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DAKAR / KUALA LUMPUR – El continuo saqueo de los recursos naturales de África, drenado por la fuga de capitales, está frenando su crecimiento. Cada vez más países africanos se enfrentan a recesiones prolongadas que se unen a un creciente endeudamiento, echando sal en las profundas heridas del pasado.
Para afrontar crisis globales como la actual, el apoyo a los países del Sur en desarrollo con la financiación monetaria, se convierte en una herramienta necesaria.
SÍDNEY / KUALA LUMPUR – Preocupados por mejorar su propia credibilidad y reputación, los grandes bancos centrales están llevando de nuevo a la economía mundial a la recesión, a las turbulencias financieras y a las crisis de deuda.
SÍDNEY / KUALA LUMPUR – La obsesión dogmática y el enfoque en la lucha contra la inflación en los países ricos están empujando la economía mundial a la recesión, con muchas consecuencias nefastas, especialmente para los países más pobres. Esta fobia se debe a mitos compartidos por la mayoría de los dirigentes de los bancos centrales.
Por sus dogmas ideológicos, gobiernos y bancos centrales de las grandes economías del Norte se han centrado en abatir la inflación con la elevación de las tasas de interés, lo que está abocando al mundo a la recesión y a graves impactos sociales.
El miedo a la inflación como tótem de las soluciones a la crisis económica actual, alimentan la recesión y la desigualdad.
La obsesión por mantener abatida la inflación, crea muchos más problemas que beneficios en la actualidad, como ya sucedió en anteriores crisis.
SÍDNEY / KUALA LUMPUR – Tras un cuarto de siglo de estancamiento económico, la recuperación económica de África a principios del siglo XXI estaba bajo gran tensión incluso antes de la pandemia, debido a los nuevos acuerdos de liberalización comercial, la caída de los precios de las materias primas y el grave estrés medioambiental.
La subida de las tasas de interés y otras medidas de las autoridades financieras de los países ricos para contener la inflación amenaza con llevar a los países del Sur en desarrollo a otra década perdida, como lo fue la traumática de los años 80.
Las autoridades deberían frenar el poder de las empresas, mejorar la competencia y proteger a los más vulnerables.