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Durante el feriado largo pasado (7 al 10/10) se reestructuró el gabinete del gobierno argentino, en un contexto económico, social y político muy complejo.
Resulta curioso escuchar a la Directora Gerente del FMI sobre la situación de la economía mundial.

La incertidumbre es lo que permea la coyuntura económica de la Argentina en varios sentidos.

La lucha del neumático y otras similares, junto a las renovadas movilizaciones de organizaciones sociales y estudiantiles aportan a la dinámica de acumulación de fuerzas en la perspectiva de hacer visible para una parte de la sociedad un contrasentido al “común” instalado desde el poder.
Quien manda en el FMI es el gobierno de EEUU, en su calidad de socio hegemónico, único con capacidad de veto en el organismo.

Se condiciona el gasto público social (en educación, salud, salarios estatales) en función de los pagos de la deuda pública.

El ministro de economía Sergio Massa viaja a EEUU para buscar el apoyo de Washington.
Asistimos a un momento político muy especial en la Argentina, con un trasfondo de aceleración del ajuste fiscal, que se expresa en las definiciones que va asumiendo el poder ejecutivo en acuerdo con el FMI, con el privilegio a la política de achicamiento del déficit fiscal.
Luego de idas y vueltas se designó a Gabriel Rubinstein en el ministerio de economía. Será el segundo a bordo en la gestión económica de Massa.
Un gran problema del capitalismo argentino es la inflación, sobre todo para la mayoría de la población que vive de ingresos fijos, encima bajos, con un costo de vida medido por una canasta mensual que está por encima de los 100 mil pesos.