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Las recientes elecciones generales 2023 en Guatemala, no sólo evidencian la ausencia del Estado de Derecho y la falacia de su institucionalidad electoral, sino ante todo, el proceso en sí mismo, es una evidencia que aquí las «indias buenas son las indias muertas o matadas».
Una semana después de las elecciones generales, luego del suspendido anuncio preliminar de los resultados hecho por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), nadie sabe quiénes son o serán los ganadores de las recientes elecciones en Guatemala.
Guatemala es uno de los países culturalmente más megadiversos del Continente. Según el censo nacional del 2018, más del 44% de la población de Guatemala se declara indígena. Aunque para una vista antropológica, más del 90% de la población es genéticamente indígena.
Quienes urdieron y ejecutaron el derrocamiento del presidente Pedro Castillo en el Perú, el pasado 7 de diciembre, jamás imaginaron, ni calcularon, la insubordinación rural popular en y desde los territorios empobrecidos y expoliados por el bicentenario estado empresa republicano.
Cuatro días después de acompañar el duelo y la tensa calma en Ayacucho, salimos nuevamente por el mismo aeropuerto por donde ingresamos. Militares y policías pertrechados con armamento de guerra y escudos antidisturbios nos vigilan fuera y dentro del aeropuerto.
El sangriento desorden ocurrido en el Perú, en días pasados, a raíz de la chacota política generada por las élites del país, nos van dejando las siguientes lecciones:
Durante los tres siglos de la Colonia española, todos los pueblos originarios de la Capitanía General de Guatemala fueron reunidos a la fuerza y encerrados, bajo pena de muerte, en nichos territoriales denominados “pueblos indios”.