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Hay una izquierda social, que es más amplia que las izquierdas partidistas y que las izquierdas “movimientistas”, reducidas, frecuentemente, a simples clubes o membretes políticos. Esa izquierda social históricamente se formó con el avance del siglo XX.
Después de la independencia, la mayoría de países latinoamericanos iniciaron su vida republicana con gobiernos militares. Sus caudillos formaron parte esencial de la historia de la región, bien como dictadores o patrocinando gobernantes civiles, al servir de instrumento en las confrontaciones por el poder entre las elites liberales y conservadoras.
Los conflictos políticos entre liberales y conservadores, que caracterizaron el primer siglo de vida republicana en América Latina, no estuvieron ajenos a la intolerancia e incluso a la guerra civil.
Si se persiste en asumir que cada grupo o movimiento tiene la verdad revolucionaria, la autenticidad izquierdista, el proyecto salvador y el apoyo popular las izquierdas continuarán atrapadas en el ideologismo que siempre las dividió.
Los Estados Unidos fueron el gran país imperialista del siglo XX, en el sentido dado por V. I. Lenin: gigantes monopolios que gobiernan la economía, exportan capitales y se reparten el mundo.
Hay mucho por discutir sobre la conveniencia o no de conservar antiguas estatuas y desmitificar a sus personajes. Pero mientras avanza la conciencia social, se identifica mejor a quienes realmente sirvieron y sirven a sus pueblos, como para merecer estatuas y homenajes, frente a quienes solo fueron personalidades de ocasión y símbolos de la opresión.
El “oligarquismo” parece un momento histórico ya remoto. Pero si se quiere dimensionarlo, valdría tomar en cuenta las consignas de las elites empresariales del presente. Plantean que hay que reducir el tamaño del Estado; canalizar los recursos públicos al fomento de los “sectores productivos”; quitar o reducir impuestos que limitan, frenan o ahuyentan las inversiones; flexibilizar el trabajo y privatizar las empresas y servicios públicos.
Pese a que Japón fue la potencia asiática desarrollada después de la II Guerra Mundial (1939-1945), los “tigres del Asia” (dragones asiáticos) pasaron a ser considerados como ejemplos de desarrollo económico entre empresarios y políticos neoliberales de América Latina durante las décadas finales del siglo XX.
No sorprende que América Latina (y los EE.UU.) sea el nuevo centro mundial de coronavirus. Se esperaba que los gobiernos advirtieran los límites de las visiones exclusivamente empresariales, y enfocaran la atención en los trabajadores para garantizar sus empleos, preservar sus derechos y evitar el derrumbe de sus condiciones de vida. Pero eso no ocurrió ni en Ecuador ni en la mayoría de países.