de inversiones-BRICS? ¿Qué marco de integración se acabará imponiendo? ¿Aquel de la complementariedad-solidaridad u otro anclado en el dogma chino ganar-ganar (sin aclararse quién gana cuánto)?¿Están en riesgo las pequeñas-medianas empresas y las grannacionales frente a las transnacionales con casa matriz en cualquier país BRICS? ¿Es compatible la democratización económica si los BRICS llegan a reconcentrar el poder económico en otro polo económico?
Estas son todas cuestiones que no tienen por objeto eclipsar la repercusión positiva de esta cita histórica de los BRICS en el nuevo orden geoeconómico mundial, aunque sí pretenden poner una pizca de mesura. Cualquier lectura apresurada y triunfalista sin matices podría impedir calibrar las consecuencias de este significativo acontecimiento para América Latina. El cambio de época de la región justamente se ha venido edificando sobre un sentido común bolivariano que ha permitido estimular la creación de un gran polo económico-político-social más emancipado. La proliferación de instituciones supranacionales propias son un buen ejemplo de ello.
La búsqueda de soberanía nacional para muchos países en América Latina ha venido de la mano de una inserción bolivariana que no ha de ser exactamente la misma que se reclame desde la inserción bricsiana. Esta tensión constituye un nuevo campo en disputa política y económica para los próximos años. La clave será en adelante construir una relación virtuosa capaz de aprovechar este viento a favor gracias a los BRICS evitando que éste acabe fagocitando el proceso de cambio regional que venía produciéndose. Se abre al futuro un mejor y nuevo escenario geopolítico que exige a la vez rediscutir y actualizar tácticamente la nueva política económica interior-exterior con el afán de no perder jamás el horizonte estratégico trazado desde el Sur, sorteando así cualquier posibilidad de caer en las redes seductoras de cualquier Otro Norte si éste se produjera.
Más que nunca, es momento para que América Latina latinoamericanice virtuosamente la necesaria relación con los BRICS, pero de tú a tú, sin sentimiento de inferioridad, con soberanía y sin neodependentismo; y sin renunciar a un horizonte irreversible posneoliberal o poscapitalista según sea aquello que cada mayoría popular elija. Como dice aquel proverbio chino -nunca mejor dicho-, el fuego es básico para cocinar pero también puede acabar quemando una cocina. Así que no queda otra; para América Latina es turno de identificar finalmente la relación más simbiótica posible con los BRICS para evitar el parasitismo histórico del coloniaje. Tal como diría Chávez, es hora de otro salto adelante según las ventajosas circunstancias históricas que se avecinan; porque, por el contrario, permanecer inmóviles significaría que el sentido de la transformación latinoamericana sea impuesto desde afuera.
Alfredo Serrano Mancilla es Doctor en Economía y Director Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)
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